lunes, 21 de diciembre de 2020

El cardenal Ambongo pide a la Iglesia occidental ser profética y hablar de política y sociedad

La República Democrática del Congo tiene unos 90 millones de habitantes, casi la mitad de ellos con menos de 15 años de edad. Con 6 hijos por mujer en edad fértil, para 2024 probablemente tenga otros 15 millones de habitantes más. En contraste, la rica España hace 6 años que tiene más muertes que nacimientos.

La mitad de la población en este país africano es católica, un 20% son protestantes clásicos, otro 10% pertenecen a cultos o grupos religiosos locales seudocristianos... Si el cristianismo crece en el mundo por razones demográficas, es por países como este, el antiguo Zaire o Congo belga.

El cardenal Fridolin Ambongo Besungu pastorea la arquidiócesis de Kinshasa desde 2018. Es un rebaño colosal: tiene tanta población como las 13 diócesis de Cataluña y Valencia juntas. Un 55% de esos 11 o 12 millones de habitantes son católicos. En 2019 el Papa Francisco lo creó cardenal y desde octubre de 2020 pertenece al Consejo de Cardenales, el conocido G7, que colabora con el Papa en el gobierno de la Iglesia. Lo ha entrevistado Mundo Negro, la revista en español de los misioneros combonianos.

"Algunos dicen que la Iglesia no debe meterse en política", le preguntan. "Es una afirmación que me hace sonreír. ¿Por qué mencionan solo la política? Tendrán que decir que la Iglesia no debe meterse en sanidad, ni en educación, ni en agricultura… ¿Por qué solo la política? Es un debate falso. La Iglesia tiene la obligación de abordar todo lo que afecta al ser humano, incluida la política", afirma el cardenal.

Cree que los pastores deben ser profetas, y hablar con claridad aunque les suponga impopularidad.

"El sentido profético está relacionado con la misión de todo pastor", explica. "Desde mi llegada a Kinshasa, y lo hago de manera consciente, trato de arroparme de coraje profético, me atrevo a decir las cosas tal como son y a quien corresponde. Creo que el Señor me da esa fuerza interior y ese coraje profético. A veces gusta, a veces no; recibo felicitaciones pero también insultos y críticas. Pero ello es inherente al rol del profeta".

Cuando vivió una Navidad triste en Europa

El cardenal Ambongo, capuchino, que estudió Teología Moral en Roma, explica cómo fue su triste primera Navidad en Europa. "Mi primera Navidad en Bélgica fue en 1990. Yo era un joven sacerdote habituado a la solemnidad y exultación con que vivimos la Navidad en RDC, siempre rodeados de numerosos fieles. Me encontré en una iglesia en la que apenas había 15 personas de avanzada edad. Durante la celebración se entonaron apenas tres cantos. Es solo una anécdota pero refleja la realidad de Occidente en muchos lugares", lamenta.

"Pero lo que me duele es la actitud de la Iglesia, no tanto del lado del pueblo, sino de la jerarquía. Tengo la impresión de que la Iglesia en Occidente se ha desentendido de muchas cuestiones sociales que afectan a la gente. Hay una especie de hastío a la hora de hablar de estos temas. No se atreve por razones históricas, hay una tendencia a agradar a ciertas mentalidades para no arriesgarse a ser acusado de tradicionalista. Tengo la impresión de que se cede fácilmente y de que se tiende a meter en la nevera la dimensión profética. Naturalmente no es fácil, pero si la Iglesia quiere ser la Iglesia de Jesucristo, tendrá que jugar su rol profético".

Otra cosa que critica es que muchas congregaciones religiosas, e incluso misioneras, no están dispuestas a ir a las zonas rurales y pobres de los países de misión. Se remite a un estudio de 2003 del jesuita Léon de Saint-Moulin, con "pruebas evidentes de que las congregaciones religiosas tienden a abandonar las zonas de selva para replegarse en lo que él llamaba «ejes de la riqueza», concretamente el eje Kinshasa-Haut Katanga y toda la franja este del país. Hoy esto se puede verificar".

El cardenal fue obispo en la diócesis rural de Bokungu-Ikela, en el centro del país. "Allí solo están presentes los fundadores de la diócesis, los Misioneros del Sagrado Corazón. A pesar de haber escrito a muchas congregaciones invitándoles a venir, ninguna abrió una comunidad allí. En Kole ocurre exactamente lo mismo. Es un desafío para los religiosos en este país, porque da muy mala imagen de la vida consagrada. Es como si los religiosos corrieran detrás de la riqueza. Los superiores dicen que no hay carreteras, que las distancias son enormes y que es muy caro organizar viajes para visitar a los hermanos, y a causa de ello abandonan a una parte importante de la población", lamenta.

Todos los obispos ya son nativos del país

En Congo hay más de 200 etnias y lenguas, pero sus obispos se mantienen firmes y unidos frente a las tendencias políticas que buscan dividir a la población en facciones. Hoy en Congo todos los obispos son congoleños y la Iglesia del país cuenta con su propio rito zaireño, una adaptación de la liturgia católica al estilo africano. El tema ya no es cómo "africanizar" la fe, sino como lograr que el cristiano viva su fe con coherencia y con más firmeza, rodeado de corrupción y de sectas, grupos dudosos y la presencia del Islam.

Lo que está claro es que el cristianismo tiene aún mucho que decir en África a lo largo del siglo XXI y en los siglos venideros. "Entreveo una Iglesia africana como levadura en la masa que hace fermentar la sociedad para su crecimiento y desarrollo, y no bajo el modelo de Occidente, sino preservando los valores africanos", adelanta el cardenal congoleño.

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