Leonardo Melkī murió en 1915 por negarse a apostatar, y Thomas Saleh en 1917 por acoger a un sacerdote armenio perseguido. El Papa también ha autorizado la beatificación de la española María Lorenza Requenses de Longo y ha reconocido las virtudes heroicas de María Teresa del Corazón de Jesús
El 5 de junio de 1915, las autoridades otomanas arrestaron al director del colegio de los capuchinos en Mardin, al sureste de la actual Turquía. El hecho de ser el profesor de Francés lo hacía sospechoso de colaborar con Francia, país enemigo del Imperio otomano durante la I Guerra Mundial. Pero, de trasfondo, estaba el genocidio contra los no turcos y no musulmanes que el régimen estaba perpetrando.
Nacido en Mabdat (Líbano) en 1881, Yūsuf Habīb Melkī era sacerdote maronita además de fraile capuchino con el nombre de fray Leonardo. Ya había servido en distintos conventos en Armenia y Mesopotamia, antes de llegar a su último destino. Detenido en la fortaleza de Mardin, sufrió duras torturas por negarse a convertirse al islam. Durante varios días le dieron palizas, lo arrastraron escaleras abajo por la barba, lo colgaron de los pies durante horas y le arrancaron las uñas de manos y pies. Luego fue incluido en una de las caravanas de la muerte organizadas por los otomanos con armenios, siriacos, caldeos y protestantes en el marco del genocidio puesto en marcha en la actual Turquía durante la I Guerra Mundial. Fue asesinado el 11 de junio en medio del desierto con el obispo armenio Ignace Maloyan y 415 vecinos de Mardin.
Cuando el Papa habló de «genocidio»
El Papa Francisco ha reconocido su martirio, junto con el de su hermano de hábito Thomas Saleh, fallecido dos años después. El hecho de haber acogido a un sacerdote armenio hizo que fuera castigado con la deportación a pie, dentro de otra caravana y escoltado por militares en lo más crudo del invierno. Murió el 18 de enero de 1917, como consecuencia de las duras condiciones a las que fue sometido. Sus últimas palabras fueron «tengo total fe en Dios, no temo la muerte».
El reconocimiento de este martirio por parte del Vaticano es mucho más cuidadoso que la canonización masiva de millón y medio de víctimas del genocidio celebrada por la Iglesia apostólica armenia en 2015. Pero no deja de ser una toma de postura muy significativa. Sobre todo considerando el revuelo causado ese mismo año por el uso que hizo el Santo Padre ese mismo año de la palabra «genocidio», que marcó su viaje a Turquía un año después.
Española y fundadora en Nápoles
En su audiencia de este miércoles con monseñor Marcello Semeraro, nuevo prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Santo Padre ha autorizado la promulgación de varios decretos más. Entre ellos, el reconocimiento del milagro que hace posible la canonización del beato italiano Giustino María Russolillo (1891-1955), fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones y de la Congregación de las Hermanas de las Divinas Vocaciones.
También ha dado el visto bueno a la beatificación de una religiosa española: María Lorenza Requenses de Longo, nacida en Lérida en 1463 y fallecida en Nápoles en 1539. Fundó el Hospital de los Incurables de Nápoles y las Monjas Capuchinas. Un milagro atribuido a su intercesión abre la puerta a que sea elevada a los altares.
Discípula del cardenal Spínola
En los decretos se incluye a otra religiosa española, aunque en este caso por el reconocimiento de sus virtudes heroicas. Se trata de María Teresa del Corazón de Jesús. Nacida como Celia Méndez y Delgado en Fuentes de Andalucía en 1844, después de quedar viuda comenzó a dirigirse espiritualmente con el después cardenal Marcelo Spínola. En 1885, junto con otras tres mujeres, fundó la Congregación de las Siervas del Divino Corazón de Jesús. Falleció en Sevilla en 1909.
Después de la aprobación del Papa, también serán beatificados el sacerdote italiano Luigi Lenzini, y la laica brasileña Isabel Cristina Mrad Campos, asesinados por odio a la fe respectivamente en Italia en 1945 y en Brasil en 1982; además de la ucraniana Elżbieta Czacka (nacida Róża, 1876-1961), fundadora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz. Por último, se reconocen las virtudes heroicas del brasileño Roberto Joao (1903-1994), hermano profeso de la Congregación de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo.
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