Francisco recordó que "el itinerario vocacional tiene su origen en la experiencia de saberse amado por Dios: la vida misma es ya fruto de una llamada de Dios; nos ha llamado a la vida porque nos ama y ha predispuesto todo para que cada uno de nosotros sea único, acompañándonos por los caminos, a veces polvorientos, de nuestra vida y, conociendo nuestra conmovedora nostalgia de amor y de felicidad, nos llama a la alegría, que se encuentra sólo en el don de sí mismo a los demás”.
Ante el cambio de época actual, añadió, el mejor antídoto contra la tentación de la mundanidad "es dar prioridad a la oración en medio de todas nuestras actividades, con la certeza de que quien mantiene la mirada fija en Jesús aprende a vivir para servir, porque experimenta lo que dijo el profeta Isaías: ‘Tú eres precioso a mis ojos... Yo te amo’”.
Con el objetivo de buscar una mayor promoción y renovación de la vida y la misión de los consagrados, y antes de confiarles a la protección de Nuestra Señora de Aparecida, Francisco invitó a los consagrados a formularse de nuevo la pregunta que propuso en la Carta que les dirigió en 2014: “¿Es Jesús realmente el primero y único amor, como nos hemos propuesto cuando profesamos nuestros votos? Sólo si es así, podemos y debemos amar en la verdad y la misericordia a toda persona que encontramos en nuestro camino, porque habremos aprendido de él lo que es el amor y cómo amar: sabremos amar porque tendremos su mismo corazón".
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