jueves, 9 de julio de 2020

Daniel del Valle: «La música sin sentido es un sonido sin alma»

Aunque Daniel del Valle se dio a conocer al gran público en el concurso televisivo Prodigios, con apenas 18 años lleva muchas actuaciones a sus espaldas e incluso ha cantado delante del Papa. «Mi voz es un don que Dios me ha dado, y si la uso para llevar felicidad al mundo, Dios sentirá que el regalo ha sido bien utilizado», asegura

«De nuestra memoria tú nunca te irás, / que nos queden los recuerdos, / que esta etapa no termina, / la vida no tiene final». Con estas palabras, escritas a fuego en la memoria del corazón, Daniel recuerda a su amiga Ángela: quien se fue antes de tiempo a un cielo nuevo que, a veces, llora demasiado lento. Y lo hace con la voz llena de vida, porque cantar es su manera de acariciar el corazón de quien le escucha.

Este estudiante de Derecho nos recibe –virtualmente– en su casa de Manzanares el Real. Es embajador de Una Medicina para Venezuela, colabora con varias causas benéficas y guarda, en el brillo de su voz, la caricia de un Dios bueno. Lo supo a los 9 años, cuando sus ojos se vistieron de música y contemplación, y comenzó su andadura en el Coro Real Español de la Escolanía de El Escorial. Así, poco a poco, Dani fue llenando todos sus días de acordes. Y también de Dios, el despertar de sus amaneceres más rasgados y, aunque «suene extraño», como él mismo reconoce, su «mejor amigo». Con el tiempo, fue amasando todas esas notas, hasta convertirse en lo que hoy es: un testigo de la Palabra y un apóstol sonriente con alma de cantor.

¿Cómo se escribe la vida de Daniel del Valle?

Soy un cantante apasionado, amante de la música y estudiante de Derecho, de tan solo 18 años, que –desde muy pequeño– ha soñado y ha luchado por sus sueños.

Una persona feliz, sincera y con ganas de cambiar el mundo; enemigo de la paciencia y muy amigo de ayudar a los demás. Desde el punto de vista formativo, a los 9 años, tuve la suerte de ser seleccionado para formar parte de la Escolanía de El Escorial (Coro Real), y poder estudiar, becado, con los padres agustinos, tanto a nivel académico, como a nivel musical. Por ello, he tenido la oportunidad de cantar alrededor de todo el mundo, en países como China, Rusia, EE. UU. , Panamá... Asimismo, he sido finalista de numerosos concursos a nivel nacional, como Prodigios, de TVE.

Pero sin abandonar las labores del corazón…

Sin duda. Soy una persona muy profunda, que confío todos mis proyectos en las manos de Dios; y sé que el hecho de que todo me esté saliendo tan bien no es cosa del azar ni de las suerte, sino de Dios.

¿Percibes, entonces, la música en clave de fe?

Veo la música con ojos muy evangelizadores, y lo he vivido en primera persona. Cuando hace unos años, junto a un amigo, versioné la canción Súbeme la radio de Enrique Iglesias, transformándola en He resucitado, con letra católica, el vídeo acúmulo millones de visitas en las redes sociales.

¿En qué idioma se escriben tus sueños?

En el idioma de la ilusión, la perseverancia y, ante todo, la pasión. Siempre que pueda ayudar a personas con mi música y mi forma de ser a superar problemas, sin duda que lo haré.

Y con Dios siempre en el centro, ¿no?

Sin Dios, yo no sería lo mismo. Su plan es perfecto, y siempre va a querer lo mejor para nosotros. De hecho, sé con certeza que tiene algo muy grande para mí, pero tampoco me lo quiere regalar… Para ello, debo esforzarme por conseguirlo y, como decía santa Teresa, «la Paciencia todo lo alcanza».

¿Qué te aporta el saberte acompañado y cuidado, cada día, por Jesús?

Me aporta tranquilidad, porque sé que estoy en buenas manos. Y, al igual que la música, siempre está a mi lado, en las buenas y en las malas. Puede soñar extraño, pero le definiría como mi mejor amigo.

Da la sensación de que hay notas musicales que, quizá, no sonarían de la misma manera en tu voz si Dios no fuera el protagonista de tu melodía…

Ciertamente, porque la música sin sentido es en un sonido sin alma, pero cuando va acompañada de un gran sentimiento y verdad, la cosa es distinta. Dios ha creado un entorno bonito para mí, con grandes amigos, paisajes, aventuras... Es tan inspirador que me hace sentir en el corazón una emoción, como si de una larva se tratase al convertirse en mariposa. Y esas inspiraciones se trasforman en música.

Además, eres una persona profundamente comprometida con los más desfavorecidos. ¿De qué manera lo llevas a cabo y por qué crees que es esencial –para el ser humano y para ti mismo– poner la mirada en los sinvoz?

Soy embajador, junto a Carlos Baute, de Una Medicina para Venezuela, fundación de ayuda humanitaria para dicho país. También soy el representante de las campañas de la PADF y la OEA en España, siendo imagen de la última, contra la xenofobia. Considero que es muy importante, porque, de alguna manera, sin nuestra voz, no serían escuchados por nadie. Y me gustaría que, como yo, tuvieran la oportunidad de conocer la belleza de una vida. Si está en mis manos ayudarles, ¿Por qué no hacerlo?

Decía san Agustín que «aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; y que también ama a quien le canta». En la alabanza hay una proclamación de reconocimiento, en la canción del amante hay amor…. ¿Este sentir acompaña, de alguna manera, tu camino?

Indudablemente. Asemejaría esto con el siguiente ejemplo: cuando un amigo te regala una camiseta, cuando quedas de nuevo con él, si te la pones, le hace ilusión y de alguna manera siente agradecimiento, y que su regalo ha sido de buen uso. Asimismo, mi voz es un regalo, un don que Dios me ha dado, y exactamente igual que en el ejemplo anterior, si la uso para llevar la felicidad al mundo, Dios sentirá que el regalo que me ha otorgado ha sido bien utilizado.

A tus 18 años, has cantado con numerosos artistas, reconocidos a nivel nacional e internacional. Y, sin embargo, tus ojos hablan de humildad, de constancia y de sueños. ¿Qué o quién mantiene tus ojos en vela?

Como decía anteriormente, la ilusión por conseguir mis sueños es la que hace que vaya tras ellos sin rendirme. Precisamente nombras dos de las palabras clave que hacen de base en mi trayectoria: la constancia y la humildad. No dejaré de intentarlo, porque creo en los milagros. Y con respecto a la humildad, prefiero valorar públicamente el apoyo que siento por parte de mi familia y de mis amigos, aquellos que hacen que mi sueño esté cada día más cerca. Y le doy gracias a Dios, porque atribuirme todo a mí mismo y pensar que podría haber conseguido lo mismo sin este apoyo, no sería verdad.

¿Y qué nos dirías de tu mayor fan: tu abuela Benita, con 91 años de vida regalada?

Ella sí que es un regalo. Aprendo día a día con ella, me enseña a exprimir mi vida al máximo y me da los mejores consejos. Me hace disfrutar y, a la vez, siento que disfruta mucho conmigo, y me emociona ver cómo a través de la música la saco una sonrisa.

Dani, ¿la vida tiene final?

«De nuestra memoria tú nunca te irás; / que nos queden los recuerdos, / que esta etapa no termina, / la vida no tiene final». Es un pedazo de mi tema La vida no tiene final, en el que dejo claro que lo bonito nunca desaparece. Y cuando no está presente, es que está en un lugar mejor, pero siempre quedarán los recuerdos…

La última: mírales a los ojos a esos jóvenes que, por alguna razón, se sienten incomprendidos y no encuentran sentido a su vida. ¿Qué les dices?

Cuando os sintáis solos, recordad que Dios siempre está a vuestro lado y tiene los brazos abiertos para ayudaros. Él ha creado un camino para cada una de vuestras vidas, así que sed vosotros mismos y no os dejéis influenciar por absolutamente nadie. Nuestro plan ya está creado, y ahora solo debemos soñar alto, para llegar lejos (un lema que me acompaña siempre). Eso sí, acompañad ese momento tan íntimo con acordes de ternura. La vida, sin música y sin Dios, sería un error…

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