Por los ángeles de alas verdes de los quirófanos.
Por los ángeles de alas blancas del hospital.
Por los que hacen del verbo ayudar
su bandera y tu casa
y luchan porque nadie muera en soledad.
Por las trabajadoras que no duermen
para que sueñen que se salvan los heridos.
Por los que al defendernos usan su piel un escudo
y mueven las camillas como el vals del peligro.
Por los que hacen del trabajo sucio
la labor más hermosa del mundo.
Por los que nunca miran el reloj mientras curan.
Por las que pintan tu dolor de azul.
Para los que merecen los abrazos prohibidos,
y se meten contigo en la boca del lobo
y riegan nuestro miedo con su luz.
Todos os aplaudimos,
con las barandillas de los balcones erizadas
con manos que recuerdan que encontrar otras manos
es la única verdad.
Y mientras, la esperanza escribe en nuestros labios:
“Cuando esto pase, nunca nos volverá a pasar.”
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