La cuaresma es un tiempo en el que debemos escuchar de una manera más intensa y constante la Palabra de Dios, meditándola y orando a partir de ella. Conviene que reflexionemos sobre qué queremos decir cuando llamamos a la Biblia Palabra de Dios.
El hombre, autor de la Biblia
Si leemos en la Biblia pasajes de libros diversos, enseguida caemos en la cuenta de que el estilo en que están escritos y la mentalidad que reflejan difieren entre sí notablemente.
Eso indica que los hagiógrafos, es decir, los autores de estos libros sagrados, son ellos auténticos responsables de lo que escribieron.
Los autores escribieron de acuerdo con su ambiente, con su mentalidad, con su ingenio, con su capacidad.
La introducción de Lucas a su evangelio es un claro indicio de la tarea y responsabilidad de auténtico autor, que indaga, se informa y busca el dato exacto:
Puesto que ya muchos han puesto mano a relatar ordenadamente las cosas que se han cumplido entre nosotros 2 tal como nos las transmitieron los que desde el principio las vieron con sus ojos y fueron ministros de la palabra; 3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado todo diligentemente de arriba abajo, escribírtelas por orden excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas bien la verdad de las cosas de las que has sido puesto en conocimiento. (Luc1,1-4)
Dios, autor de la Biblia
En los mismos libros sagrados se afirma que Dios es el autor de la Biblia. Así lo vemos en los libros de los profetas, en los que continuamente se nos está proclamando: "Oráculo del Señor" Esta frase quiere decir que el mensaje transmitido no era en último término procedente del profeta, sino de origen divino.
En la carta a los hebreos leemos: "Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo" (Heb 1,1-2). Dios es autor de los libros sagrados, porque ha inspirado y asistido a los autores humanos.
INSPIRACIÓN
En la 2ª carta a Tito se dice: "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar..." (2Ti 3,16).
Equivalentemente se expresa la 2ª de Pedro: "Nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos pon el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios" (2Pe 1, 21).
“Inspirar” significa “soplar”; La imagen del soplo nos sugiere la acción del Espíritu que alienta en la palabra escrita por los autores sagrados.
Muchos libros se fueron gestando a lo largo de siglos hasta su redacción definitiva; el Espíritu Santo actuó en todo ese proceso: "Los libros bíblicos han crecido orgánicamente con la vida del pueblo, y el Espíritu Santo no ha mirado indiferente este crecimiento, sino que él mismo lo ha movido con su soplo misterioso y eficaz" (Schökel).
La Biblia no pretende enseñarnos verdades del orden histórico o científico sino que ha movido a los autores humanos para que escriban en sus libros la "verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación" (DV 11). Dios ha querido enseñarnos lo que necesitamos para nuestra salvación, lo demás nos toca a nosotros investigarlo y aprenderlo.
En consecuencia:
— "Ninguna realidad de este mundo es objeto de una enseñanza divina... a no ser bajo el aspecto particular de su relación con el misterio de la salvación" (Grelot).
— "La verdad bíblica es una verdad que progresa”. Las palabras y los acontecimientos adquieren un significado cada vez más profundo. Hay rectificaciones adaptaciones: Dios mismo corrige, integra y completa lo insuficiente.
— La verdad de Dios no está más que en la Biblia tomada en conjunto" Aunque a veces los diversos libros parecen presentar opiniones contradictorias; en realidad se trata de modos de ver que
se controlan y completan mutuamente. La verdad de la Biblia es privilegio del libro completo.
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