Cuando comienza el ritual del Miércoles de Ceniza, el sacerdote nos recuerda que las cenizas sirven como un "símbolo de nuestra pequeñez". Esto significa no sólo el comienzo de la Cuaresma sino nuestra presente condición. Incluso en nuestros mejores días, somos pequeñas criaturas que necesitan de un salvador.
Todo lo que acontece durante la Cuaresma es un recordatorio de que necesitamos un salvador y un guía que nos muestre quién es ese salvador.
Si la ceniza es donde este viaje comienza, se puede decir que el viaje termina en la vigilia Pascual donde los Cristianos renovamos nuestros votos bautismales. Con esta renovación, afirmamos la dignidad real de nuestro bautismo.
Cuando somos bautizados, dejamos de estar destinados a ser pequeñas criaturas y pasamos a ser sujetos del Reino de Dios.
Mientras nos adentramos en la Cuaresma, aprenderemos acerca de esta naturaleza exaltada y cómo la gracia de Dios puede ayudarnos a vivirla.
Cuando vemos a través de un prisma, el tiempo de Cuaresma se vuelve más que un tiempo de penitencia; se vuelve un tiempo que narra nuestra existencia aquí en la tierra.
¿Tiempo para comenzar de nuevo?
Otra falsa idea muy común sobre la Cuaresma es que la gente trata este tiempo como un tiempo para "empezar de nuevo" sobre sus anteriores fallas. Si no somos buenos durante la Cuaresma de este año, no te preocupes, ¡siempre habrá otra Cuaresma!
Hay una tentación muy real de tratar la Cuaresma como una dieta de choques donde vamos a grandes extremos tratando de buscar la santidad y una vez que pensamos que la obtenemos, regresamos más o menos a nuestros viejos hábitos, y eventualmente repetimos el ciclo.
Las oraciones de la Misa buscan alejarnos de esta mentalidad. En la oración que se reza mientras se distribuyen las cenizas, nosotros escuchamos:
"Permítenos mejorar aquellas cosas en las que hemos pecado por ignorancia: no sea que de pronto nos alcance el día de la muerte, busquemos un espacio para la penitencia y no seamos capaces de encontrarlo".
El Cristianismo no es una rutina en la que caemos, sino una experiencia que transforma cada aspecto de nuestra vida y esa transformación es continua. El Apóstol Pablo nos dice “ahora es el día de la salvación” y esta oración refuerza esto. No tenemos garantizada otra Cuaresma.
Cuaresma: un cambio radical
La vida espiritual no es un plan de cinco años con puntos de referencia e hitos. La vida espiritual se trata de entregarnos a nosotros mismos a Cristo de forma permanente y permitirle dirigir nuestros pasos mientras estemos en la tierra, sin importar los resultados.
Para algunos, esto incluye pequeños cambios, mientras para otros algo más grande. Ya sea de forma grande o pequeña, todos estamos llamados a cambiar radical y permanentemente nuestro corazón esta Cuaresma.
Si hay un mensaje en las oraciones del Miércoles de Ceniza, es una renovación radical y permanente del corazón que dicho sea de paso, es el punto de la Cuaresma.
En la epístola, el Profeta Joel condena los ayunos falsos exhortando a la gente a desprender sus corazones, no sus vestiduras. No hagas que tu Cuaresma sea acerca de las cosas externas a las que estás renunciando. Como Juan Crisóstomo nos recuerda:
"¿Estás ayunando? Demuéstrame tu ayuno con tu trabajo. ¿Cuál trabajo? Si ves a alguien pobre, muéstrale misericordia. Si ves a tu enemigo, reconcíliate con él. Si ves a un amigo siendo exitoso, ¡no le celes! Si ves a una mujer bonita en la calle, sigue caminando".
¿Sólo ayunar por la boca?
En otras palabras, no sólo la boca debería ayunar, sino los ojos y las piernas y los brazos y todas las partes del cuerpo deberían ayunar también.
Deja que las manos ayunen permaneciendo limpias de robar y de codicia.
Deja que las piernas ayunen evitando caminos que lleven a vistas pecaminosas.
Deja que los ojos ayunen al no fijarlos en caras bonitas y al no observar la belleza de otros.
No estás comiendo carne, ¿verdad? No deberías comer libertinaje con tus ojos tampoco.
Deja que tus oídos ayunen también. El ayuno de los oídos es no aceptar malas habladurías acerca de otros ni difamaciones maliciosas.
Mientras las cosas externas no deberían definir nuestro ayuno, no debemos pasar por alto el papel que juegan en ayudar a nuestro ayuno.
Si el verdadero ayuno es el que renueva nuestras almas, esa renovación sucede a través de las cosas que hacemos. Este punto se toca durante el Prefacio de la Cuaresma:
"En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, Porque con el ayuno corporal, refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu y nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro"
Pienso que al final, es por esto que Cristo nos exhorta a que estemos alegres durante el ayuno en el Evangelio. Él no nos está diciendo que unjamos nuestras cabezas con aceite y aparentemos estar contentos para engañar al mundo.
Él quiere que estemos alegres porque aún cuando ayunar sea incómodo a veces, los beneficios que produce son razones por las cuales debemos alegrarnos. ¿Quién no querría frenar sus vicios, mentes iluminadas y todo nuestro ser fortalecido?
Muy a menudo nos acercamos a la Cuaresma con ese sentido negativo. Esta Cuaresma, ¿qué tal si nos acercamos a este tiempo con la alegría que nos producen los resultados del ayuno?
Este blog quiere transmitir el don de la gracia, el regalo que Dios me ha concedido en mi vocación de Orante-contemplativa en la Iglesia y en el mundo, de manera que puedo decir con San Pablo: Sierva de Cristo Jesús, enviada por vocación, escogida para el Evangelio de Dios (…) por quien recibimos la gracia (cf. Rm 1,1.5). La vida contemplativa nos capacita para estar en el corazón de las cosas, en las raíces profundas del ser humano.
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