Hace ahora 450 años, el 25 de febrero de 1570, San Pío V excomulgó a la Reina Isabel I de Inglaterra mediante la bula Regnans in Excelsis.
“No tuvo pelos en la lengua”, comenta el historiador Jack Scarisbrick en un reciente artículo en el Catholic Herald, al evocar los inequívocos términos empleados por el Papa: “Pero el número de impíos ha crecido tanto que no hay lugar en el mundo que no intenten corromper con sus doctrinas perversas; y entre otros, Isabel, la fingida reina de Inglaterra, sierva del mal, ofrece su mano, como en un santuario, a aquellas personas perniciosas que encuentran allí refugio. Esta mujer que monstruosamente ha usurpado el título de cabeza de la Iglesia de Inglaterra… ha reducido a su reino, que hasta hace poco profesaba la religión católica y vivía en la prosperidad, a la miseria y a la ruina… Con el poder apostólico que se me ha otorgado, declaro a la mencionada Isabel hereje y favorecedora de herejes y de haber incurriso en la sentencia de excomunión y la separo de la unidad del Cuerpo de Cristo. Y sobre todo, la privo del título fingido de soberana… y absuelvo a la nobleza, a su súbditos y gentes del citado reino de cualquier deber, alianza u obediencia”.
Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena y hermanastra de la Reina María (hija de Catalina de Aragón), arrogándose un poder eclesiástico, había abolido la misa y el celibato y encarcelado a obispos y sacerdotes, y prohibía la entrada en su reino al nuncio del Papa. Así pues, sostiene Scarisbrick, había motivos para la sanción, pero sin embargo... no logró el objetivo que pretendía.
John Scarisbrick es un historiador de 92 años, antiguo profesor de la Universidad de Warwick y un pionero a nivel mundial en la lucha provida. Cuando en 1967 Inglaterra legalizó el aborto, su esposa Nuala y él decidieron hacer algo al respecto. Inmediatamente abrieron su casa como lugar de acogida para madres en riesgo de abortar, a quienes atendían y ayudaban hasta el momento de llevarlas a la maternidad, entre cuyo personal sanitario se hicieron célebres acompañando una tras otra a decenas de jóvenes para dar a luz. Fue la semilla de Life, una organización provida que más de medio siglo después no solo continúa luchando contra el aborto, sino actuando caso a caso hasta haber ayudado a más de 5000 mujeres y sus hijos, a quienes también sostienen durante sus primeros años de vida si es preciso.
Aun con todo ese trabajo sobrevenido, Scarisbrick escribió y publicó en 1968 la más celebrada biografía de Enrique VIII, como uno de los grandes especialistas ingleses en ese periodo de la historia de Inglaterra.
¿Por qué este historiador considera que Regnans in Exceslis llegó con retraso? Precisamente porque, al eximir del deber de obediencia a los súbditos de Isabel por ser una usurpadora, podía haber sido un instrumento útil para una rebelión que restaurase el orden católico. Pero el 25 de febrero de 1570, sostiene, ya era tarde.
No porque hubiese dudas sobre su ilegitimidad. "El Papa había declarado a Isabel ilegítima, y es lógico que lo hiciera", sostiene G.K. Chesterton en su Breve historia de Inglaterra, "puesto que, previamente, había invalidado el matrimonio de su madre", origen del cisma anglicano. También el Parlamento la había excluido de la sucesión.
Pero la católica María, en su lecho de muerte, la nombró sucesora creyendo que continuaría su incoada labor restauradora de la Iglesia, pues Isabel había aparentado ante ella su conversión. Y, de hecho, fue coronada por un obispo católico, Owen Oglethorpe, de Carlisle, tras negarse a ello el único obispo superviviente, Nicholas Heath, de York: "Oglethorpe lamentó muy pronto lo que había hecho y, como Heath, pronto fue destituido y encarcelado", recuerda Scarisbrick.
Isabel emprendió un camino herético pretendidamente alejado del protestantismo radical, pero el descontento había prendido entre un buen numero de nobles. Entre ellos, el "joven y admirable" Thomas Percy (1528-1572), conde de Northumberland y pariente del Thomas Percy (1560-1605) que participó en 1605 en la Conspiración de la Pólvora para volar el Parlamento en respuesta a la persecución anticatólica.
El caso es que San Pío V (Antonio Ghislieri), llegado al solio pontificio en 1566, no pudo empezar a ocuparse a fondo de los asuntos de Inglaterra hasta 1568. Hubo de coordinar la defensa de la Cristiandad frente a los protestantes al norte de Italia y los turcos que amenazaban por el Sur, y que serían derrotados en 1571 en la batalla de Lepanto bajo el liderazgo español.
Revelación a San Pío V de la victoria de la Santa Liga en Lepanto el 7 de octubre 1571. Cuadro de finales del siglo XVII, conservado en el Museo Naval de Madrid y atribuido a Juan de Toledo. Representa el conocimiento milagroso que tuvo el Papa del resultado de la batalla en el momento de producirse, y en honor a la cual instauró la festividad del Santo Rosario.
Dos católicos en el exilio que habían escapado de la primera represión isabelina, William Allen y el obispo Thomas Goldwell, convencieron a San Pío V de la necesidad de la excomunión. Pero el Papa, con sentido de la responsabilidad de sus actos y de la dignidad pontificia, y de lo que políticamente suponía en aquellos tiempos una excomunión , no quería que se quedase en un gesto para la galería y dilató promulgarla hasta que hubiera planes fiables de deponerla y alguien que asumiese la corona con garantías.
Un canónigo de York protegido de Goldwell fue enviado en misión secreta a las islas para sondear a Percy sobre la posibilidad de una rebelión en caso de que Isabel fuese excomulgada. La respuesta fue alentadora, pero a partir de ahí "no está claro" lo que sucedió, dice Scarisbrick.
La revuelta comenzó en 1569 y San Pío V la bendijo y prometió ayuda económica y la excomunión de la reina. Al principio todo iba bien ("volvió a decirse misa en la catedral de Durham"), y aunque los isabelinos lograron conservar la ciudad de York, el alzamiento se abría extendido al sur si hubiese llegado la declaración de herejía. "Pero, inexplicablemente, Pío no promulgaba la bula. ¿Por qué? No lo sabemos", reconoce Scarisbrick.
Por fin, el 10 de febrero de 1570 inició el proceso, llevado según los cánones, y el 25 de febrero la promulgó, "sin duda creyendo que la rebelión seguía viva". El documento llegó a Inglaterra a mediados de marzo. Un joven y heroico londinense, John Felton, adquirió una copia certificada y la clavó en la puerta del obispo de Londres: pocas semanas después fue ejecutado por ello, lo que contribuyó a difundir la noticia de la excomunión.
"Pero era demasiado tarde", dice Scarisbrick, e Isabel había comenzado su venganza sangrienta y tenía la iniciativa. Percy fue detenido y sería ejecutado en York dos años más tarde. San Pío V había dejado pasar la ocasión de "destruir a Isabel", tal vez porque especuló con el apoyo de María Estuardo, reina depuesta de Escocia que había acudido a Inglaterra buscando el apoyo de Isabel... para acabar reclamando el trono inglés y siendo puesta entre rejas por la usurpadora.
En cualquier caso, Regnans in Excelsis "llego semanas después para aprobar la rebelión que habría legitimado, y que podría haber devuelto a Inglaterra al bando católico. Por el contrario, desencadenó décadas de persecución, con frecuencia sangrienta". Un gran error de un gran santo... si es que fue un error, porque obró conforme a datos y razones que, hoy por hoy y probablemente para siempre, son desconocidos.
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