Mañana celebraremos la fiesta de la Epifanía del Señor, de su manifestación a la humanidad, representada por los Magos, que llegaron a Jerusalén desde las tierras de Oriente y preguntaron por el Rey de los judíos que había nacido. Ellos se habían puesto en camino por rutas desconocidas siguiendo la estrella. María y José también tuvieron que ponerse en camino a Egipto, al ser avisados por el ángel del Señor de que Herodes quería matar al niño. Del mismo modo, recordamos que en el libro del Génesis que el Señor dice a Abrán que salga de su tierra, de su patria, de la casa de tu padre, hacia la tierra que le mostrará, y Moisés, cuando recibe la llamada de Dios con la misión de liberar a los hebreos de la esclavitud Egipto se pondrá en camino, tal como narra el libro del Éxodo.
El hecho de ponerse en camino para ir a una tierra nueva que el Señor mostrará, para liberar a pueblo hebreo, para encontrar al Rey de los judíos, o para salvaguardar la vida de Jesús, revela la disposición de salir de sí mismos para cumplir la voluntad de Dios. Ahora bien, sólo se puede escuchar la voz del Señor si se vive en la sintonía de la fe, atento a los signos de su presencia. Abrahán, Moisés, los Magos, José y María, tendrán el coraje de abandonar sus posesiones, sus comodidades, sus seguridades.
Creer en Dios significa dejar que su Palabra oriente la vida en las grandes decisiones y en los pequeños detalles, significa fundamentar en él la existencia. La fe nos hace peregrinos en la tierra, encarnados en el mundo y en la historia, pero en camino hacia la patria celestial. El creyente vive según unos criterios que a menudo no coinciden con las modas o la opinión del momento y debe observar una conducta que no concuerda con la manera común de pensar. Pero es que el peregrino no debe tener miedo de ir «contra la corriente» para vivir su fe, ya que sigue su camino con la certeza de la presencia del Señor en su vida y en la historia.
La fe será puesta a prueba tarde o temprano. El pueblo de Israel, al avanzar por el desierto y topar con las primeras dificultades, sorprendentemente, murmura contra Moisés. Con sus protestas está demostrando que no acaba de confiar en que el Señor lo seguirá sosteniendo en medio de los peligros, que no confía en su providencia. Las pruebas a lo largo del camino son oportunidades para apoyarse sobre todo en Dios. Es preciso permanecer atentos a su voz, pendientes de su Palabra, que guía y sostiene en medio de las pruebas. Es Dios mismo quien conduce y conforta, quien fortalece el corazón. La experiencia del pueblo de Israel en el Éxodo es, ante todo, la experiencia de Dios liberador.
María y José se vieron obligados a huir a Egipto pasando por la difícil experiencia de emigrar de su tierra. Sin tiempo para planificar debidamente el viaje, con unos medios precarios, en dirección a un país que desconocían. Vivieron en Egipto como unos emigrantes más, hasta que de nuevo un ángel anunció a José que podían volver a la tierra de Israel. Ellos habían acogido el misterio de Dios que irrumpió poderosamente en sus vidas y confiaban en el Señor. Han renunciado a sí mismos y conforman su voluntad a la de Dios, llevando a cabo la misión que el Señor les encomienda con fidelidad y sencillez.
Comenzamos un nuevo año. Un nuevo año es como un talento que recibimos de de Dios y que hemos de hacer fructificar; es una nueva oportunidad para trabajar en la construcción del reino de Dios, para mejorar las cosas, para aportar nuestra pequeña pero imprescindible colaboración. Pongámonos en camino sin miedo, con todo el ímpetu y la esperanza de que seamos capaces. María nos acompaña siempre. Santo y feliz año nuevo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
5 de enero de 2020
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