José María Marco, profesor de la Universidad Pontificia Comillas, es bien conocido por sus biografías de Manuel Azaña, Giner de los Ríos y Antonio Maura o el muy reciente Diez razones para amar España. Coincide este último libro con la publicación de El verdadero amante. Lope de Vega y el amor (Ediciones Insólitas, 2019), en el que propone una lectura del conjunto de la obra de Lope tomando el amor como motor de la misma. Además, relaciona los textos con los aspectos biográficos de su autor, mostrando cómo su literatura es un cuerpo que crece y evoluciona a la par que las emociones amorosas construyen su vida. Son reveladoras las muchas páginas que Marco dedica al estudio del amor religioso en Lope.
En ocasiones se ha entendido que la ordenación de Lope de Vega como sacerdote en 1614 suponía el redescubrimiento de la fe tras una crisis religiosa, pero Marco lo relaciona más con «el arrepentimiento y la voluntad de contrición» que con la recuperación de una fe jamás perdida. Lo que sí había experimentado era una crisis tras varias desgracias, como la muerte de su hijo Carlos Félix y en seguida la de su esposa, y Marco ve las Rimas sacras (1614) en ese contexto. Con el apoyo en figuras como David, san Agustín o san Ignacio, muestra «al alma torturada por el impulso erótico y las consecuencias de este en la vida personal y familiar», si bien es santa María Magdalena quien le permite simbolizar «su peregrinación de la grosería del pecado al abrazo de la belleza eterna de Dios». Las lágrimas surgen al comprender el poeta «cómo su condición humana le impide llegar a la presencia del Señor» porque aspira a un amor imposible, pero que Dios mismo lo hace posible al humanizarse en Cristo y querer «vivir desde dentro, íntimamente, la gravedad de la existencia de su criatura y los dilemas, las dudas y los sufrimientos a los que se enfrenta». De ahí que la Pasión y la Muerte de Cristo conformen el grueso de las Rimas sacras y, por tanto, la exposición del amor de Dios por unos hijos que se arrepienten de su frialdad inicial: «¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?».
Como contrapunto, Marco estudia el misterio de la Encarnación en Pastores de Belén (1612), novela pastoril a lo divino en la que los pastores no celebran el amor profano, como era propio del género, sino el amor de Dios, cantado aquí mediante la poesía pura que se ofrece desnuda a un Niño también desnudo e indefenso. No faltan acercamientos al muy franciscano Isidro (1599) o a los Soliloquios amorosos de un alma a Dios (1626), que hacen de El verdadero amante una delicia para amantes de Lope y de la literatura religiosa.
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