miércoles, 11 de diciembre de 2019

«Los derechos humanos no pueden seguir siendo violados a lo largo y ancho de la tierra»

El salario medio en Guatemala es de 11 euros diarios, pero José Rafael López Girón y sus compañeros campesinos apenas ganan 6 euros al día. Y eso cuando cobran, porque son frecuentes los impagos del patrón.

En su caso, la situación estalló cuando «llevábamos 14 quincenas sin cobrar». Entonces fue cuando «nos organizamos como sindicato», explica López Girón en un vídeo difundido por Manos Unidos en el Día de los Derechos Humanos. Entre todos formaron el Sindicato de Trabajadores Campesinos de la Compañía Agrícola "Las Delicias". Era el año 2000.

Pero lejos de escuchar las legítimas reivindicaciones de los trabajadores, la respuesta de la empresa ha sido la intimidación: «Los responsables nos atemorizan a cada momento para que dejemos esto porque nos dicen que nosotros nunca vamos a llegar a lograr» nada.

Sin embargo, según López Girón, «estando organizados, sí tenemos la facultad de reclamar nuestros derechos». Con este objetivo, «presentamos una denuncia ante el Ministerio de Trabajo, pero en esta ocasión no logramos conciliar con el patrón porque nunca se presentó», denuncia José.

En esta lucha por sus derechos, los campesinos de la Compañía Agrícola Las Delicias" no están solos. «El MTC y Manos Unidas nos dan la asesoría laboral que necesitamos», asegura el secretario general.

Está en juego nuestra dignidad

«Los derechos humanos no pueden seguir siendo negados o violados a lo largo y ancho de la tierra. Defenderlos es un deber porque en ello está en juego nuestra propia dignidad y la de cualquier ser humano, hombre o mujer», afirma Fidele Podga, coordinador del Departamento de Estudios de Manos Unidas.

«No son un privilegio ni una concesión que reparten los Estados. Son inherentes a la propia dignidad humana y la máxima expresión de una vida libre y digna para todo ser humano. Son hitos de una existencia verdaderamente humana, ya reconocidos jurídicamente, por lo que su reclamación no solo es legítima sino obligatoria, so pena de querer conculcar el propio principio de una vida digna para todo ser humana», concluye Podga.

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