Queridos hermanos y hermanas:
Siguiendo el viaje del Evangelio que nos narra el libro de Los Hechos, descubrimos que san Pablo, evangelizador lleno de entusiasmo, misionero intrépido, participó también en los sufrimientos de la pasión del Señor Jesús, pues como Él, fue igualmente odiado y perseguido.
San Pablo fue llevado ante el rey Agripa para defenderse de las acusaciones que le hacían sus enemigos. Hablando ante el rey, manifestó su íntimo ligamen con el pueblo de Israel y contó la historia de su conversión: Fue Cristo Resucitado quien lo hizo cristiano y quien le encomendó la misión de ser apóstol de los gentiles. Pablo, obediente al mandato del Señor, se dedicó a demostrar cómo Moisés y los profetas habían preanunciado lo que él les anunciaba: que Jesucristo por su pasión, muerte y resurrección había sido constituido Señor y Salvador.
Aun cuando fue declarado inocente, Pablo no fue liberado porque se había apelado al César. De este modo, junto con él, la Palabra de Dios avanzó en su camino hacia Roma. De allí en adelante, Pablo el prisionero en cadenas, humillado y tratado como malhechor, consideró esas cadenas como un signo de su fidelidad al Evangelio y al Resucitado, y como un eficaz instrumento misionero para animar a los hermanos en el Señor a anunciar sin miedo la Palabra, que no puede ser encadenada, porque es libre y va adelante transformando la historia.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos a Dios nuestro Padre que nos conceda perseverar en los momentos de prueba y que nos dé también la capacidad de leer todos los acontecimientos de nuestra vida con los ojos de la fe, para mantenernos fieles en nuestra vocación de discípulos misioneros. Que Dios los bendiga.
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