Los obispos españoles publican un documento sobre la oración cristiana en el que alertan sobre elementos procedentes de prácticas y tradiciones religiosas ajenas al cristianismo y desentrañan los elementos de la oración: debe estar centrada en Cristo y realizada «con y en la Iglesia»
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo es el documento de 40 páginas que los obispos de la Comisión para la Doctrina de la fe de la Conferencia Episcopal Española han publicado este martes en forma de un conjunto de orientaciones doctrinales sobre la oración cristiana que quieren hacer llegar a sacerdotes y laicos en parroquias, colegios, comunidades y familias para distinguir qué es y qué no es la oración cristiana.
Aunque los obispos valoran «el deseo acuciante de silencio, serenidad y paz interior» de una sociedad actual marcada «por el activismo, la competitividad y el consumismo», que generan «vacío, estrés y angustia», advierten el resurgir de una espiritualidad «que se presenta como respuesta a la demanda creciente de bienestar emocional, equilibrio personal, disfrute de la vida o serenidad». Esta forma de entender la espiritualidad se concreta en «técnicas y métodos de meditación» que tienen su origen en tradiciones ajenas al cristianismo, lo que en algunos casos lleva «al abandono efectivo de la fe católica».
De este modo, el objetivo de la oración no es «llegar a estar bien con uno mismo», ni tampoco «el deseo de una felicidad inmanente» o de un «bienestar material», ni tampoco la figura de Jesús se reduce a la de «un gran maestro».
Concretamente, aluden a la asimilación de la metodología del budismo zen, que afecta incluso a «grupos cristianos y organizaciones eclesiales», pero que en realidad supone «la reducción de la oración a meditación» y «ausencia de un tú», algo «incompatible con el Tú revelado en Cristo».
Las orientaciones también advierten sobre una espiritualidad relativista en la que «todas las religiones serían igualmente mediaciones de la divinidad», así como de una concepción de la persona de Cristo «como simple ejemplo» espiritual.
En este sentido, aclaran que «nunca se pueden confundir las sensaciones de quietud y distensión, o los sentimientos gratificantes que producen ciertos ejercicios físicos o psíquicos, con las consolaciones del Espíritu Santo». Y subrayan que «cualquier misticismo que, rechazando el valor de las mediaciones eclesiales, lleve a pensar que los sacramentos son innecesarios para las personas espirituales, no puede considerarse cristiano».
En referencia a la meditación, una de las técnicas más difundidas hoy, señalan que «la meditación cristiana no consiste únicamente en analizar los movimientos del propio interior, ni termina en uno mismo, sino que nace de la confrontación de la propia vida con la voluntad de Dios». Así, «la oración cristiana es iniciativa de Dios y escucha del hombre: en esto se distingue radicalmente de cualquier otro tipo de meditación».
Jesús, modelo de oración
Las orientaciones defienden que la Iglesia no puede ser entendida solamente «como educadora moral o defensora de unas verdades», sino sobre todo «como maestra de espiritualidad». Por este motivo, proponen la manera de rezar de Jesús como verdadero modelo de oración, destacando que su objetivo «no eran sus deseos ni la consecución de una felicidad terrena al margen de Dios, sino la comunión con el Padre», por lo que «nunca es un ejercicio de introspección».
Además, los obispos citan a grandes maestros de la tradición cristiana como san Pablo, san Agustín, santa Teresa de Jesús o santa Teresa de Lisieux, además de otros textos como el Catecismo de la Iglesia católica o la exhortación del Papa Francisco Gaudete et exsultate.
En este sentido, el mensaje destaca que la oración tiene «una forma eclesial», porque «cuando el cristiano ora, lo hace como miembro de la Iglesia», y «el aprendizaje de la oración requiere rezar con la Iglesia y en la Iglesia», algo que debe comenzar «en el seno de la familia».
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