martes, 10 de septiembre de 2019

"Lo mejor es amar a todos sin diferencia de credos o ideologías"

Conversamos con Fr. Manuel Uña Fernández, en su convento de San Juan de Letrán situado en corazón del Vedado habanero y que podemos definir sin temor a equivocarnos como el “sitio en que tan bien se está”, por donde pasa la vida...

El recién elegido Maestro de la Orden, Fr. Gerard Timoner, subraya la importancia de la misión y de la comunión, ¿qué resonancias suscita esta elección y este “énfasis” de sus palabras en usted, fraile dominico de largos años de experiencia?
No es fácil poder decir más ni mejor en tan pocas palabras. Sabio es el consejo que le dio Fr. Bruno, Maestro saliente: Ser Maestro de la Orden es, para ti, permanecer siendo “hermano Gerardo”, aunque tu ministerio sea SER DOMINGO para la Orden, en los próximos nueve años y ayudar a construir la comunión de la Iglesia. Respuesta tan lúcida como precisa me hace pensar que la Orden está en buenas manos. No ha necesitado mucho tiempo ni una preparación extraordinaria para recordar e ir a lo esencial. Se ha dicho que la exigencia primera es ir a lo hondo, penetrar hasta el fin, no contentarse con medias verdades.

“Permanezca siendo hermano Gerardo”, sigue siendo quien eres. Como si le dijese, no consientas dejar de ser la persona que eres para vivir de la imagen, de la aureola, del reconocimiento por ser el Maestro de la Orden. Todo un reto: ser Domingo sin dejar de ser la persona que Dios Padre creó; sin dejar de ser uno y asumir vivir en armonía con su misión de servir a los hermanos.

En lo personal, me hace recordar la interpelación que me hizo uno de los hermanos al finalizar el Capítulo Provincial de 1985: Manuel, ¿qué nos prometes? Y mi respuesta fue: No puedo prometer otra cosa que ésta, que el cargo de provincial no me va a estropear, y que seguiré siendo Manuel. Esta promesa he procurado cumplirla en cada misión que se me ha confiado. 

“Misión no es lo que hacemos sino lo que somos.” ¿Qué significa en lo concreto la conciencia de “ser misión”?
El carisma fundacional de la predicación, sin ser una reliquia para guardar en un relicario, es algo sagrado, que necesitamos cuidar para que no se desale, al mismo tiempo que recrear y desarrollar en el hoy, en el ahora y aquí. Todo un reto apasionante. No nos podemos contentar con repetir hoy lo que se hizo ayer y hacerlo de la misma manera. Fuimos fundados para predicar y la predicación es el corazón y el centro de la legislación.

Me emociona recordar al obispo Fulco que clarividente afirmó: “Instituimos como hombres Predicadores en nuestra diócesis a Fr. Domingo y sus compañeros. Dado en Roma el año de la Encarnación de 1215”. El Papa Honorio III un 22 de diciembre de 1216 nos aprueba y confirma a nivel de Iglesia universal. Ser predicadores y ser predicación en acto.

Lo que somos precede a lo que hacemos. La vida del fraile quiere ser toda ella predicación y, por ello, uno mismo se convierte en voz… El predicador presta su voz a la Palabra y con su vida trata de ser la voz que testimonia la Palabra. Domingo, maestro de predicadores, tuvo un solo objetivo: la salvación de las almas; un solo ministerio: el ministerio de la predicación; un solo modelo de predicación: la predicación desde la comunidad de vida apostólica que vive en pobreza evangélica. Estos son los fundamentos de la Orden de Predicadores. 

“Servir a la Iglesia con aquello que somos, una comunión de hermanos”...
Nuestro carisma es la integración entre misión y comunión. La comunión marca la misión y la misión marca la comunión. “La originalidad de nuestra predicación proviene de la originalidad de nuestra comunión tan rica y compleja; del hecho de que lo que decimos, y lo que vivimos, es fruto de la experiencia de nuestros hermanos, de nuestro modo de comprender y vivir las bienaventuranzas y consejos evangélicos, de nuestra oración común y personal, de nuestro modo de reflexionar”. Debemos predicar “desde la abundancia de la comunión”.

La palabra de Dios que anunciamos, debe ser una palabra vivida, compartida y celebrada en comunidad. Estamos llamados a predicar desde la abundancia de la contemplación, pero convencidos de que la contemplación es fruto de la comunión que debe integrar toda nuestra experiencia personal de oración, de estudio, de vida evangélica, de relación con los hermanos. Es una fecundación recíproca. La Orden llegó a América como comunidad y en comunidad, trayendo consigo el gran tesoro de “los libros”. Los frailes dan testimonio de la predicación de la Orden, que es una predicación sostenida y alentada por la comunidad, testimoniada con una vida de fraternidad que es en sí misma, predicación.

¿Qué presupone construir comunión?
Creer en cada persona, respetarla. Sobre este asunto recuerdo que hace bastantes años leí un libro de Karl Rogers que me fue muy útil, titulado: “El proceso de convertirse en persona”. Hay que conocer el arte de crecer como persona, ya que sin ‘persona’ no hay comunidad. Somos seres en relación y en la medida en que nos comunicamos, nos escuchamos, nos vamos conociendo, comprendiendo y aceptando.

Hoy, ¿qué testimonio de comunión es creíble?
El de la sencillez, la autenticidad, el compromiso y la cercanía. Comunidades que tengan las puertas abiertas y sin temor, para que puedan invitar y pronunciar las palabras de Jesús: “Vengan y vean”… El testimonio de personas que, “además de creyentes sean creíbles”, convencidas de lo que son, comprometidas con el hacer y que no se desentienden de la realidad donde viven. Comunidades dispuestas a compartir lo que viven, tienen y hacen. Que sin la obsesión ejemplarista, sean, en palabras del educador cubano José de la Luz y Caballero, “un evangelio vivo”. 

Nos ha hablado de la misión, la comunión, ¿y la Verdad?
La verdad es nuestra pasión. La verdad que buscamos y que al mismo tiempo nos busca, remite también a un estilo de vida, el espíritu de la verdad (Jn. 4, 23). El espíritu de amor y servicio a la verdad es el camino espiritual dominicano para encontrar a Dios.

“El estilo de vida inspirado por el lema ‘Veritas’ es una curiosa y fecunda combinación de apertura y seguridad. Sin apertura no hay contacto ni verdadero encuentro y sin seguridad no puede haber orientación, dirección y sentido”. Se nos ha dicho que el primer objetivo frente a la verdad no es definirla teóricamente, es buscarla, descubrirla, contemplarla y transmitirla. La verdad no es patrimonio de nadie; quien la encuentra tiene el deber de comunicarla sin envidia. Es patrimonio de la humanidad. Hay cultura cristiana y cultura pagana, pero no hay una verdad cristiana y otra pagana.

En otros tiempos la identidad de la Vida Consagrada se entendía como “fuga mundi” sin embargo hoy somos conscientes de que la Vida Consagrada es una profesión permanente de Alianza, de amor en todas las direcciones, de “escucha de la realidad”... ¿Cómo viven este “relato” los dominicos en Cuba?
Los dominicos sentimos el compromiso de estar siempre atentos a los signos de los tiempos, como Santo Domingo, que supo distinguir lo que estaba naciendo de lo que estaba muriendo. En Cuba nuestra mirada se ha dirigido a lo que es germinal, a lo que está brotando. No una verdad idealista que permanece infecunda en el mundo de las ideas, sino una verdad histórica, la verdad de Dios, la verdad del hombre, la verdad del mundo.

Se ha dicho que: Abrir caminos de vida es más importante que condenar caminos de muerte y hemos apostado por la vida. “La Orden siempre ha cultivado y manifestado una profunda simpatía por todo lo divino que hay en lo humano, y ha permanecido abierta y proyectada hacia un diálogo sincero, profundo y comprometido para buscar la Verdad plena a través de la verdad que hay en cada cosa, en cada acontecimiento, en cada grupo, en cada persona, en cada tendencia o movimiento filosófico y científico”.

Así lo ha dejado escrito un fraile dominico de nuestros tiempos. Este saber mirar y ver lo que acontece en nuestro entorno fue lo que hizo que nuestro Padre santo Domingo y nuestros mayores experimentasen un golpe fuerte de Compasión por lo que sus ojos estaban viendo.

A propósito de mi actual cercanía antillana, deseo nombrar los tres verbos de la comunidad de La Española que bien nos recuerda Fr. Bartolomé de las Casas: “Viendo, mirando y considerando lo que veían sus ojos, se despierta y aflora en ellos una compasión reactiva”.  “La mística de la compasión es una mística de ojos abiertos, de visibilidad, porque nos abre los ojos para ver al otro, para descubrir, que está ahí caído y abandonado al lado del camino. Cerrar los ojos y no ser capaz de ver lo que tengo a mi lado es el comienzo de la deshumanización”.

Fray Manuel Uña imparte una conferencia
Letrán es el lugar donde “se ha dado paso a los que hacen los mundos y los sueños”, en palabras del que fuera Presidente de la Casa de las Américas, Roberto Fernández Retamar...En el centro Fr. Bartolomé de las Casas se “es” misión y se construye la comunión desde el respeto de las diferencias y el “gusto por el otro”. ¿Cómo nace este proyecto?
Se fue gestando en el silencio del no saber y la riqueza de la escucha de los hermanos de la comunidad de San Juan de Letrán. Nos sentíamos necesitados unos de otros y nuestra primera reunión la comenzamos preguntándonos qué necesitaba Cuba en nuestro hoy. Reflexionamos cómo podíamos servir a todos los cubanos, sin excluir a nadie. Fue este el primer paso y por este camino Letrán se ha convertido en una comunidad de frailes creíbles, en un lugar de encuentro y diálogo que los cubanos denominan “Casa Cuba”, en expresión feliz de Mons. Carlos Manuel de Céspedes.

Usted ha podido leer a la entrada del convento la frase: “Bienvenidos a la casa de la predicación”. Nuestro deseo, desde la primera hora, fue incluir y no excluir, Fue un sueño dominicano en Cuba y en cubano: sumar las diferencias. El Dr. Fernández Retamar, de feliz memoria, lo sabía muy bien, y él colaboró con nosotros dando una de las primeras conferencias en el Aula, era el curso 1996-97.

El año pasado le fue otorgada la Orden de Isabel la Católica en la categoría de Encomienda; esta distinción nos hace pensar en “lo mejor del alma castellana” que corre por sus venas y las semillas que como dominico ha lanzado en los surcos de Cuba. 
¿Qué siente ha sido lo mejor que ha dado y lo mejor que ha recibido?
Haber creído en las personas. Lo mejor es Amar a todos sin diferencia de credos o ideologías. Haber descubierto que a Cuba Dios me ha traído para dejarme enseñar. Siento que la escucha es el mejor regalo que puedo ofrecer. Le haría un monumento al estetoscopio… Haber podido decir y exponer mi pensamiento sin querer presionar ni querer convencer a nadie.

Luego de 20 años del Centro Fray Bartolomé de Las Casas siento que el pueblo cubano cree en la obra que los dominicos hemos hecho posible en Letrán. Soy consciente del acompañamiento de la Providencia en este largo y no fácil camino, en el que las autoridades han podido captar nuestra actitud de servicio hacia todos.

El centro “Fray Bartolomé de las Casas”, y también la Iglesia cubana, ha ganado espacios de formación por el respeto, la seriedad y la calidad de la enseñanza complementaria.  Si bien caminamos sobre el filo de la navaja -como alguien me ha dicho- también puedo afirmar que nuestros proyectos no han sido denegados.

Algunas personas en Cuba y en el extranjero preguntan si nos ha sido posible hacer cuanto deseamos. Nuestra respuesta siempre ha sido la misma: “Hemos podido hacer cuanto hemos intentado”, con prudencia, paciencia y responsabilidad. Es el momento de reconocer y agradecer a aquellos que, sin haber estado de acuerdo, nos han dejado hacer nuestra labor, así como a quienes fueron capaces de transformar las “barreras” en “puentes”, renovando nuestra certeza de que “Los sueños parecen al principio imposibles, luego improbables, y luego, cuando nos comprometemos, se vuelven inevitables” (Mahatma Gandhi).
Sor Indira

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