Efectivamente, leyendo su Proceso de Canonización descubriremos que lo que más destaca en ella es el amor, de tal forma que los testimonios sobre su experiencia mística bien pueden valer como un pequeño y sencillo tratado espiritual sobre la oración de amor.
Si la ascesis hace referencia a lo que nosotros debemos esforzarnos para relacionarnos con Dios, la mística consiste en dejar que Dios nos conduzca hacia Él. La ascesis es autodominio.
La mística es pasividad ante Dios. Las dos son necesarias: la ascesis sin mística se queda en mero esfuerzo humano; la mística sin ascesis es imposible, porque si no nos dominamos a nosotros mismos, no seremos capaces de dejarnos llevar por Dios.
Esto nos ayuda a ver que santa Rosa fue alguien que se esforzó –ascéticamente– para tener la más íntima relación –mística– con Dios. ¿Qué nos dice esto a nosotros? Que debemos esforzarnos en poner todo de nuestra parte para vivir unidos a Dios en el amor. Santa Rosa lo hizo a su modo, según los parámetros de su tiempo, y nosotros debemos hacerlo según los parámetros del nuestro. Para algunos esa entrega ascética consistirá, por ejemplo, en renunciar a sus caprichos egoístas, para otros será trabajar por el bien común a costa de su propio bienestar y habrá otros que tendrán que superar costumbres, manías o adicciones dañinas. Cada uno sabrá qué ha de hacer para caminar espiritualmente hacia Dios.
Pero si tenemos como referencia a santa Rosa, sabremos que es posible darlo todo por Dios. Y, sobre todo, sabremos que merece la pena hacerlo, porque santa Rosa, a pesar de lo mucho que sufrió, se sintió plenamente recompensada con el amor que compartía con Dios, con la gente y con la naturaleza
Fray Julian de cos,O.P
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