miércoles, 12 de junio de 2019

Desobediencia civil como respuesta a la violencia militar

La «masacre» del pasado lunes, como la califican tanto la prensa sudanesa independiente como los movimientos civiles (Alianza por la Libertad y el Cambio) y fuerzas de la oposición, ha marcado un nuevo punto de inflexión en la revolución que los sudaneses comenzaron en diciembre de 2018, y que registró la, hasta el momento, mayor victoria con la dimisión del presidente que les gobernó con mano dura durante 30 años: Omar el Bashir. 

«Una de mis hijas estaba en la explanada frente a la sede de las Fuerzas Armadas, participando en el sit-in (sentada), como miles de personas, cuando entraron el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápidas (RSF, en sus siglas en inglés) y arrasaron con todo, disparando a la gente. (Mi hija) Salió corriendo y durante dos días no supe nada de ella. Luego logró llamar a su marido y la localizamos», explica a mundo negro por teléfono desde un país europeo Shadia Abdelmoneim, académica y activista especializada en mujer e islam, que hace apenas dos semanas compartía desde esa misma plaza de Jartum la euforia y confianza en que fuera posible una transición pacífica del poder militar al civil en su país.

Nadie puede confirmar cuánta gente quedó retenida en la explanada cuando el Ejército rodeo y cerró el lugar. Los familiares y amigos se están organizando para intentar localizar a los desaparecidos, sin perder la esperanza de que sigan vivos. La violencia del 3 de junio se ha prolongado durante toda la semana, con al menos 110 muertos y más de 500 heridos, según fuentes hospitalarias, una cifra que el Consejo Militar rebaja a menos de la mitad. Varias compañías (Gulf Air, FlyDubai y Egyptair) han cancelado sus vuelos a Jartum y las patrullas de las RSF se han dispersado por los barrios de la capital para detener a los que han participado en las manifestaciones.

«Hay testigos que vieron cómo lanzaban a personas al Nilo con piedras atadas a manos y pies, algunos de ellos estaban vivos. La población ha perdido completamente la confianza, y ya no será posible restablecer un clima de diálogo. No es posible retomar las negociaciones. El poder tiene que pasar de los militares a los civiles directamente, sin condiciones», añade Abdelmoneim, resumiendo la información que recibe a diario de los grupos de la oposición, de jóvenes y de mujeres. Estas últimas, organizadas en el movimiento Future Young Women, han adquirido un papel relevante en la protesta, convirtiéndose en informadoras sobre los movimientos de los simpatizantes de Al Bashir o en soporte logístico para que no faltasen tiendas de campaña, comida y medicamentos en las concentraciones.

El pueblo sudanés está unido y es consciente de lo que se está jugando. Por eso, ante el anuncio del Consejo Militar de la celebración de elecciones en nueve meses, y el intento de instar a unas nuevas negociaciones «sin restricciones» por parte del general Abdel Fattah al-Burhan, al mando del órgano que lidera la transición, la respuesta que preparan, y que en parte ya está ejecutando la población, es la desobediencia civil pacífica. «Dejar de ir a trabajar, paralizar el país, quedarse en casa. Y si quieren seguir con la violencia tendrán que enfrentarse a ellos mismos», explica Abdelmoneim.

La perseverancia de los sudaneses y las escasas salidas una vez que se ha empleado la violencia, plantean, según la prensa sudanesa, la posibilidad de que se esté produciendo una escisión en la autoridad militar. El general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hameidti, jefe adjunto del Consejo Militar, aseguró esta semana que se ha abierto una investigación para aclarar lo ocurrido el 3 de junio, y ha desmentido que vaya a dimitir por la actuación de la RSF, que él mismo dirige.

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