Pocos datos han trascendido desde el asesinato la madrugada del pasado lunes de la misionera española Inés Nieves Sancho en la aldea de Nola, en la diócesis de Berberati de República Centroafricana. El obispo de Bangassou, el español Juan José Aguirre, aseguró ayer a ABC que «aún se desconoce la identidad de los autores y el motivo del crimen». Pese a ello, apuntó que la religiosa de 77 años –que apareció decapitada en la sala donde enseñaba costura a las niñas de la aldea– podría haber sido «víctima de la brujería».
«En esta zona ubicada al oeste del país, en la frontera con Camerún, hay minas de diamantes y personas que utilizan la brujería. Ellos creen que la sangre fresca, incluso de los seres humanos, les trae suerte en la búsqueda de estas piedras preciosas», indicó monseñor Aguirre. Este obispo comboniano, que lleva en el país más de 40 años, descartó que el asesinato estuviera relacionado (como se pensó en un primer momento) con el tráfico de órganos, muy habitual en este país africano.
Beatrice, la hermana superiora de la congregación francesa de las Hijas de Jesús de Massac –a la que pertenecía la misionera– se trasladó ayer a Nola para encontrarse con las autoridades y reclamar el esclarecimiento del crimen y la detención de sus autores. «Su comunidad religiosa está muy consternada por este asesinato tan cruel», aseguró monseñor Aguirre, quien describió a sor Inés como «una hormiguita trabajadora, muy querida por la gente del lugar».
«Servicio a los pobres»
Ante millares de fieles reunidos para la audiencia general en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco rindió ayer un homenaje a sor Inés. «Es otra mujer más que da la vida por Jesús en el servicio a los pobres. Recemos juntos un avemaría», aseguró Francisco, cuyo rostro se volvió más serio por el dolor al recordar el cruel asesinato de esta religiosa burgalesa que también tenía nacionalidad francesa.
La monja, según precisó monseñor Aguirre, fue enterrada el martes por la mañana en la diócesis de Berberati –donde llevaba más de 23 años como misionera– debido «a que su cuerpo estaba muy degradado».
Profesora de costura, maestra de vida
La sacaron de la cama mientras dormía, la llevaron a su pequeño taller de costura y allí la mataron, como a los cinco sacerdotes que en lo que va de año han sido asesinados en la República Centroafricana. A uno de ellos lo quemaron vivo y al otro lo ametrallaron. Inés Nieves Sancho, natural de Burgos y de 77 años, había dedicado casi un tercio de su vida a los habitantes del país en el que fue degollada. Al margen de rezar, su misión consistía en enseñar a coser y bordar a un grupo de mujeres, la mayoría madres solteras y, como ella, víctimas de una guerra de guerrillas que en los últimos años ha provocado miles de muertos. La hermana Inés pertenecía a esa Iglesia, casi olvidada, cuya entrega llega hasta el sacrificio personal. Vivía tan lejos de todo lo que en Occidente consideramos importante que la noticia de su muerte llegó ayer. La mataron el pasado domingo.
«Llevamos dos o tres años perdiendo a demasiada gente», se queja el obispo de la diócesis de Bangassou, el también español Juan José Aguirre, para quien «la violencia no terminará con la muerte de Inés Nieves Sancho». La misión desplegada por la ONU en la República Centroafricana no ha sido capaz de frenar la matanza de inocentes que llevan a cabo las numerosas facciones que se disputan el territorio nacional.
L. Daniele y J. Vicente Boo
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