jueves, 2 de mayo de 2019

Hermana Eugenia Bonetti: meditaciones para devolver la dignidad a las mujeres esclavas

Hoy en la Oficina de Prensa vaticana, el encuentro con la Hermana Eugenia Bonetti, que escribió las meditaciones para el Vía Crucis del Viernes Santo. Una reflexión sobre las mujeres esclavas, una llamada a la responsabilidad para poner fin al drama de tantas jóvenes

En los ojos claros de la Hermana Eugenia Bonetti se vislumbra una paz; la misma paz que muchas mujeres reunidas en la calle han encontrado gracias a ella que las ha liberado, reconociéndolas como tantas Verónicas de hoy. En el encuentro con los periodistas, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la misionera de la Consolata relató su historia, reflejada en las meditaciones del Vía Crucis en el Coliseo, el Viernes Santo.

Todos somos responsables

Llamada a esta tarea por el Cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, la Hermana Eugenia respondió inmediatamente que sí «porque un no – explica sonriendo – no estaba considerado». Relata que su sueño es que en el Coliseo, un lugar de sufrimiento en el pasado, hoy se reúnan los dolores de tantas mujeres «sin rostro, sin nombre, sin esperanza, tratadas sólo como descartables». Para la Hermana Eugenia todos estamos llamados a la responsabilidad porque hay «enormes ganancias sobre la piel de los pobres, todos -dice- nos comen menos ellos». «No es legal destruir la vida de estas personas”.

La misión de la Hermana Eugenia en las calles

Hablando de sí misma, la Hermana Eugenia recuerda sus 24 años en Kenia «entre los jóvenes que quieren un futuro»; de su regreso a Italia, a un centro de escucha para inmigrantes. «Yo no quería estar allí, mi lugar estaba en África». Pero fue el encuentro con María, una joven prostituta, lo que cambió su vida. «Mi conversión pasa por el sollozo de esta mujer que había venido a pedir ayuda, pero yo no tenía tiempo de escucharla porque la Misa estaba comenzando. Me acompañó a la iglesia, todos me miraron porque era extraño ver a una monja con una chica de la calle. Mientras rezaba la oí llorar, había salido de la misa perdonada, yo me quedé tan conmocionada que no dormí por la noche. El Señor me había mostrado el camino a seguir”. De ahí su compromiso de salvar a las mujeres.

Mercy y sus compañeras

En su relato, la Hermana Eugenia cuenta historias dolorosas, como la de tres niñas quemadas por jóvenes que habían tirado líquido de un coche, o la de Mercy, de 15 años, obligada por su protectora llamada «mamá» a no detenerse nunca, mientras ella se caía del sueño. Fue arrojada a la calle como un fardo», dice la monja, «y yo me preguntaba cómo se sentiría su madre si la hubiera visto». Pero entre los hilos de la desesperación siempre hay lugar para la Resurrección como la de una joven de 19 años, embarazada de 5 meses, que en el niño de su regazo encontró su renacimiento. «Después de un tiempo, fue bautizada en San Pedro por Juan Pablo II, como don llevó a su hijita al altar, la gracia más grande, el fruto de su rescate».

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