lunes, 20 de mayo de 2019

«He perdido en salud, pero he ganado la familia»

Periodista, poeta y empresario pionero en el medio audiovisual de la provincia de Salamanca y de Castilla y León. Fundó la televisión local que sirvió como germen de la actual autonómica. Es accionista y fundador del portal multimedia SalamancaRtvAldía.es. Ha vivido por y para la información con una especial sensibilidad hacia los temas sociales y religiosos. Tiene un hijo y una hija de 13 y 14 años. Hace poco más de año y medio un ictus le cambió la vida

¿Te consideras un santo?

No, no, no. No. Ni ejemplo de superación. Sí que me siento autorizado, por haber sufrido tanto, para hablar con otros enfermos con daño cerebral. De hecho estoy en ASDACE (Asociación Salmantina de Daño Cerebral Adquirido) que es una auténtica escuela de vida. Nos reírnos mucho de nosotros mismos, de nuestras situaciones.

Porque aunque naciste en 1967, en Cantalpino, intuyo que después del ictus has vuelto a nacer, ¿es así?

Casi nací en un carro. Mi madre era panadera y estaba repartiendo pan. Saltó del carro y nací en la panadería. Eso fue el 9 de julio de 1967. Y el 10 de octubre de 2017, sobre estas horas [17:30] y en este lugar [Parador de Salamanca] me dio un ictus que me tuvo 40 días en la UCI. Al tercer día entré en coma y me intervinieron para descomprimir la presión intracraneal. Es como si hubiera vuelto a nacer. Es una nueva vida.

¿Y ahora a qué te dedicas?

Pues estoy de baja. Contemplando el tiempo [silencio largo].

¿Cómo estás?

Este año y medio ha sido un infierno. De verte siempre muy activo, sin parar, a tener que verte a veces con la mano caída y, sobre todo, psicológicamente bajo… Y las microsecuelas que te deja el ictus, no solo la hemiplejia izquierda… Es que no puedo abrir el brazo… Te miro y me da envidia verte escribir con las dos manos [transcribo sus respuestas en el portátil].

Pero yo te veo sereno, con mucho optimismo y sentido del humor.

He recuperado la conducción. Ahora estoy en el mejor momento. También por el optimismo que llevo dentro. He tenido épocas bajísimas. Todo el mes de marzo he estado fatal. Desde que salí del hospital he estado en distintas terapias. Me he tenido que enfrentar a la tristeza. Convivo con ella permanentemente. Es como si la vida te hubiese expulsado de algo que te apasiona, que has creado tú, que te daba una vida impresionante…

¿Qué papel ha jugado la fe en este proceso?

Esencial, ha sido esencial. El refugiarme en lecturas, el ir todos los sábados a la Eucaristía, para mí es una isla semanal que me llena de fuerza. Y estar en contacto con gente de fe, también.

¿Y la fe ha cambiado con el ictus?

Me he depurado un poco. Quizá ahora busco lo esencial. Lo sencillo. Valoro, sobre todo, el tiempo con mi familia. He ganado la familia. He perdido en salud pero he ganado la familia. Antes ni pisaba por casa porque estaba todo el santo día trabajando. De hecho eso fue la causa del ictus: el estrés, el sedentarismo, los nervios…

Alguien me ha dicho que la santa es tu mujer…

Mi mujer es una verdadera santa, sobre todo desde que me dio el ictus. Antes apenas la veía y me lo reprochaba con toda la razón, pero ahora estamos muy unidos. Mira, una de las consecuencias del ictus es que me sudan mucho las manos y los pies y ella me cambia de calcetines tres o cuatro veces al día. Y, cuando me los seca, le digo: «Esto lo hacía Jesús» [se le iluminan los ojos y sonríe mientras lo cuenta]. Es una santa. Bromeo con ella y le digo que voy a pedir al obispo que le hagan una imagen para colocarla en la plaza de Cantalpino.

Acabamos como empezamos: ¿Te consideras un santo?

No, no, por supuesto. Esto ha sido un palo de la vida que me va a ayudar mucho a afrontarla hasta que muera. Pero en rehabilitación he estado con tetrapléjicos que tardaban un mes en mover un centímetro un dedo. Y entonces te consideras hasta un afortunado.

Santiago Riesco Pérez

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