lunes, 15 de abril de 2019

Nunca es lícito eliminar una vida humana para resolver ningún problema

Abrupta, desmesuradamente mediática y dudosamente «inocente» o causal ha sido en plenas vísperas macroelectorales en España el fallecimiento de una señora, enferma de esclerosis múltiple desde hacía años y para cuya muerte ha sido imprescindible la colaboración de su marido. Sin entrar a juzgar el caso, ni su tipificación técnica, jurídica y médica, y expresando nuestro duelo y pésame a esta familia, que ha vivido y vive una situación tan dramática,  sí creemos importante ofrecer unas serie de consideraciones y reflexiones éticas, inscritas en la ley natural, en la recta razón y en el pensamiento e identidad cristiana.

La primera de estas consideraciones ya ha quedado indicada en las primeras de este comentario y su irrupción en el actual momento político español. En segundo lugar, deseamos retomar unas palabras del Papa en una reciente y popular entrevista televisiva. Preguntado y repreguntado por el periodista acerca el aborto, Francisco respondió con las siguientes preguntas: «¿Es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? ¿Es lícito alquilar a un sicario para que la elimine?».

¿Es lícito –preguntamos nosotros ahora-  no hacer nada e incluso fomentar con políticas restrictivas e insolidarias que el Mediterráneo sea el mayor y más anónimo cementerio de Europa? ¿Es lícito aplicar la pena de muerte a un criminal por abyecto que sea? ¿Es lícito proponer a ancianos y a enfermos terminales un horizonte donde la eutanasia o el suicidio asistido se conviertan en legales e incluso se presenten y se edulcoren, eufemística y demagógicamente, como derechos?

Provocar la muerte no es la solución a ninguna situación por conflictiva que sea. Nunca. En ninguna situación, tanto en la fase inicial y embrionaria de la vida humana, como en su final, como en relación con las personas migrantes y refugiadas.  Y en el caso que nos ocupa, la eutanasia es inmoral, antisocial, insolidaria, radicalmente egoísta, hedonista, materialista y nihilista.

El derecho es la vida, jamás a la muerte. El derecho es la vida y a los cuidados paliativos. Y legalizar el derecho a la eutanasia –y de paso seguir dejando en mantillas los cuidados paliativos y las ayudas eficaces a la dependencia- es, además, intimidatorio y podría favorecer conductas suicidas. En Holanda, donde la eutanasia es legal, un cuarto de los fallecimientos son inducidos por el hombre. Y en Holanda, la tasa de suicidios, reconocidos como tales, es del 12% frente al 8% en España. Y en Bélgica, donde también es legal la eutanasia, el porcentaje de suicidios sube hasta el 17%.

«La eutanasia -recordaron los obispos españoles el pasado 21 de mayo, es ajena al ejercicio de la medicina y a las profesiones sanitarias, que siempre se rigen por el axioma de “curar, al menos aliviar, y siempre acompañar y consolar”». Es más, añadían los obispos «el artículo 36,3 del Código de Ética y Deontología Médica de la Organización Médica Colegial española afirma que “el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”».

En el mismo día que en España se desató esta nueva polémica, el Papa Francisco, en un encuentro con periodistas alemanes, expresó su preocupación ante «la contestación del derecho a la vida y el avance de la eutanasia».

La eutanasia –repitámoslo hasta la saciedad; nos va a hacer falta…- no es ningún derecho, avance o progreso. Matar a los que sufren nunca es progresista; acabar con los enfermos indefensos es reaccionario, y lo progresista es cuidarlos. Y no nos debemos dejar engañar so capa de falsa compasión.

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