«¡Cómo íbamos a pensar que todo un Sumo Pontífice iba a venir a nuestra pequeña obra!», exclama aún sorprendida sor Gloria Carrilero, superiora del centro rural de las Hijas de la Caridad a las afueras de Temara, a 23 kilómetros de Rabat. «Nos han comentado que al Papa le propusieron visitar varios lugares dentro de Rabat. Pero al ver una referencia a nosotras, preguntó dónde estábamos» y optó por este lugar de periferia. «Estamos rodeadas de gente muy necesitada –explica–. Llevo en Marruecos 28 años, y aquí es donde he visto a más gente viviendo en chabolas. No tienen agua, y en una sola habitación vive la familia con cinco o seis hijos». A pesar de los esfuerzos del Gobierno (en la cercana Tamesna, «la mitad de la población es gente que vivía en chabolas y ahora están en pisitos de protección oficial»), la alta natalidad hace que estos poblados no dejen de crecer.
Las hijas de la Caridad son especialmente célebres por su dispensario, especializado en atención a quemados. Cada día atienden a una veintena de ellos, sobre todo niños. «Los fuegos en esas casas están bajos, o las madres tienen a los niños en brazos mientras hacen el té y les cae agua hirviendo… Algunas personas, para llegar, hacen varios kilómetros campo a través, y luego cogen un taxi colectivo y un autobús». También distribuyen medicación psiquiátrica a personas que no pueden permitírsela.
Sor Gloria en concreto está más implicada en la vertiente educativa de su misión: clases de refuerzo y comedor para 80 niños («algunos han llegado a la universidad con beca», afirma orgullosa la superiora), y costura y alfabetización para 70 mujeres: sus madres «y alguna abuela». «Aprenden a leer y escribir en árabe, las cuentas y a manejar la moneda. La costumbre aquí es que sea el hombre el que haga todo, pero ellas tienen que saber gestionar su dinero. He conocido a algunas que si iban de viaje llevaban a los niños para leer los carteles». También les dan charlas sobre higiene, nutrición y cuidado de los niños, y trabajan «para que conozcan sus derechos. Pero sin promover que se subleven contra sus maridos. Los extranjeros no podemos meternos en cosas políticas. Ellos también se relacionan con naturalidad con nosotras, y notamos que se fían».
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