El
mensaje de Jesús es para todos. Los católicos hemos de adquirir un compromiso
radical, exigido en los momentos fundacionales del cristianismo: somos los portadores de un mensaje de redención y,
por consiguiente, seguimos siendo los que proporcionamos al ser humano la esperanza
de una existencia vivida con la dignidad que corresponde a la condición del
hombre proclamada por Jesús...
Quizá
convendría empezar ya a dar respuesta a tan graves acusaciones, porque son
falsas y porque son parte de una amplia ofensiva política y cultural contra el
catolicismo en España. Conviene por los menos, recordar que el protestantismo
no creó una mentalidad activa, productiva, laboriosa, frente a la indolencia
del catolicismo. Lo que forjó la doctrina luterana fue el individualismo de
quienes, entregados a la hipertrofia de la fe, parecían estar menos disponibles
para la esperanza y nada inclinados a la caridad. No es cierto que el
protestantismo fomentara el trabajo y el catolicismo diera rienda suelta a la
pereza. La diferencia se encuentra en otro lugar: la Reforma era hija y fue
madre de un individualismo feroz. El catolicismo continuó siendo hijo y
progenitor del humanismo.
En
la respuesta a ese esfuerzo constante por desprestigiar nuestra fe, que en su
delirio llega ahora a considerarnos incluso responsables últimos de la crisis española,
alcemos nuestra voz, ofrezcamos argumentos, presentemos una abrumadora
documentación que desmiente tales injurias. Pero empecemos a ser serenos, pero firmes defensores de una tradición. Empecemos a manifestar que nuestra alegría no
es solo la posesión de la fe, sino nuestro compromiso con una promesa realizada
hace ya dos mil años: que quienes tienen hambre y sed de justicia habrán de ser
saciados.
Fernando García de Cortázar
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