Monseñor Pizzaballa ha pasado en Tierra Santa la práctica totalidad de su sacerdocio, casi treinta años. Llegó a las dos semanas de su ordenación, y confiesa que no era su destino preferido. Él quería estudiar Sagrada Escritura en Roma, pero el provincial franciscano tenía otros planes, que hubo de aceptar por obediencia.
Además, su aterrizaje no fue demasiado halagüeño: “Era antes de la Guerra del Golfo [1990], no había peregrinos, todo estaba vacío”. Pero encontró fruto a ese “silencio” en el que prácticamente lo único que había que hacer era “ir al Santo Sepulcro”: “Me obligó a encontrar las razones de mi vocación religiosa y sacerdotal, que es el Señor antes que nada”. Luego cambiaron las cosas y llegaron las relaciones, parte esencial de su misión en los Lugares Santos. Hoy es, desde 2016, administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, y antes fue durante doce años Custodio de Tierra Santa.
El "jardín sagrado"
La entrevista aborda cuestiones muy diversas. Conoce bien la situación política, y señala que se viven “dos realidades, Israel y Palestina, que viven dinámicas totalmente distintas”, pero se trata de un conflicto “que no influye en los peregrinos”.
Jerusalén es el lugar por excelencia donde se muestra esa disparidad: “Hay dos ciudades, la Jerusalén laica y la Jerusalén religiosa, en el este los palestinos, en el oeste los israelitas. Todos los lugares sagrados se concentran en el denominado ‘jardín sagrado’, donde cristianos, judíos y musulmanes se cruzan continuamente”.
“Lo simbólico de la ciudad es intocable”, asegura, con “un atractivo increíble pero también un dolor increíble”, y pide que cada comunidad “aprenda a ver que la visión de la ciudad del otro, aunque no sea la mía, no se experimente como una amenaza contra la mía”.
Respecto a las recientes dificultades con las autoridades municipales, lamenta que “la situación legal de la Iglesia en Jerusalén todavía no está aclarada y vivimos con un punto de vista ligado al imperio otomano. Desde entonces no hay una ley que aclare los derechos y deberes de la Iglesia, también desde el punto de vista financiero, de los impuestos”. En ese sentido, tiene clara cuál es la actitud de la Iglesia: “Estamos dispuestos a dialogar, pero no estamos dispuestos a sufrir chantajes”.
"El cristianismo no desaparecerá de Tierra Santa"
Pizzaballa agradece la presencia que históricamente siempre ha tenido la Iglesia universal en Tierra Santa, patrocinando infinidad de iniciativas y una “red de actividades que crean relaciones muy importantes con el territorio”. Pero “nunca es suficiente”, agrega.
¿Peligra la presencia cristiana en Tierra Santa? Monseñor Pizzaballa no oculta las dificultades, pero muestra su esperanza: “Siempre ha encontrado familias, personas, comunidades decididas, arraigadas en su fe, que me dicen ‘Somos los hijos de la Resurrección, nosotros somos parte de esta tierra’. Esto me hace entender y me dice que el cristianismo no desaparecerá de la Tierra Santa”.
Pero es muy claro sobre la necesidad de ayuda externa y en qué consiste: “Es muy importante que los cristianos del mundo miren a Tierra Santa, la ayuden, la sostengan. Tierra Santa es el testigo de la historia de la Revelación, de la historia de la Salvación. No habría historia sin geografía de la Salvación. Sin el lugar, no habría historia, no habría acontecimiento, es historia concreta que todavía hoy se puede tocar justo porque está Tierra Santa. Necesitamos ese vínculo”.
Por eso “es necesario ir a Tierra Santa” para ayudar a los cristianos locales, porque “los cristianos en Tierra Santa mantienen viva la memoria de los lugares. Los lugares, sin los cristianos, son museos”.
Cómo ayudar a que Tierra Santa siga siendo cristiana
Hay tres formas de ayudar a Tierra Santa.
Primera, “la oración”.
Segunda, “las peregrinaciones, que es una ocasión de ayudar concretamente, porque crea trabajo, pero también es un abrazo, hace que la pequeña comunidad se siente parte de la Iglesia universal”. Para quienes teman sobre la seguridad de la zona, es tajante: “La peregrinación es segura, no hay ningún peligro para los peregrinos, son respetados por todos, y las zonas de peregrinación no están expuestas a ningún riesgo ni peligro”.
Tercera, “hablar de ella, darla a conocer”.
En ese sentido, Pizzaballa afirma desde su experiencia pastoral que “todos los que vienen a Tierra Santa vuelven transformados, diferentes”, tanto los que tienen menos fe o son más tibios, como los creyentes: “Tierra Santa cambia, y ha sido una experiencia maravillosa de estos casi treinta años ver cómo todos los peregrinos que llegan allí encuentran al Señor o se interrogan sobre el Señor”.
Y eso es algo que “conmueve siempre”, que “nunca cansa”, porque en lugares que, reconoce, para él han llegado a ser habituales y rutinarios, “esos peregrinos vuelven a la fe, encuentran a Cristo, encuentran la reconciliación. Llegan con un bagaje pesado de pecados, traiciones, dificultades, y muchos vuelven después de haber encontrado al Señor, la misericordia, la reconciliación, el perdón”.
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