Se conmemora el 75º aniversario de la puesta en marcha de un centro de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información Leonardo Torres-Quevedo, con una exposición gratuita, visitable en Madrid, en dicho instituto, dedicada al inventor, sus inventos y el trabajo de los científicos que en dicho instituto trabajan.
Fue un pionero inventando predecesores de instrumentos que hoy tenemos en casa, como el mando a distancia (que él llamó 'telekino'), el ordenador personal (que llamó 'aritmómetro electromecánico'), el funicular (un funicular que funciona hoy sobre las Catarátas del Niágara aún se llama “Spanish Aerocar”), un "ajedrecista automático", etc. (Información sobre el inventor y el instituto exposición se puede leer aquí en el Museo Virtual del CSIC).
Torres-Quevedo construyó también los primeros dirigibles españoles, un mágnetógrafo para el físico Gonzalo Brañas (1866-1948), un espectrógrafo de rayos X para el físico Blas Cabrera (1878-1945), varios microtomos para el Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal, un telégrafo sistema Dúplex-Hughes para el telegrafista Miguel Santano (ahorrándole al Estado millones de pesetas de la época), un sismógrafo para el geógrafo e ingeniero militar Eduardo Mier (1858-1917) y un largo etcétera de máquinas e instrumental de laboratorio. Se dice de Torres Quevedo que es el equivalente a Ramón y Cajal en cuanto a desarrollo de las aplicaciones de la ciencia.
Ha sido muy biografiado y es bien conocida su actividad profesional, de interesante lectura para quien no lo conozca. En E cambio, se ha escrito poco sobre la fe católica de este ingeniero e inventor.
En una reciente entrevista telefónica con una de sus nietas, a la pregunta de '¿era su abuelo católico?' la contestación fue contundente: "Católico, apostólico y romano hasta la médula".
Una primera noticia de su religiosidad la facilita el padre jesuita Jorge Loring, quien comenta: "En 1976 estuve en Toledo predicando conferencias cuaresmales, y entonces tuve la satisfacción de conocer a Valentina Torres Quevedo , hija del inventor. Ella me dijo que su padre murió como un buen cristiano, como había vivido. Comulgaba todos los Primeros Viernes de mes". Era, por lo tanto, practicante de esta devoción al Sagrado Corazón difundida en el siglo XVII por Santa Margarita María de Alacoque.
En la obra Biografía de D. Leonardo Torres Quevedo, escrita por Leopoldo Rodriguez Alcalde y publicada por la Institución Cultural de Cantabria y el CSIC (1974), se recogen aspectos de la religiosidad del inventor.
El autor comenta: "He de confesar que también es muy grato recorrer un panorama vital como la existencia de un sabio…donde el hombre se manifiesta con las excelsas cualidades que son su mejor atributo de hijo de Dios , y que, como otros varones de ciencia poseyó en altísimo grado D. Leonardo Torres Quevedo […] Cuando murió D. Luis tocaron a muerto todas las parroquias del valle […] Una vez terminados sus cursos estudiase dos años en París, en el colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana […] El 16 de abril de 1885 se casó con Dña. Luz Polanco y Navarro que fue […] ideal y devota compañera del ilustre sabio durante cincuenta años de felicísimo matrimonio […] La vida de Luz estuvo enteramente consagrada a su marido y sus hijos".
"Fue persona de grandes virtudes cristianas y gran corazón […] El matrimonio tuvo ocho hijos. La vida familiar de D. Leonardo la resume su biografo en "familia española, recogida, prudente, unida, cumpliendo en el mejor grado aquello de 'vivir en paz y en gracia de Dios'”.
Preparándose para la muerte
Refiriéndose a la muerte de Torres Quevedo escribe: "Acostumbraba a leer el catecismo, como preparándose íntimamente al próximo y tranquilo fin que le aguardaba [...] Su hija Doña Valentina le dijo en cierta ocasión: “Papá, a lo mejor no comprendes del todo los misterios que la fe nos ofrece, como yo tampoco entiendo tus inventos” y respondió cariñosamente: “¡Ay, hija, es que de Dios a mí hay una distancia infinita!”.
Una vez iniciada la Guerra Civil, su hija Luz fue detenida por los milicianos, y hubo de echar mano la familia de que Torres Quevedo era comendador de la Legión de Honor francesa para sacarla de una checa, con intervención de la Embajada de Francia incluida, algo que sin duda le salvó la vida.
El ingeniero moriría ese mismo año de 1936, tal y como su propio hijo narra. A pesar de las dificultades por la persecución religiosa desenfrenada, la familia consiguió que se le administraran al inventor los Santos Sacramentos. En el instante de recibir la extremaunción, dos o tres horas antes de fallecer y otro tanto después de haber dejado de hablar, pronunció sus últimas palabras: “Memento homnia, quia pulvis eris et in pulverem reverteris" (Recuerda, hombre, que polvo eres y al polvo tornarás). Algunos besaron su mano yerta, otros, a pesar de ser peligroso por la persecución antirreligiosa, hincaron la rodilla mientras la familia musitaba oraciones cristianas.
Su muerte pasó prácticamente desapercibida. Pero su recuerdo y su obra perduran. En la misma obra se recogen unas palabras de Tomás García de Diego sobre Torres Quevedo: "Quizá el dolor es sólo síntoma del alumbramiento de una vida mejor y las tinieblas no tienen detrás la noche inacabable sino un claro y radiante amanecer de una vida mejor y más justa, con cristiana aplicación de las grandes creaciones hechas al servicio de Dios y de los hombres, como las de Leonardo Torres Quevedo, genial inventor y español ejemplar”.
La visita a la exposición gratuita conmemorativa del 75 aniversario del Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información ‘Leonardo Torres Quevedo’, que recuerda también a su figura, puede formar parte del circuito de visitas religiosas para estas próximas fechas navideñas en Madrid: ciencia, fe y Navidad.
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