Levantó en su día encendidas críticas el sombrero usado por la primera dama norteamericana, la eslovena Melania Trump, durante su viaje a varios países africanos. Se trata del salacot. El hecho de que llevara este sombrero fue tachado de gesto irrespetuoso y racista en algunos medios de comunicación. Lo lució durante un safari en Kenia, en donde lo usaron habitualmente los colonizadores británicos y los blancos en general. De hecho, se extendió en todas las colonias asiáticas y africanas. Por eso, el salacot se asoció al colonizador en general.
Quizá la primera imagen que nos llegó del uso del salacot fue un retrato del explorador Henry Morton Stanley mientras saludaba con él en la mano al Dr. David Livingstone el 10 de noviembre de 1871 en Ujiji, un poblado a orillas del lago Tanganika, en la actual Tanzania. Fue allí en donde Stanley pronunció la famosa frase: «El doctor Livingstone, supongo».
El salacot está hecho con tiras de palma o con corcho recubierto de lona con un aro interior que dista de los bordes para dejar circular el aire. Cumple, por eso, la función de protegerse de los agresivos rayos del sol en las zonas tropicales. Su nombre es de origen tagalo (salaksak).
He visto en el archivo de la revista Mundo Negro decenas de fotografías de misioneros y misioneras con salacot, evidentemente no por razones colonialistas, sino prácticas. El mismo cartel del DOMUND de 1949 se ilustra con la imagen de un misionero con sotana blanca y salacot. También lo usó el Dr. Albert Schweitzer, nada sospechoso de racismo, durante su actividad misionera y sanitaria en Lambaréné (Gabón). De todos modos, este sombrero se ha asociado siempre a un atuendo colonialista y se convirtió en el paradigma del esplendor del imperio británico en los siglos XIX y XX.
Además de los sombreros como símbolos de una época, se han popularizado vestimentas para neutralizar el uso de indumentarias consideradas burguesas. La más famosa fue el traje Mao, con el que apareció el líder de la revolución china el 1 de octubre de 1949 en la Plaza Tiananmen de Pekín para proclamar la creación de la República Popular. La gran novedad de este traje era el cuello de la chaqueta.
Menos conocido es el traje introducido por Joseph-Desiré Mobutu en Congo cuando puso en marcha la zairización, basada en la llamada autenticidad o vuelta a las raíces. Se trata del abacost, acrónimo de à bas le costume (abajo el traje), usado por Mobutu como símbolo de su programa de autenticidad. Tenía alguna similitud con el traje de Mao, aunque el presidente zaireño solía llevar dos complementos más: un pañuelo de seda en el cuello y un gorro de leopardo.
El salacot, de todos modos, no se usó nunca como adorno colonial ni, mucho menos, como símbolo del colonialismo. Fue un singular sombrero cómodo y ligero, que aliviaba del sofocante calor y del sol implacable de los trópicos. La simbiosis salacot-imperialismo fue inventada por los anticolonialistas, pero ni se creó ni se usó como icono racista.
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