El 11 de noviembre de 1918 se firmó en un vagón de tren en el bosque de Compiègne el armisticio que terminó con la I Guerra Mundial. Un siglo después, líderes de todo el mundo han conmemorado en Francia este fin de semana el final de un conflicto que provocó más de 10 millones de muertos. Aunque los escenarios más recordados e historiados tuvieron lugar en Europa, el continente africano también fue protagonista de aquella guerra.
Cuando el 28 de julio de 1914 Austria invadió Serbia comenzaba uno de los conflictos más sangrientos de la historia. Se fueron tejiendo las diversas alianzas y en la guerra participaron las principales potencias que arrastraron a otras de menor entidad. Como aquellas eran, a la vez, las que habían ocupado África, fragmentándola en colonias, implicaron a estas en una guerra en la que nada tenían que ver y, así, las obligaron a enfrentarse al tiempo que lo hacían sus metrópolis.
De los contendientes, Alemania ocupaba entonces Camerún, Togo, Namibia, Tanzania, y las actuales Ruanda y Burundi, mientras que Francia, Inglaterra y Bélgica (los “Aliados”) mandaban en el resto, exceptuando los territorios portugueses (Guinea-Bissau, Angola y Mozambique) y españoles (Guinea Ecuatorial y Sahara Occidental) que no intervinieron. Los tres países libres de África (Liberia, Etiopía y Sudáfrica) se decantaron por los Aliados.
Nada más empezar la guerra, la primera tarea de los contendientes fue reclutar africanos para que pudieran intervenir, no solo en suelo africano, sino también fuera. Solo Francia había previsto, ya antes de la guerra, formar un ejército negro permanente por un decreto de 1912, en el que se preveía un servicio militar obligatorio de cuatro años, que podría realizarse en Europa. Al estallar la guerra, tan solo en África Occidental, fueron movilizados inmediatamente 14.785 soldados; al terminar el conflicto, más de 483.000 africanos habían pasado por el Ejército francés. En principio, el reclutamiento era “voluntario”, pero, aunque muchos lo fueron de este modo, la mayor parte se hizo bajo ciertas presiones, ya que frecuentemente algunos jefes se pusieron al servicio de los funcionarios políticos para llevar a cabo esta tarea.
Para la campaña de 1915-1916 se decidió la incorporación de 50.000 reclutas, y algunos hablaron de una “nueva trata de esclavos”. De los 45.000 “voluntarios” salidos de Madagascar, la mayor parte fueron forzados. Inglaterra también recurrió a este tipo de reclutamiento. Por una orden de 1915 se impuso en África Oriental el servicio militar obligatorio entre varones de 18 a 45 años, y en 1917 se extendió a Uganda. Bélgica contribuyó esencialmente con 260.000 porteadores, la mayor parte obligados. Alemania contó principalmente con soldados europeos, mientras que empleó fundamentalmente a los africanos para transporte y servicios varios. Sin embargo, en Tanzania preparó un cuerpo autóctono especializado, formado por 11.000 askaris, que comprendía soldados, policías y personal sanitario y logístico.
En general se puede hablar de más de un millón de soldados africanos que actuaron dentro y fuera de África. Solo los franceses se llevaron fuera del continente a medio millón de africanos. Las condiciones difíciles en el frente sirio y palestino, especialmente en 1915, hicieron que allí se enviaran soldados egipcios y animales requisados, que desempeñaron un papel fundamental. Al personal militar hay que añadir más de 1,5 millones de porteadores –en algunos casos se empleaban tres porteadores por soldado–. La intervención de soldados y porteadores fue decisiva en las campañas africanas, y su mortalidad alta por enfermedades y agotamiento. La mayor parte fue convenientemente remunerada, y los senegaleses pertenecientes a las históricas “cuatro comunas” siguieron, además, disfrutando de los derechos de la ciudadanía francesa.
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