jueves, 18 de octubre de 2018

Veinteañera, inteligente, rodeada de burlas, Flannery O'Connor escribió este diario de oración


Aunque murió joven, con apenas 39 años, Flannery O'Connor está considerada como una de las escritoras más importantes del siglo XX en el sur de Estados Unidos. Muchos la consideran una de las grandes exploradoras literarias católicas del alma humana, especialmente de sus recovecos oscuros. 

Flannery O'Connor  dejó 32 relatos y dos novelas, Los violentos lo arrebatan y Sangre sabia, adaptada al cine por John Huston en 1979.

En 1951, con 26 años, le fue diagnosticado un lupus, una enfermedad degenerativa que la mataría trece años después, igual que antes acabó con su padre. La segunda mitad de su vida la pasó retirada en el campo, con la excepción de un viaje que hizo por Europa en peregrinación por Roma, Lourdes y pasando por Barcelona.

Diario de oración: cartas de una chica que quiere rezar

Siempre fue persona de fe católica fuerte, muy autocrítica e incluso mordaz. En 1946 y 1947, con 21 y 22 años, empezó una serie de cartas o mensajes para Dios, con formato de diario. Ahora, la Editorial Encuentro publica en español una selección de estos textos, que pueden ayudarnos a rezar, o al menos a tomarnos en serio el trato con Dios, precisamente con su tono cáustico, pero sincero. El librito cuenta con 10 páginas de presentación, 40 páginas de cartas, y 50 páginas de facsímil, con el texto de su puño y letra. (El "Diario de Oración" puede adquirirse aquí).

Son textos de juventud, anteriores a su enfermedad. Precisamente, son las reflexiones de una joven inteligente que buscaba a Dios, rodeada por gente universitaria que le hablaba de la fe como algo irracional. Así, como dice la introducción "este cuaderno es el testimonio de quien toma en serio estas objeciones y se dirige a Dios como interlocutor".

Guadalupe Arbona e Isabel Berzal, las traductoras del texto, escriben del diario: "Flannery O'Connor no es una ingenua ni una sentimental y tiene la lucidez para ver lo fácil que es hacer de lo bueno algo perverso. Conoce bien su debilidad: desea ser 'una santa inteligente', cuando se sabe una tonta presuntuosa. Le pide a Dios que se dé a sí mismo a través de un conocimiento claro y razonable. No quiere sucedáneos".

Lucidez y búsqueda de Dios

La escritora "tenía un ojo especial para detectar el mal y la violencia". También descubría cosas en sí misma -presunción, pedantería, mediocridad, tibieza- que aborrece y de las que se quiere liberar. La singularidad del diario está en la lucidez que tiene de su punto de partida y el anhelo de Dios que expresa. "A medida que se avanza por las páginas se va adquiriendo la seguridad de que el interlocutor es un Dios que salva de la mediocridad y al que desea como a una amante".

Este diario tiene textos que brotaban de su espontaneidad más auténtica, automática, "a veces deliciosa, otras endiablada". Esa espontaneidad lleva de una frase a otra, cuando a menudo lo más apropiado es detenerse a meditarlas y paladearlas. Ella recoge formas de oración, reflexiones sobre las virtudes teologales y sobre la vida católica en su experiencia personal.

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Entrada del 30 de mayo de 1947

Me he topado con Bloy [escritor católico francés, 1846-1917, conózcalo aquí en ReL]. Es horrible que podamos volver a ser los mismos de antes después de haberlo leído. Bloy es un iceberg que me han enviado para romper mi Titanic y espero que lo destroce, pero me temo que hace falta más que Bloy para acabar con nuestro tiempo. Nuestro tiempo es la Caída, y desde luego, es el pecado original. Lo puedes someter pero no te lo puedes quitar de encima, puedes luchar contra él y mutilarlo, pero no puedes matarlo.

Es difícil querer sufrir. Considero que para quererlo es necesaria la gracia. Soy mediocre espiritualmente, pero tengo esperanza. Por lo menos soy del espíritu, lo que significa que estoy viva. ¿Qué pasa con las personas muertas con las que vivo? ¿Qué hay de ellas? Nosotros los que vivimos tendremos que pagar por sus muertes. ¿Qué pueden hacer ellas, si están muertas? Es por ellas, supongo, por las que los santos murieron.

No, los santos murieron por Dios, y Dios murió por los muertos. Ellos no tuvieron que someterse a la indignidad de Dios. Nadie puede repetir lo que Cristo hizo. Estos "cristos" modernos que aparecen en posters de guerra y en poemas que dicen "todos los hombres son Jesús, todas las mujeres son María" provocarían arcadas en Bloy. Los demás hemos perdido la capacidad de vomitar.

Entrada del 26 de septiembre de 1947

Mis pensamientos están muy lejos de Dios. Podría perfectamente no haberme creado. Cuando escribo aquí me provoco a mí misma un sentimiento que me dura aproximadamente media hora, parece una farsa. No quiero nada de ese sentimiento artificial y superficial que me ha estimulado el coro. Hoy he descubierto que soy una glotona de galletas escocesas y de pensamientos eróticos. No hay nada más que decir de mí.

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