Neila Mejía Rodríguez ha contado su experiencia cercana a la muerte y la cercanía sanadora de la Virgen María a Ana Beatriz Becerra, en el digital católico Portaluz.
Neila Mejía era una joven de Bucaramanga (Colombia) con muchos problemas emocionales y familiares, pero tenía algo que desde hacía 3 meses la alegraba: una moto. Con ella podía llegar de su casa a su centro de estudios en apenas 20 minutos. La usaba cada día.
Ella no era una joven religiosa en absoluto. “Sabía que existía Dios, pero yo pensaba ‘Dios está allá arriba, yo estoy aquí en la tierra’. Yo no sabía que Dios era mi Creador, mi papá, eso yo no lo sabía”, explica.
Una vida sin norte
No se sentía a gusto en su familia, que era, dice, “disfuncional”. “Prefería la calle”, señala. “Yo buscaba el mundo, para satisfacerme a mí misma, no tenía norte… y hasta tuve un intento de suicidio a los 18 años… yo no le encontraba sentido a mi vida”, recuerda. “Vivía la vida porque tocaba vivirla”, sin motivaciones. Y abusaba del alcohol.
La moto era su gran alegría y signo de libertad. Pero aquella noche casi fue la causa de su muerte. Chocó con un camión del ejército.
“Yo no vi ni escuché nada… Pensaban que yo estaba muerta, porque me salía mucha sangre”, le contarían tiempo después. Con traumatismo cerrado en el cerebro, fracturas y heridas, fue ingresada en cuidados intensivos de la clínica más cercana, La Merced de Bucaramanga, en el barrio universitario. Pasó 23 días en cuidados intensivos.
Dos mujeres: la Virgen… y otra
“Cuando estaba en cuidados intensivos, recuerdo haber visto como la silueta de una señora. No le vi el rostro, pero sí la silueta, era una mujer. Yo estaba mirando hacia el techo, sentía que estaba agonizando y me decía a mí misma: usted se va a morir, ya llegó el momento de partir. Y en ese momento sentí como que ya me moría. Entonces vi la imagen de la Virgen en el techo, era como de una silueta. Nadie me había dicho quién era, pero yo sabía que era la Santísima Virgen María. Entonces yo decía: «Ay, mi familia tiene que estar orando mucho por mí, miren la Virgen, la Virgen me estaba cuidando»”.
Pero veía también otra imagen, otra silueta, inquietante. “Era una señora que estaba sentada en la parte izquierda de mi cama, toda vestida de negro. Era súper delgada, de pelo corto y cuando yo le hablaba lo de la Virgen, no me decía nada y se reía”. Cuando, tiempo después, habló a su madre sobre estas visiones, ella le respondió: «Hija, la de negro era la Muerte que se la quería llevar».
Neila piensa hoy que “si me hubiera muerto en ese momento creo que no me hubiera tocado el cielo”. Siente, con gratitud, que la Virgen le concedió su visión benéfica como un llamado a la conversión.
Una recuperación difícil, pero que transformó su alma
La recuperación fue un proceso largo y doloroso. Sufrió varias operaciones. Pero algo había cambiado. Cuando se veía abatida por las limitaciones físicas o si sentía ganas de beber hasta aturdir su ansiedad y rabia, el recuerdo de su visión de la Virgen le consolaba y calmaba. La transformación de su alma comenta, “fue lenta, aunque hubiera querido que fuese más radical”.
Casi una década ha transcurrido desde estos hechos que Neila recuerda. La certeza de ser amada por Dios ha ido anidando en su corazón. Poco a poco nació en ella la gratitud y el deseo de “visitarlo en el Santísimo y rezar el Rosario. Dios es la felicidad, un Tesoro inagotable. Vale la pena cualquier sacrificio por Él, pues lo dio todo por mí, por nosotros, a través de su Hijo… quien desde la cruz nos dio a su Mamá”, explica Neila emocionada.
Y a quien le plantea que su visión pudo tener relación con las medicinas o el trauma que vivía su cuerpo en recuperación en el hospital, ella responde apuntando al efecto sanador y transformador que tuvo en su vida. No fue el accidente, en realidad, lo que transformó su alma. Fue el ánimo y consuelo celestial con el que afrontó su nueva vida.
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