Dios grande y maravilloso,
muchas veces en nuestras
letanías,
hemos dicho:"Escúchanos,
Señor",
sin habernos preguntado
primero
si nosotros te hemos
escuchado a Ti,
si hemos estado en
sintonía con tus palabras,
con tu silencio.
Queremos que inclines tu
oído a nuestra súplica,
sin preocuparnos de
corregir
nuestra sordera, la dureza
de nuestro corazón.
Interpreta tú, Padre,
nuestra pobre oración;
y cada vez que nos oigas
repetir:
"Escúchanos, Señor",
entiende que queremos
decirte:
abre nuestros oídos
para que escuchemos tu
voz,
abre nuestros ojos para
verte en todas partes,
abre nuestros labios para
alabarte.
Como Salomón, nos sentimos
niños
ante ti: niños crecidos
deprisa y a veces mal,
sacudidos de una parte y
de otra
y arrastrados por el
viento otoñal
como hojas errantes sin
meta.
Danos un corazón que te
escucha a tí,
Padre de misericordia,
con el Hijo y el Espíritu
de amor:
escuchamos, oh Dios, y
perdónanos.
Oremos unidos, Sor María Pilar, O.P
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