Malí, un país que sufre una de las peores crisis del continente desde el estallido de la rebelión yihadista-tuareg de 2012, celebra elecciones presidenciales el próximo 29 de julio. Los mismos dos candidatos que rivalizaron en los comicios de 2013 emergen como los máximos favoritos. Por un lado, el actual presidente Ibrahim Boubacar Keita (IBK), con un paupérrimo balance en los cinco años que ha estado en el cargo; enfrente, Soumaila Cissé, jefe de filas de la oposición quien, pese a su perfil técnico, es percibido como un mal menor por miles de malienses ante la probada ineficacia de su desgastado rival.
El ambiente se ha ido caldeando a medida que se acerca la cita con las urnas. El pasado 2 de junio una concentración de los partidos de la oposición en Bamako acabó con 25 heridos. Una semana más tarde, miles de personas reclamaron en las calles la celebración de unas elecciones libres y transparentes. Mientras IBK y su círculo anuncian un takokelen, es decir, una victoria en primera vuelta, sus rivales, los más temibles organizados en torno a la Coalición por la Alternancia y el Cambio, que agrupa a decenas de partidos, organizaciones sociales y colectivos ciudadanos, temen que se esté preparando un pucherazo y se preparan para la batalla.
Inquieta sobre todo la gran cantidad de malienses que no se han inscrito aún para votar, carencia achacable a la astenia de un Gobierno que se sabe beneficiado por una baja participación. IBK ha sido un fracaso manifiesto. No solo ha sido incapaz de poner fin al conflicto que desangra al norte de Malí y que, lejos de apagarse, irradia al centro y a países vecinos como Níger y Burkina Faso, sino que, en clave interna, no ha sabido atajar la corrupción ni los enormes problemas sociales que arrastra el país, como el desempleo juvenil o la situación de la educación y la sanidad, y tampoco ha tejido la tan necesaria reconciliación nacional entre las diferentes comunidades.
Soumaila Cissé, el principal aspirante a sucederle en el Palacio de Koulouba, tampoco parece guardar bajo su bubu el elixir mágico, pero, salvo sorpresa, es lo que hay. El ingeniero informático nacido en Tombuctú es un eterno aspirante al que hasta ahora ha perjudicado su procedencia norteña en un país donde el lugar de origen importa. Ha sabido situarse al frente de una amplia coalición y granjearse el apoyo de algunos pesos pesados de la política maliense, como es el caso de Tiebilé Dramé, que desde hace dos décadas está en todas las salsas.
Si bien IBK y Cissé son los dos gallitos de esta pelea, podría haber alguna sorpresa. De entre la quincena de candidatos que se presentan a los comicios no hay que olvidar al joven y ambicioso Moussa Mara, así como al hombre de negocios y, según dicen, la persona más rica del país Aliou Boubacar Diallo. Otros aspirantes son los ex ministros Mohamed Ali Bathily, Houseini Amion Guindo y Dramane Dembelé, el alcalde de Sikasso Kalifa Sanogo, los funcionarios internacionales Modibo Koné y Hamadoun Touré y el general Moussa Sinko Coulibaly, quien -fuera mano derecha del defenestrado golpista -Amadou Haya Sanogo.
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