sábado, 30 de junio de 2018

Domingo XIII (Ciclo B) del tiempo ordinario

Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. 

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad». 

Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

«Solamente ten fe»

COMPARTIMOS:
Hoy, san Marcos nos presenta una avalancha de necesitados que se acerca a Jesús-Salvador buscando consuelo y salud. Incluso, aquel día se abrió paso entre la multitud un hombre llamado Jairo, el jefe de la sinagoga, para implorar la salud de su hijita: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva» (Mc 5,23).

Quién sabe si aquel hombre conocía de vista a Jesús, de verle frecuentemente en la sinagoga y, encontrándose tan desesperado, decidió invocar su ayuda. En cualquier caso, Jesús captando la fe de aquel padre afligido accedió a su petición; sólo que mientras se dirigía a su casa llegó la noticia de que la chiquilla ya había muerto y que era inútil molestarle: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» (Mc 5,35).

Jesús, dándose cuenta de la situación, pidió a Jairo que no se dejara influir por el ambiente pesimista, diciéndole: «No temas; solamente ten fe» (Mc 5,36). Jesús le pidió a aquel padre una fe más grande, capaz de ir más allá de las dudas y del miedo. Al llegar a casa de Jairo, el Mesías retornó la vida a la chiquilla con las palabras: «Talitá kum, que quiere decir: ‘Muchacha, a ti te digo, levántate’» (Mc 5,41).

También nosotros debiéramos tener más fe, aquella fe que no duda ante las dificultades y pruebas de la vida, y que sabe madurar en el dolor a través de nuestra unión con Cristo, tal como nos sugiere el papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi (Salvados por la esperanza): «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito».

viernes, 29 de junio de 2018

Agente del FBI, misionera, viuda y protestante: en un viaje a Tierra Santa volvió al catolicismo

Durante su vida, Cheryl Masaitis-Spychaj ha vivido momentos de todo tipo. Desde ser agente del FBI y participar en importantes redadas de droga, hasta vivir en China durante dos años enseñando inglés y haciendo cursos de Biblia. Pese a que se crió en una familia católica, acabó siendo protestante por malas experiencias en la universidad, y no fue hasta que viajó a Tierra Santa que se convirtió y empezó a rezar el rosario viviendo una experiencia de sanación.

"Dios quería robarme mis sueños"

Cheryl nació en 1953 en Buffalo, Nueva York, EEUU. Creció en una familia católica, y desde que tenía 12 años, sentía un gran deseo de ser misionera en lugares lejanos, casarse, y adoptar un niño huérfano. Pero, en aquel momento, tan solo los sacerdotes y las monjas podían ser misioneros. “Recuerdo pensar que tendría que abandonar mi sueño de ser madre”, contó Cheryl al Catholic Herald. “Me creí una mentira de Satán. Pensaba que Dios quería robarme mis sueños”.

Antes de entrar a la Universidad, Cheryl conoció a un chico que tocaba la guitarra y cantaba en la misa del Instituto. Se llamaba Marvin. Salieron durante dos años, y Marvin pidió su mano. Cheryl, confundida por sus dos sueños aparentemente contrarios (ser madre y misionera), le dijo que no. “Sentía que nuestras vidas iban en direcciones diferentes”.

Profesores relativistas

Cheryl fue a la Universidad católica de Cansius, pero su vida de fe se vio contra las cuerdas. “Recuerdo terminar la universidad desilusionada, confusa, vacía y con una gran pérdida de confianza en la gente, porque todo el mundo decidía lo que era verdad por su lado”, explica Cheryl.

Muchos profesores y sacerdotes eran relativistas, y tomaban cosas de las Religiones Orientales. Poco a poco, Cheryl fue acercándose más y más al protestantismo. Su experiencia en aquellas iglesias le hizo volver a tener un poco de fe. “Jesús se estaba convirtiendo en mi más íntimo amigo”, cuenta Cheryl.

Después de la universidad, Cheryl encontró trabajo enseñando en un colegio. Pero su hermana pequeña fue a alistarse en el FBI, y, animada por ella, Cheryl fue también. Más de un año después, le dejaron entrar en el cuerpo y fue enviada a Quantico. El riguroso entrenamiento físico y académico casi hizo que lo dejase, pero su padre le animó a seguir.

Muchas de las actividades que Cheryl realizó en el FBI son confidenciales, pero la ex-agente recuerda que hubo algunos momentos providenciales en sus misiones. En una ocasión, Cheryl participó en una gran redada con la policía y la DEA, un cuerpo policial de Estados Unidos especializado en la lucha contra las drogas. La noche anterior, Chery no podía dormir. Tenía sudores fríos y mucho miedo, y empezó a rezar para que no hubiera heridos.

La operación se desarrolló a primera hora de la mañana. Cheryl irrumpió con el resto de agentes en una cabaña en medio del bosque, pero el hombre al que buscaban no estaba allí.

Un rato después, pensando que la policía había respondido a la alarma de su cabaña, el hombre condujo hacia allí sin saber que iba directo a su detención. Aquella mañana pararon los pies a muchos más delincuentes sin que hubiera heridos, recuerda Cheryl.

Más tarde, Cheryl fue destinada de vuelta a Nueva York. Allí conoció a Greg; primero en un breve vistazo en el metro, y luego en la Iglesia. Él era un católico divorciado con dos hijos, pero acabaron casándose en una ceremonia protestante. Un año después, dejaron sus respectivos trabajos y empezaron a ir a una escuela de Biblia para dedicar su vida al ministerio.

Durante sus estudios, Cheryl tuvo a su primera hija. También adoptaron a una niña con Síndrome de Alcoholismo Fetal, causado cuando la madre ingiere alcohol durante el embarazo. “La llamábamos nuestro pequeño milagro, porque cuando nació pesaba solo 1,3 kg”, recuerda Cheryl. Tuvieron dos hijos más, una chica y un chico.

Dificultades para ir a la misión

Muy pronto, la pareja empezó a interesarse por varias organizaciones misioneras. Pero antes de irse de misión, tenían que pasar unos exámenes físicos. Cuando recibieron los resultados, descubrieron que Greg tenía un cáncer de próstata, y que no podían pagar el tratamiento. Cheryl comenzó a sufrir problemas de estómago y depresión, y a ambos les costaba encontrar trabajo. “De la noche a la mañana, nuestra vida pareció desmoronarse”.

Pero aún había esperanza. La familia encontró cierta estabilidad y una comunidad cristiana cariñosa que ayudaba a personas con necesidades especiales como su hija adoptiva, en una zona rural de Missouri. Vendieron su casa de Nueva York, y Greg viajaba de vez en cuando a la ciudad para someterse a un tratamiento experimental contra su cáncer.

Una oportunidad para evangelizar en China

Un día, en la iglesia a la que iban, hubo una presentación de varios misioneros destinados a China, y Cheryl sintió otra vez esa llamada que tuvo de niña. De forma providencial, el cáncer de Greg estaba en remisión, así que la pareja consiguió trabajos enseñando inglés en China, cogieron a los niños y se mudaron allí. Allí pasaron dos años enseñando inglés y enseñando cursos de Biblia. “Tienen hambre de Dios”, cuenta Cheryl.

La salud de Greg fue empeorando. “Su dolor era tan grave que ni siquiera podía levantarse de la cama, y mucho menos caminar para dar sus clases”, recuerda Cheryl. Cuando la familia volvió a su comunidad rural en Missouri, se enteraron de que el cáncer de Greg se había extendido a sus huesos. Pese a la ayuda de familiares y amigos, Greg falleció un día de Acción de Gracias.

La familia quedó devastada. Cheryl encontró algo de consuelo en un peregrinaje a Tierra Santa con su iglesia. Allí, orando en la Tumba del Jardín, un lugar en el que los anglicanos aseguran que fue enterrado realmente Cristo pese a las evidencias que dicen lo contrario, Cheryl encontró la sanación que buscaba, y curiosamente sintió una llamada a volver al catolicismo. Rezó también para que otro hombre llegara a su vida, y con el tiempo, empezó a rezar el rosario.

Algunos cristianos protestantes piensan que la Tumba del Jardín fue el lugar donde Jesús resucitó, y no el Santo Sepulcro

En su nuevo camino, Cheryl siguió sanando su dolor y siguió rezando. Empezó a asistir a una parroquia y a tener un sacerdote como director espiritual.

La salud del padre de Cheryl empeoró, y decidió mudarse a su ciudad natal para estar con él. Su padre murió la víspera de Navidad. En su funeral, un hombre se presentó en la capilla ardiente. “Cheryl, ¿te acuerdas de mí?, Soy Marvin”, le dijo el hombre.

“Había cambiado mucho desde la última vez que le vi, 37 años atrás”, comentó Cheryl. Empezaron a mantener una correspondencia y hablaban de contraer matrimonio. La semana después de pascua, Cheryl fue a visitar a Greg a Virginia.

Allí, después de misa, caminaron delante de una tumba abierta dentro de la iglesia. “Cheryl, hace dos años estabas de pie delante de otra tumba vacía en Israel y le pedías al Señor que viniera a tu corazón, y él te respondió llevándote de nuevo a la Iglesia Católica”, le dijo Greg. “Hoy quiero responder a la segunda parte de tu petición a Dios. ¿Quieres casarte conmigo?”.

A lo largo de su vida, Cheryl ha vivido retos intimidantes: criar a cuatro niños, servir en el FBI, misionar en un país lejano, una conversión… “Yo hice todo eso con miedo. Aun así, el miedo no debería parar a nadie a la hora de hacer lo que quieren, o más bien a la hora de hacer lo que Dios les manda” concluye Cheryl.

SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO, ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

                                                              Queridos hermanos y hermanas,¡buenos días!
Hoy la Iglesia, un peregrino a Roma y en todo el mundo, va a las raíces de su fe y celebra a los Apóstoles Pedro y Pablo. Sus restos mortales, guardados en las dos Basílicas dedicadas a ellos, son tan queridos por los romanos y por los numerosos peregrinos que vienen a venerarlos por todos lados.

Me gustaría detenerme en el Evangelio ( Mt 16, 13-19) que la liturgia nos ofrece en esta fiesta. Cuenta un episodio que es fundamental para nuestro viaje de fe. Este es el diálogo en el que Jesús les hace a sus discípulos la pregunta sobre su identidad. Primero pregunta: "¿Gente que dice que él es el Hijo del hombre?" (V. 13). Y luego les pregunta directamente: "¿Quién dices que soy yo?" (V. 15). Con estas dos preguntas, Jesús parece decir que una cosa es seguir la opinión actual, y otra es encontrarse con él y abrirse a su misterio: allí descubre la verdad. La opinión común contiene una respuesta verdadera pero parcial; Pedro, y con él la Iglesia de ayer, hoy y siempre, responde, por la gracia de Dios, la verdad: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (v. 16).

A lo largo de los siglos, el mundo ha definido a Jesús de diferentes maneras: un gran profeta de la justicia y el amor; un sabio dueño de la vida; un revolucionario; un soñador de los sueños de Dios ... y así sucesivamente. Tantas cosas hermosas En la Babel de estas y otras hipótesis, la confesión de Simón, llamada Pedro, humilde y llena de fe, permanece firme hoy, simple y clara: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (v. 16). Jesús es el Hijo de Dios: por lo tanto, Él está perennemente vivo ya que su Padre está eternamente vivo. Esta es la novedad que la gracia enciende en el corazón de quienes se abren al misterio de Jesús: la certeza no matemática, pero aún más fuerte, interior, de haber encontrado la Fuente de la Vida, la vida misma hecha carne, visible y tangible en la mitad para nosotros Esta es la experiencia del cristiano, y no es su mérito, de nosotros los cristianos, y no es nuestro mérito, sino que viene de Dios, es una gracia de Dios, Padre e Hijo y Espíritu Santo. Todo esto está contenido en un germen en la respuesta de Pedro: "Tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo".

Y entonces, la respuesta de Jesús está llena de luz: "Tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (v. 18). Es la primera vez que Jesús pronuncia la palabra "Iglesia", y lo hace expresando todo el amor hacia ella, que él define como "mi Iglesia". Y las nuevas comunidades 'de la Alianza, no se basa en la ascendencia y la Ley, sino en la fe en Él, Jesús, el rostro de Dios. Una fe que el Beato Pablo VI, cuando era arzobispo de Milán, expresaron con esta maravillosa oración :

«Oh Cristo, nuestro único mediador, eres necesario 
para nosotros: vivir en comunión con Dios el Padre; 
llegar a ser contigo, que eres el único Hijo y nuestro Señor, 
sus hijos adoptivos; 
para ser regenerado en el Espíritu Santo "( Carta pastoral , 1955).

Por la intercesión de la Virgen María, Reina de los Apóstoles, el Señor permite que la Iglesia, en Roma y en todo el mundo, sea siempre fiel al Evangelio, a cuyo servicio los santos Pedro y Pablo han consagrado sus vidas.

Después del Angelus

Queridos hermanos y hermanas:

esta mañana, aquí en la Plaza de San Pedro, celebré la Eucaristía  con los nuevos Cardenales creados en el Consistorio de ayer ; y he bendecido a los Palli de los arzobispos metropolitanos nominados en el último año, provenientes de diferentes países. Renuevo mi saludo y mi deseo a ellos y a quienes los han acompañado en esta ocasión festiva. Que ellos siempre vivan su servicio al Evangelio y a la Iglesia con entusiasmo y generosidad.

En la misma celebración, recibí con afecto a la Delegación que vino a Roma en nombre del Patriarca Ecuménico, querido hermano Bartolomé. Esta presencia es un signo más del camino de comunión y fraternidad que, gracias a Dios, caracteriza nuestras Iglesias.

Extiendo un saludo cordial a todos ustedes, familias, grupos parroquiales, asociaciones y creyentes individuales de Italia y de muchas partes del mundo, especialmente de la República Checa, Pakistán, China y los Estados Unidos de América. Y veo las banderas españolas: incluso de España ... Y de muchos otros países.

¡Mi saludo de hoy es especialmente para ustedes, fieles de Roma, en la fiesta de los patronos de la ciudad! Para este aniversario, el "Pro Loco" en Roma promovió la Infiorata tradicional, que veo desde aquí, hecha por diferentes artistas y por muchas asociaciones y voluntarios. ¡Gracias por esta hermosa iniciativa y por las llamativas decoraciones florales!


Les deseo a todos una buena fiesta. Y por favor no te olvides de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!

SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS PEDRO Y PABLO, APÓSTOLES

En la actualidad pocos prestan atención al inconmensurable legado espiritual de San Pedro y San Pablo. En el Evangelio, en los Hechos Apostólicos y en las Epístolas de los dos Príncipes de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo, hallaremos su espíritu y sus virtudes. Allí veremos la fe, la humildad, la penitencia de San Pedro, su celo ardiente por Jesucristo, su tranquilidad y su constancia en las prisiones y en los tormentos. Allí admiraremos también el corazón de san Pablo, que según la expresión de San Juan Crisóstomo, no era tanto de Pablo como de Jesucristo: corazón lleno de ternura para este divino Salvador, de celo por la salvación de las almas, de fortaleza en los peligros y trabajos; corazón dilatado, que comprendía en sí todo el Universo, al que quería ganar para su Señor; corazón compasivo, generoso, que nada le abatía ni intimidaba; corazón puro, que no buscaba su propio interés, sino el de los demás y sobre todo el de Jesucristo. Corazones ambos que ni la vida ni la muerte, ni criatura alguna han podido separarles del amor de Dios.

Renovemos en este día la estimación, el respeto y el amor a las Epístolas de nuestros dos Santos Apóstoles. Leámoslas con fe, con docilidad y con un verdadero deseo de sacar provecho de ellas. Las dos de san Pedro contienen excelentes instrucciones, y particularmente la primera, que es un compendio de la vida y de la piedad cristiana. Las de san Pablo son un comentario fiel del Evangelio, y San Juan Crisóstomo no se cansaba de leerlas y admirarlas. Este Santo atribuía lo que sabía, no a la penetración de su espíritu, sino a la lección contínua que hacía de ellas. Aconsejaba frecuentemente esto mismo a los fieles, y mostraba el dolor que sentía en su corazón de que hubiese muchos que ni aún sabían el número de las Epístolas del Santo Apóstol, y de que no las tuviesen todos continuamente entre sus manos: “Si la educación de vuestros hijos – decía el Santo a los casados – si el cuidado de aprovechar a las necesidades de vuestra familia, no permiten que os entreguéis enteramente a este santo ejercicio, a lo menos tened a los escritos de San Pablo la misma inclinación que tenéis al dinero”.

Las Epístolas establecen las más sublimes verdades de nuestra santa religión, y al mismo tiempo tienen cuidado de decir reglas de conducta para todos los estados, y de ponerlas en términos que todo el mundo pueda comprender. Si las leemos con el espíritu con que fueron escritas, ellas nos llevarán a adorar la grandeza y majestad de Dios, a temer Sus juicios, a respetar Sus decretos, a reverenciar el poder de nuestro divino Redentor, a amar Su bondad, y a admirar Su sabiduría. Iluinarán más y más nuestro espíritu, inflamarán nuestro corazón, nos inspirarán un santo fervor para hacer siempre nuevos progresos en el conocimiento, en el amor y en la práctica de nuestras obligaciones, y para perseverar hasta el fin en el ejercicio de todas las virtudes cristianas.

jueves, 28 de junio de 2018

Gritaban: «¡Muerte al extranjero!», pero un chico de la parroquia le salvó: «Es el 'père' Soler»

Personajes El sacerdote misionero Joan Soler lleva 9 años evangelizando en TogoGritaban: «¡Muerte al extranjero!», pero un chico de la parroquia le salvó: «Es el 'père' Soler»
“Dicen que la pobreza es vivir con un euro al día. Hay gente en Togo que vive con menos de un euro a la semana”. Esto es lo que dice el misionero del IEME (misionieme.blogspot.com) Joan Soler, que lleva 9 años en este país y conoce su situación mejor que nadie.

Aunque reconoce que es desesperada, este sacerdote siempre encuentra un motivo para sonreír (allí lo llaman “el hombre de la sonrisa permanente”) y advierte que, en Togo, a diferencia de aquí en España, la gente tiene un sentido en la vida y “cree en algo”.  

Una primera vocación

Soler cuenta que, siendo joven, sintió una “primera vocación” que siente todo cristiano a dar más al Señor, una llamada a seguir a Cristo. “Dentro de esta vocación luego nace la vocación al sacerdocio, que aumenta en tu vida”, explica. “Dios me decía “tienes que dar algo más de ti”.

“Me di cuenta de que faltaban sacerdotes, y de que Dios me llamaba a algo nuevo”, cuenta el padre Soler. Aunque le costaba mucho, Soler recuerda que llegó un momento en el que tuvo que tomar una decisión. “A mi familia le dije que quería ser sacerdote, pero no es muy religiosa y me dijeron que no”.

“Yo era feliz allí”

Al final Soler terminó la carrera de Biología. “El verano antes, me fui a Guatemala en una experiencia de cooperación. No era nada de la Iglesia, sino del ayuntamiento de mi pueblo”, recuerda Soler. Allí no solo descubrió que quería ser sacerdote, sino que quería ser misionero. “Me di cuenta de que yo era feliz allí, con esa gente pobre, con la que compartía algo íntimo. La vida era más real”.

Soler se decantó por África, y estuvo en Mozambique como seminarista. Después entró en el IEME, y le enviaron a Togo. “Fui contentísimo. Busqué donde estaba en el mapa, y ya está”.

Creencia en magia negra y en gemelos malvados, pero creencia en algo

En Togo, el ahora sacerdote se encontró con brujería y magia negra, pero también con un deseo de trascendencia. “Todo el mundo creía”, cuenta Soler. “Hay una dimensión espiritual que para ellos es muy importante”. En Togo, un cuarto de la población es cristiana (protestantes y católicos), otro cuarto musulmana y la mitad son animistas. “Varía mucho. Si vas a una zona rural, el 100% es animista, y a lo mejor si vas a una ciudad puede ser cristiana o musulmana”, explica Soler.

Según cuenta el misionero, en Togo hay mucha brujería, superstición y magia negra. “El cristianismo allí es una liberación radical”, explica. “Porque te quita el miedo. Cuando se les habla de un Dios Todopoderoso y Misericordioso, pierden el miedo. ¿Quién puede estar en tu contra?”.

Con todo, el sincretismo es una práctica habitual, y los conversos mantienen ciertas tradiciones animistas como el mito del ‘Sampola’. “Son unos gemelos, pequeños, que te vienen a atacar y te llevan al bosque”, explica Soler. “Te traumatizan, te vuelven loco o te matan. Y daban miedo, porque la gente cree mucho en ellos”.

 "Con el blanco, no pueden"

“Quitar ese miedo ancestral es muy difícil”, cuenta el misionero. “Fíjate que incluso aquí en España la gente tiene miedo al viernes 13, o no pasa por debajo de una escalera. Son cosas que quedan”.

Al sur del país el vudú y el mal de ojo son también el pan de cada día. Soler no tiene miedo de estas maldiciones. “Yo siempre les digo que con el blanco no pueden”, ríe el religioso. “Porque yo soy un hombre de fe. Lo que les enseño es que nadie puede controlar tu vida si eres hijo de Dios”.

“¡Muerte al extranjero!”

También hubo momentos en los que Joan Soler temió por su vida en Togo. En una ocasión, fue a visitar a un enfermo en la ciudad. La policía había matado a un niño, y había varias manifestaciones. “Estaban quemando el ayuntamiento”, recuerda Soler. “Me rodearon y me cogieron la moto. Gritaban: ¡Muerte al extranjero! Pensaban que yo era francés (Togo fue colonia francesa hasta 1960)”.

“Allí si que me asusté un poco”, prosigue. “Pero vino un joven de la parroquia y dijo: es el père Soler, es el père Soler, y me dejaron pasar”. El sacerdote aun así confía en la gente, y piensa que allí, y en cualquier parte, siempre habrá más gente buena que mala.

Una camiseta del Barça por seguir viviendo

El padre Soler también ha sufrido momentos de tristeza durante su misión en Togo. Los más duros, cuando algún niño de su parroquia fallecía. “Recuerdo sobre todo a uno… Un chaval muy majo, hacía la catequesis y tenía 14 años”, recuerda Soler. “Se fue apagando en una habitación, en su cabaña de barro, en la ciudad. Una cabaña de barro en los pueblos vale, pero una en la ciudad significa extrema pobreza”.

“Recuerdo que el último día que fui a verlo el chaval me dijo: me voy a morir. Fue muy duro. Yo le dije: si vives, te voy a regalar una camiseta del Barça. Le gustaba mucho el fútbol”, cuenta el misionero. “Al día siguiente, su madre lo tenía en brazos y estaba llorando. Había muerto. En la pared de la cabaña había dibujado la camiseta del Barça que quería”.

Soler lamentó profundamente la muerte del niño. “Pensé que no era justo. Moría porque era pobre. No era su momento y no lo merecía. Nadie lo merece, es cierto, pero si llega a estar en España no hubiera muerto. Es así”, apunta.

La gran alegría de “ser corto”

Aunque lo que más abunda son las alegrías, dice el padre Soler. “Hay tantas que no sabría por donde empezar”, comenta. “Cada vez que un joven me venía y me decía que quería ser sacerdote, para mí era un momento precioso. Porque es tu vida y te das cuenta de que tu vida al otro le gusta. Y aquí, en España, te llaman desgraciado si te haces sacerdote”.

Togo ha ido evolucionando, y la Iglesia crece. El padre Soler tiene en el país africano 1.700 catecúmenos, 6 seminaristas mayores y 14 menores. “Es un lujo de fe”, dice Soler.

Soler cuenta también como una señora española le recriminaba que allí, en Togo o en cualquier país pobre, la gente cree más porque no tienen formación. “Porque son un poco cortos”, recuerda Soler que le dijo la señora. “Yo le di las gracias diciendo que yo era sacerdote y que debía ser el más corto de todos”, ríe Soler.

“Hay que cambiar esta mentalidad que tenemos de que los pobres creen más porque son tontos o no tienen educación”, advierte Soler. “Creen más los pobres porque tienen más confianza en Dios, y la gente aquí pone su confianza en los estudios, en el dinero, en lo que sea… Y ha olvidado algo más radical”.

La gran diferencia en el sentido

El padre Soler nota una gran diferencia entre Togo y España a la hora de reconocer un sentido en la vida. “Yo recuerdo que se murió una niña muy pequeña, muy pequeña”, explica. “Y yo me puse a llorar, porque ya me daba tanta pena… Y la madre, ¡La madre! Que estaba sirviendo la comida a los demás, me dijo: no llore, no llore. Ella ha venido al mundo, no le ha gustado, y se ha vuelto. Ellos tienen la certeza permanente de que hay algo más”.

“Aquí, en cambio, si se muere alguien con 60 o 50 años la familia se rebota, y se enfada con Dios”. El misionero lamenta que en España falta este sentido radical de ser Hijo de Dios. “¿Cómo hacemos que la gente en España vuelva a tener una vida con sentido? ¿Con un sentir de Dios?”.

“Los momentos en los que he sentido más a Dios ha sido en los más peligrosos y duros, cuando me sentía peor. Allí es donde he encontrado más a Dios. Cuando más lo necesitaba, es cuando más le encontré”, concluyó el padre Soler.

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO

Saludos del Santo Padre en el Aula Pablo VI

A la peregrinación organizada por «Iniciativa católica para el joven sordo de América» (DCYIA)

Querido amigos:

Doy una calurosa bienvenida al grupo «Iniciativa católica para el joven sordo de América». Rezo para que vuestra peregrinación: “Un tiempo para caminar con Jesús”, os ayude a crecer en el amor a Cristo y a los demás. El Señor tiene un lugar especial en su corazón para aquellos que sufren cualquier tipo de discapacidad, y también lo tiene el Sucesor de San Pedro. Espero que vuestra permanencia en Roma sea espiritualmente enriquecedora y fortifique vuestro testimonio del amor de Dios por todos sus hijos. Mientras continuáis vuestro viaje, os pido que por favor no os olvidéis de rezar por mí. Que Dios todopoderoso os bendiga abundantemente.

A una delegación de la organización “Special Olympics ”

Doy una especial bienvenida a la delegación de la organización «Olimpiadas Especiales», con motivo del 50 aniversario de su fundación. El mundo de los deportes ofrece una oportunidad particular para que las personas crezcan en el entendimiento mutuo y en la amistad. Rezo para que esta Llama Olímpica sea un signo de alegría y esperanza en el Señor que otorga los dones de la unidad y la paz a todos sus hijos. Sobre todos los que apoyan los objetivos de las Olimpiadas Especiales, imploro de corazón a Dios su bendición, que él os conceda el gozo y la paz. 

CATEQUESIS

Queridos hermanos y hermanas:

El texto de los diez mandamientos está precedido por una frase que pone de manifiesto la generosidad de Dios, recordando que Dios liberó a su pueblo y lo sacó de la esclavitud. Es una muestra más de que Nuestro Dios primero salva y después nos pide confianza.

Desde esta perspectiva, la vida cristiana no es simplemente un obedecer normas ni cumplir deberes, tampoco depende solo de nuestra fuerza de voluntad, sino que es una respuesta agradecida a un Padre generoso que nos ama y nos libera. Un corazón que ha sido tocado por el Espíritu Santo es agradecido y recuerda la bondad de Dios y los muchos beneficios que ha recibido de él.

Si alguien no ha hecho todavía experiencia de la acción liberadora de Dios en su vida, necesita elevar su grito al Padre como hizo el pueblo de Israel, él siempre escucha el lamento de sus hijos y los libera. Nosotros no podemos salvarnos únicamente con nuestras propias fuerzas, pero podemos gritar pidiendo ayuda. Esto es ya una forma de oración, que brota de lo que en nosotros existe de oprimido y necesitado de libertad. Dios escucha siempre nuestro grito, pues él nos ha llamado a vivir como hijos libres y agradecidos, obedeciendo con alegría a aquel que nos ha dado mucho más de lo que nosotros podremos darle.

Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.

Los invito a que, recordando todo lo bueno que Dios ha hecho en ustedes, respondan con libertad y alegría a la llamada de Dios, que nos ama y nos libra de nuestras esclavitudes para que podamos vivir como sus hijos amados. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

martes, 26 de junio de 2018

Las historias de 7 nuevos sacerdotes sevillanos

Las historias de 7 nuevos sacerdotes diocesanos ordenados este fin de semana en la capital andaluza: Antonio Salvago, Salvador Diánez, Álvaro Montilla, José Luis López, José Iván Martín, Francisco José Fernádez y Ariel Figueroa. Hay que tener en cuenta que este año han muerto 23 sacerdotes de la diócesis.

Iván Martín (26 años) encontró la vocación en el mundo de las hermandades. "Soy hermano de ocho cofradías: San Bernardo, el Calvario, la Reina de Todos los Santo, San Gonzalo, la Paz, el Corazón de Jesús de Nervión, la Virgen de los Reyes y la Sacramental de Camas". Participaba en el grupo joven. El párroco de la Concepción de Nervión le propuso a los 17 años la posibilidad de entrar en el seminario. «Le dije que ni loco», comenta.

Acudió a la JMJ de 2011 en Madrid. «Allí vi cosas que fueron uniendo los caminos. Conocí a un chaval seminarista. Vi que era una persona normal». Cuando llegó a Sevilla, fue a ver al párroco, que le animó a conocer el seminario. «Uno no entra cien por cien seguro de que de allí saldrá cura. Esto es como los noviazgos, uno conoce a una chica y no puede asegurar que vaya a casarse con ella». Así, poco a poco fue fraguando la amistad con Jesús, a través de la oración y comprendió lo definitivo: no sólo era participar en Cáritas, «tenía que entregarme por entero».

El secretario personal del arzobispo

Francisco José Fernández (de 36 años) encontró su vocación en el seno de una hermandad, el Gran Poder de Tocina, que «tiene un sentido de eclesialidad muy grande». Estuvo doce años en la junta de gobierno y, cuando lo dejó, se dio cuenta de que le faltaba algo importante. «Echaba de menos al Señor y empiezo a buscarlo. Voy a misa cada vez más hasta que acabo yendo todos los días». A los 31 años, después de ver pasar al Señor por delante tantas veces, recapacitó. «Entré en el seminario con 31 años, convencido de que había estado corriendo delante de Él al menos 15 o 16 años. Hasta que uno se cansa y le dice: ‘Aquí estoy y haz conmigo lo que quieras’».

Francisco José tiene la peculiaridad respecto a sus compañeros de ser el secretario personal del arzobispo, Juan José Asenjo. «Por pura gracia, no tengo ningún mérito especial para ser cura ni para que don Juan José depositara su confianza en mí», responde.

Serenidad y convicción

José Luis López (32 años), de la parroquia de Consolación de Osuna, cuenta que «desde chico tenía la inquietud. Sin saber hablar aún, en el barrio siempre decía que quería ser ‘cúa’», explica. Con 20 años entró en el seminario, «pero duré dos meses allí, no podía soportar estar encerrado». Después de estudiar y trabajar, al cabo de cinco años se dio cuenta de que su camino era ser sacerdote. «Y sin problemas», afirma.

Iván Martín, Salvador Diánez, Álvaro Montilla, Antonio Salvago, José Luis López, Ariel Figueroa, Francisco José Fernández y Francisco Javier López

Antonio Salvago (31) recibió la llamada del Señor cuando estaba acabando los estudios en la universidad. «Es un sentimiento que me animaba a hacer algo por los demás». Ya pertenecía a un movimiento juvenil, Paz y Bien, de las Franciscanas de los Sagrados Corazones en Marchena. Se dio cuenta que quería dedicar su vida a eso, haciéndolo al modo de Jesús. «Una nueva vida», indica. Vive «con serenidad» el compromiso que tiene por delante y sin miedo de cuál será su destino.

"Hoy cuesta más tomar decisiones para toda la vida"

Salvador Diánez, de 38 años, es el mayor del grupo, le saca once años a Iván, pero el camino termina en el mismo sitio. Piensa que «el Señor sigue llamando igual que cuando había muchas vocaciones, la diferencia es que ahora nos cuesta mucho más tomar decisiones que van a marcar toda la vida. Pero esto no sólo ocurre con nosotros, pasa en todos los ámbitos. Un ejemplo es que hoy en día la gente se casa menos y más tarde, igual que con las vocaciones».

Salvador ha estado involucrado en temas sociales. Ha trabajado con inmigrantes, en barrios humildes de Sevilla y, un verano, viajó a la India. Allí descubrió que su camino «va por otros derroteros». Pero le costó dar el paso... Cuando terminó la carrera de Historia del Arte, vio el precipicio. «Voy a hacer un máster», se dijo. Después, el trabajo volvió a posponer la decisión definitiva. Hasta que «por justicia», al final, lo hizo. «El Señor ha estado en mi vida desde pequeño y sentí que no podía posponerlo más». Como la mayoría de las vocaciones, se vio marcado por referentes sacerdotales. En su caso fue su tío, Francisco Navarro, canónigo que fuera de la Catedral de Sevilla que falleció hace cinco años. «Él fue, es y será mi referente», asegura.

Ser las manos de Cristo

Álvaro Montilla (34) es de Arahal. En la última revista «Iglesia de Sevilla» que edita la Archidiócesis, expone que «no estamos solos» en este desafío, porque «contamos con la ayuda de Dios y de la comunidad». Siempre tuvo claro por qué le llamó Jesucristo: «Él se entregó por nosotros, pero hoy necesita unas manos que le hagan venir cada día, que le ayuden a perdonar los pecados, que bauticen en su nombre. Merece la pena entregarlo todo por los demás».

Por último, Ariel Figueroa (27), es el único del grupo que no estudió en el Seminario Metropolitano, sino en el Redemptoris Mater, del Camino Neocatecumenal. Asegura que fue su abuela quien le transmitió la fe desde niño. Ante la importante cita que tiene mañana, «sólo podemos repetir aquello que se dice durante la ordenación: ‘Que el Señor lleve a término lo que ya ha iniciado’».

lunes, 25 de junio de 2018

La desconocida contribución de Felipe González a la catedral de la Almudena

Este mes se han cumplido 25 años de la consagración de la catedral de la Almudena. Fue el 15 de junio de 1993, cuando san Juan Pablo II consagró por primera vez un templo de estas características fuera de Roma. Una efeméride que ha desembocado en la celebración de un Año Jubilar Mariano en toda la diócesis y que contará con un documental, elaborado por Telemadrid, titulado La catedral del cielo.

A través de esta producción, de 60 minutos, se podrán conocer espacios desconocidos de la catedral, anécdotas, imágenes e historias inéditas. Es el caso de las gestiones del cardenal Suquía con Tierno Galván y Juan Barranco para conseguir financiación pública para el templo o el reconocimiento público que el cardenal Rouco hace a Felipe González pues fue de los que más colaboró para que concluyesen las obras.

Además, recoge testimonios de personas que han vivido de cerca esta gran historia. José María Álvarez del Manzano, exalcalde de Madrid; Antonio Mª Rouco Varela, arzobispo de Madrid entre 1994 y 2014; Luis María Ansón, miembro de la Real Academia Española, Joaquín Leguina; expresidente de la Comunidad de Madrid, y así hasta casi 30 representantes de la sociedad, desde arquitectos, artistas y miembros de la iglesia hasta madrileños de protección civil que ayudaron a que la visita del Papa fuera una jornada inolvidable, cargada de emoción, sentimiento y alegría desbordada.

El documental, conducido por Inmaculada Galván, se emitirá el próximo 30 de junio y fue presentado este jueves en la propia catedral. Según el director general de Telemadrid, José Pablo López, «en la televisión pública caben todos, los que no tiene fe; aquellos que profesan otras religiones y confesiones; y la mayoría que se confiesa católica».

Por su parte, el cardenal Osoro recalcó que «toda catedral es una expresión de lo que es la Iglesia, una casa de todos».

domingo, 24 de junio de 2018

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista. Su nacimiento es el evento que ilumina la vida de sus padres Elisabetta y Zaccaria, e involucra a familiares y vecinos en alegría y asombro. Estos ancianos padres habían soñado e incluso preparado ese día, pero ahora ya no lo esperaban: se sentían excluidos, humillados, decepcionados: no tenían hijos. Ante el anuncio del nacimiento de un niño (cf. Lk1,13), Zacarías era incrédulo, porque las leyes de la naturaleza no lo permitían: eran viejos, eran viejos; como resultado, el Señor lo hizo callar durante todo el tiempo de gestación (ver v. 20). Es una señal. Pero Dios no depende de nuestra lógica y nuestras limitadas capacidades humanas. Debemos aprender a confiar y a guardar silencio frente al misterio de Dios y a contemplar con humildad y silencio su obra, que se revela en la historia y que a menudo excede nuestra imaginación.

Y ahora que el evento tiene lugar, ahora que Elizabeth y Zacarías experimentan que "nada es imposible para Dios" ( Lc 1,37), su alegría es grande. La página del Evangelio de hoy ( Lk1.57-66.80) anuncia el nacimiento y luego se enfoca en la imposición del nombre en el niño. Elizabeth eligió un nombre extraño a la tradición de la familia y dice: "Se llamará Juan" (v. 60), don gratuito y ahora inesperado, porque Juan significa "Dios ha dado la gracia". Y este niño será heraldo, testigo de la gracia de Dios para los pobres que esperan con humilde fe para su salvación. Zacarías confirma de forma inesperada la elección de ese nombre, escrito en una tablilla - que fue tonto - y "el instante en que abrió su boca y suelta su lengua, y hablaba normalmente, bendiciendo a Dios" (v 64)..

Todo el evento del nacimiento de Juan el Bautista está rodeado por una alegre sensación de asombro, sorpresa y gratitud.Asombro, sorpresa, gratitud Las personas se ven afectadas por un santo temor de Dios "y todas estas cosas fueron discutidas en toda la región montañosa de Judea" (v. 65). Hermanos y hermanas, los fieles se dan cuenta de que ha sucedido algo grande, aunque sea humilde y oculto, y preguntan: "¿Qué será este niño?" (V. 66). El pueblo fiel de Dios puede vivir la fe con alegría, con una sensación de asombro, sorpresa y gratitud. Nos fijamos en aquellas personas que hablaba bien acerca de esta cosa maravillosa, este milagro del nacimiento de Juan, y lo hizo con alegría, ella estaba feliz, con una capacidad de asombro, sorpresa y agradecimiento. Y mirando esto, preguntémonos: ¿cómo está mi fe? ¿Es una fe gozosa, o es siempre la misma fe, una fe "plana"? Tengo un sentido de asombro cuando veo las obras del Señor, cuando escucho sobre la evangelización o la vida de un santo, o cuánto veo tanta gente buena: ¿siento la gracia interior, o nada se mueve en mi corazón? ¿Puedo sentir los consuelos del Espíritu o estoy cerrado? Preguntémonos a cada uno de nosotros, en un examen de conciencia: ¿Cómo está mi fe? ¿Es feliz? ¿Está abierto a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas. ¿He "probado" en el alma ese sentido de la maravilla que otorga la presencia de Dios, ese sentido de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son el alma de la fe: alegría, una sensación de asombro, una sensación de sorpresa y gratitud. ¿Cómo está mi fe? ¿Es feliz? ¿Está abierto a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas. ¿He "probado" en el alma ese sentido de la maravilla que otorga la presencia de Dios, ese sentido de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son el alma de la fe: alegría, una sensación de asombro, una sensación de sorpresa y gratitud. ¿Cómo está mi fe? ¿Es feliz? ¿Está abierto a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas. ¿He "probado" en el alma ese sentido de la maravilla que otorga la presencia de Dios, ese sentido de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son el alma de la fe: alegría, una sensación de asombro, una sensación de sorpresa y gratitud.

Que la Santísima Virgen nos ayude a comprender que en cada persona humana está la huella de Dios, la fuente de la vida. Usted, Madre de Dios y Madre nuestra, que nos hace cada vez más conscientes de que la generación de un niño los padres actúan como colaboradores de Dios una misión verdaderamente sublime que hace que cada familia un santuario de la vida y despierta -. Cada nacimiento de un niño - alegría, asombro, gratitud.

Después del Angelus

Queridos hermanos y hermanas :

Ayer, en Asunción (Paraguay), fue proclamado beata María Felicia del Santísimo Sacramento, en el siglo Maria Felicia Guggiari Echeverría, una monja de la Orden de los Carmelitas Descalzos, llamado por su padre, y aún hoy en día la gente de Paraguay, el "Chiquitunga". Vivido en la primera mitad del siglo XX, se unió con entusiasmo a la Acción Católica y se ocupó de los ancianos, los enfermos y los presos. Esta fructífera experiencia de apostolado, sostenida por la Eucaristía diaria, dio como resultado la consagración al Señor. Murió a los 34 años, aceptando la enfermedad con serenidad. El testimonio de este joven Beato es una invitación para que todos los jóvenes, especialmente los paraguayos, vivan la vida con generosidad, mansedumbre y alegría. ¡Saludamos a Chiquitunga con aplausos y a todos los paraguayos!

Dirijo mi saludo a todos ustedes, ¡romanos y peregrinos! En particular, los de Hannover y Osnabrück, Alemania, y los de Eslovaquia.

Saludo a la comunidad rumana en Italia; los fieles de Enna, Paternò, Rosolini y San Cataldo; y el grupo de ciclistas Sesto San Giovanni.

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no te olvides de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!

sábado, 23 de junio de 2018

TEÓLOGO PERUANO GUSTAVO GUTIÉRREZ CUMPLE 90 AÑOS

El P. Gustavo Gu errez Merino es un sacerdote nacido en Lima en 1928. aunque empezó a estudiar medicina, decidió hacerse sacerdote y estudió en Lovaina y en Lyon y en su formación intervinieron los teólogos más influyentes de mediados del s. XX.
Su preocupación por los pobres de su erra lo llevó a enfocar su reflexión sobre la fe desde la visión de
la salvación como liberación de las estructuras injustas. El fue quien puso el nombre de teología de la Liberación a una forma de presentar la fe que tuvo muy diversos enfoques pero que estuvo unificada por el compromiso por la jus cia. Tuvo que pasar muchas dificultades e incomprensiones incluso con sus propios obispos diocesanos por lo que acabó
haciéndose religioso e ingresando en la Orden de los dominicos.

Ha publicado muchas obras que han tenido un gran éxito y que han sido traducidas a muchas lenguas. Ha recibido varios doctorados honoris causa y es profesor emérito de la universidad Notre Dame de Indiana en Estados Unidos.

En 2003 recibió el premio Príncipe de Asturias de humanidades. El pasado día 8 de junio cumplió los 90 años y con este mo vo el Papa Francisco le ha escrito una carta en la que le dice:

Estimado hermano: Con motivo de tu 90 cumpleaños, te escribo para felicitarte y para asegurarte mi oración en este momento significativo de tu vida. Me uno a tu acción de gracias a Dios y también a ti te agradezco por cuanto has contribuido a la Iglesia y a la humanidad, a través de tu servicio teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad, Gracias por todos tus esfuerzos y por tu forma de interpelar la conciencia de cada uno, para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión. Con estos sentimientos te animo a que sigas con tu oración y tu servicio a los demás, dando testimonio de la alegría del Evangelio, Y, por favor, te pido que reces por mi.
Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide.

Fraternalmente: Francisco 

El Nacimiento de San Juan Bautista

 Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados. 

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

PALABRA DE DIOS.

«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»

Compartimos:
Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.

viernes, 22 de junio de 2018

PEREGRINACIÓN ECUMÉNICA DEL PAPA FRANCISCO A GINEBRA CON OCASIÓN DEL 70 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DEL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS


ENCUENTRO  ECUMÉNICO,
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Queridos hermanos y hermanas:

Me es grato encontrarme con vosotros y os agradezco vuestra amable acogida. En particular, doy las gracias al Secretario General, Reverendo Dr. Olav Fykse Tveit, y a la Moderadora, Dra. Agnes Abuom, por sus palabras y por haberme invitado con ocasión del 70º aniversario de la institución del Consejo Ecuménico de las Iglesias.

En la Biblia, setenta años evocan un período de tiempo cumplido, signo de la bendición de Dios. Pero setenta es también un número que hace aflorar en la mente dos célebres pasajes evangélicos. En el primero, el Señor nos ha mandado perdonarnos no siete, sino «hasta setenta veces siete» (Mt 18,22). El número no se refiere desde luego a un concepto cuantitativo, sino que abre un horizonte cualitativo: no mide la justicia, sino que inaugura el criterio de una caridad sin medida, capaz de perdonar sin límites. Esta caridad que, después de siglos de controversias, nos permite estar juntos, como hermanos y hermanas reconciliados y agradecidos con Dios nuestro Padre.

Si estamos aquí es gracias también a cuantos nos han precedido en el camino, eligiendo la senda del perdón y gastándose por responder a la voluntad del Señor: «que todos sean uno» (Jn 17,21). Impulsados por el deseo apremiante de Jesús, no se han dejado enredar en los nudos intrincados de las controversias, sino que han encontrado la audacia para mirar más allá y creer en la unidad, superando el muro de las sospechas y el miedo. Tenía razón un antiguo padre en la fe cuando afirmaba: «Si el amor logra expulsar completamente al temor y este, transformado, se convierte en amor, entonces veremos que la unidad es una consecuencia de la salvación» (S. Gregorio de Nisa, Homilía 15, Comentario sobre el libro del Cantar de los Cantares).

Somos los depositarios de la fe, de la caridad, de la esperanza de tantos que, con la fuerza inerme del Evangelio, han tenido la valentía de cambiar la dirección de la historia, esa historia que nos había llevado a desconfiar los unos de los otros y a distanciarnos recíprocamente, cediendo a la diabólica espiral de continuas fragmentaciones. Gracias al Espíritu Santo, inspirador y guía del ecumenismo, la dirección ha cambiado y se ha trazado de manera indeleble un camino nuevo y antiguo a la vez: el camino de la comunión reconciliada, hacia la manifestación visible de esa fraternidad que ya une a los creyentes.

El número setenta ofrece en el Evangelio un segundo punto de reflexión. Se refiere a los discípulos que Jesús envió a la misión durante su ministerio público (Lc 10,1) y cuya memoria se celebra en el Oriente cristiano. El número de estos discípulos remite a las naciones conocidas, enumeradas al comienzo de la Escritura (cf. Gn 10). ¿Qué nos sugiere esto? Que la misión está dirigida a todos los pueblos y que cada discípulo, por ser tal, debe convertirse en apóstol, en misionero. El Consejo Ecuménico de las Iglesias ha nacido como un instrumento de aquel movimiento ecuménico suscitado por una fuerte llamada a la misión: ¿cómo pueden los cristianos evangelizar si están divididos entre ellos? Esta apremiante pregunta es la que dirige también hoy nuestro caminar y traduce la oración del Señor a estar unidos «para que el mundo crea» (Jn 17,21).

Permitidme, queridos hermanos y hermanas, manifestaros también, además del vivo agradecimiento por el esfuerzo que realizáis en favor de la unidad, una preocupación. Esta nace de la impresión de que el ecumenismo y la misión no están tan estrechamente unidos como al principio. Y, sin embargo, el mandato misionero, que es más que la diakonia y que la promoción del desarrollo humano, no puede ser olvidado ni vaciado. Se trata de nuestra identidad. El anuncio del Evangelio hasta el último confín es connatural a nuestro ser cristianos. Ciertamente, el modo como se realiza la misión cambia según los tiempos y los lugares y, frente a la tentación ―lamentablemente frecuente―, de imponerse siguiendo lógicas mundanas, conviene recordar que la Iglesia de Cristo crece por atracción.

¿En qué consiste esta fuerza de atracción? Evidentemente, no en nuestras ideas, estrategias o programas. No se cree en Jesucristo mediante un acuerdo de voluntades y el Pueblo de Dios no es reductible al rango de una organización no gubernamental. No, la fuerza de atracción radica en aquel don sublime que conquistó al apóstol Pablo: «conocerlo a él [Cristo], y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos» (Flp 3,10). Solo de esto podemos presumir: del «conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo» (2 Co 4,6), que nos da el Espíritu vivificador. Este es el tesoro que nosotros, frágiles vasijas de barro (cf. v. 7), debemos ofrecer a nuestro amado y atormentado mundo. No seríamos fieles a la misión que se nos ha confiado si redujéramos este tesoro al valor de un humanismo puramente inmanente, adaptable a las modas del momento. Y seríamos malos custodios si quisiéramos solo preservarlo, enterrándolo por miedo a los desafíos del mundo (cf. Mt 25,25).

Tenemos necesidad de un nuevo impulso evangelizador. Estamos llamados a ser un pueblo que vive y comparte la alegría del Evangelio, que alaba al Señor y sirve a los hermanos, con un espíritu que arde por el deseo de abrir horizontes de bondad y de belleza insospechados para quien no ha tenido aún la gracia de conocer verdaderamente a Jesús. Estoy convencido de que, si aumenta la fuerza misionera, crecerá también la unidad entre nosotros. Así como en los orígenes el anuncio marcó la primavera de la Iglesia, la evangelización marcará el florecimiento de una nueva primavera ecuménica. Como en los orígenes, estrechémonos en comunión en torno al Maestro, no sin antes arrepentirnos de nuestras continuas vacilaciones y digámosle, con Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).

Queridos hermanos y hermanas: He deseado estar presente en las celebraciones de este aniversario del Consejo también para reafirmar el compromiso de la Iglesia Católica en la causa ecuménica y para animar la cooperación con las Iglesias miembros y con los interlocutores ecuménicos. En este contexto, también quisiera detenerme un poco en el lema elegido para esta jornada: Caminar – Rezar – Trabajar juntos.

Caminar: sí, pero ¿hacia dónde? En base a cuanto se ha dicho, propongo un doble movimiento: de entrada y de salida. De entrada, para dirigirnos constantemente hacia el centro, para reconocernos sarmientos injertados en la única vid que es Jesús (cf. Jn 15,1-8). No daremos fruto si no nos ayudamos mutuamente a permanecer unidos a él. De salida, hacia las múltiples periferias existenciales de hoy, para llevar juntos la gracia sanadora del Evangelio a la humanidad que sufre. Preguntémonos si estamos caminando de verdad o solo con palabras, si los hermanos nos importan de verdad y los encomendamos al Señor o están lejos de nuestros intereses reales. También preguntémonos si nuestro camino es un volver sobre nuestros propios pasos o si es un ir al mundo con convicción para llevar allí al Señor.

Rezar: También en la oración, como en el camino, no podemos avanzar solos, porque la gracia de Dios, más que hacerse a medida individual, se difunde armoniosamente entre los creyentes que se aman. Cuando decimos «Padre nuestro» resuena dentro de nosotros nuestra filiación, pero también nuestro ser hermanos. La oración es el oxígeno del ecumenismo. Sin oración la comunión se queda sin oxígeno y no avanza, porque impedimos al viento del Espíritu empujarla hacia adelante. Preguntémonos: ¿Cuánto rezamos los unos por los otros? El Señor ha rezado para que fuésemos una sola cosa, ¿lo imitamos en esto?

Trabajar juntos: En este sentido quisiera subrayar que la Iglesia Católica reconoce la especial importancia del trabajo que desempeña la Comisión Fe y Constitución, y desea seguir contribuyendo a través de la participación de teólogos altamente cualificados. El estudio de Fe y Constitución, para una visión común de la Iglesia y su trabajo en el discernimiento de las cuestiones morales y éticas tocan puntos neurálgicos del desafío ecuménico. Del mismo modo, la presencia activa en la Comisión para la Misión y la Evangelización; la colaboración con la Oficina para el Diálogo Interreligioso y la Cooperación, últimamente sobre el importante tema de la educación y la paz; la preparación conjunta de los textos para la Semana de oración por la unidad de los cristianos y otras formas de sinergia son elementos constitutivos de una sólida y auténtica colaboración. Asimismo, agradezco la importante labor del Instituto Ecuménico de Bossey en la formación ecuménica de las jóvenes generaciones de responsables pastorales y académicos de tantas Iglesias y Confesiones cristianas de todo el mundo. Desde hace muchos años, la Iglesia Católica colabora en esta obra educativa con la presencia de un profesor católico en la Facultad; y cada año tengo la alegría de saludar al grupo de estudiantes que realiza el viaje de estudios a Roma. Quisiera mencionar también, como signo positivo de “armonía ecuménica”, la creciente adhesión a la Jornada de oración por el cuidado de la creación.

Por otra parte, el trabajo típicamente eclesial tiene un sinónimo bien definido: diakonia. Es el camino por el que seguimos al Maestro, que «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mc 10,45). El servicio variado e intenso de las Iglesias miembros del Consejo encuentra una expresión emblemática en la Peregrinación de justicia y paz. La credibilidad del Evangelio se ve afectada por el modo cómo los cristianos responden al clamor de todos aquellos que, en cualquier rincón de la tierra, son injustamente víctimas del trágico aumento de una exclusión que, generando pobreza, fomenta los conflictos. Mientras los débiles son cada vez más marginados, sin pan, trabajo ni futuro, los ricos son cada vez menos y más ricos. Dejémonos interpelar por el llanto de los que sufren, y sintamos compasión, porque «el programa del cristiano es un corazón que ve» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 31). Veamos qué podemos hacer concretamente, antes de desanimarnos por lo que no podemos. Miremos también a tantos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, sufren porque son cristianos. Estemos cerca de ellos. Y recordemos que nuestro camino ecuménico está precedido y acompañado por un ecumenismo ya realizado, el ecumenismo de la sangre, que nos exhorta a seguir adelante.

Animémonos a superar la tentación de absolutizar determinados paradigmas culturales y dejarnos absorber por intereses personales. Ayudemos a los hombres de buena voluntad a dar mayor relieve a situaciones y acontecimientos que afectan a una parte importante de la humanidad, pero que ocupan un lugar muy marginal en el ámbito de la información a gran escala. No podemos desinteresarnos, y es preocupante cuando algunos cristianos se muestran indiferentes frente al necesitado. Más triste aún es la convicción de quienes consideran los propios bienes como signo de predilección divina, en vez de una llamada a servir con responsabilidad a la familia humana y a custodiar la creación. El Señor, Buen Samaritano de la humanidad (cf. Lc 10,29-37), nos interpelará sobre el amor al prójimo, cualquiera que sea (cf. Mt 25,31-46). Preguntémonos entonces: ¿Qué podemos hacer juntos? Si es posible hacer un servicio, ¿por qué no proyectarlo y realizarlo juntos, comenzando por experimentar una fraternidad más intensa en el ejercicio de la caridad concreta?

Queridos hermanos y hermanas: Os renuevo mi cordial agradecimiento. Ayudémonos a caminar, a rezar y a trabajar juntos para que, con la ayuda de Dios, la unidad avance y el mundo crea. Gracias.