El blog del templo expiatorio de la Sagrada Familia en Barcelona explica cómo esta especialísima iglesia expresa el misterio del Espíritu Santo sobre el altar a través de su baldaquino dorado. Para entender su simbología es necesario conocer algunas claves que nos adentran en esa Persona de la Trinidad.
Finalizadas las siete semanas del tiempo pascual, es decir, los cincuenta días desde el lunes de Pascua de Resurrección (o Pascua Florida) hasta el lunes de Pentecostés (Pascua Granada), hemos querido centrarnos en el baldaquino del altar mayor, el cual se inauguró en el 2010 con la celebración de la dedicación de la Basílica y supone la representación más clara del Espíritu Santo en el interior del templo.
Pentecostés significa, literalmente, «cincuenta días», y se puede decir que la tradición judía ya celebraba estos cincuenta días desde que Moisés recibió las Tablas de la Ley en el monte Sinaí.
La fiesta de Pentecostés es muy importante para los cristianos, ya que implica la venida del Espíritu Santo, la cual se ha representado a menudo en le mundo del arte como unas lenguas de fuego sobre las cabezas de los apóstoles. Con este regalo de Dios, los apóstoles cobraron un poder especial para curar enfermedades, tener fuerza y valor ante las adversidades que les esperaban y, especialmente, para comprender y hablar todos los idiomas y, de este modo, poder divulgar la buena nueva en todo el mundo.
El baldaquino precedente, en Mallorca
La palabra baldaquino hace referencia a la ciudad de Baldac, es decir, la Bagdad medieval, de donde provenían los valiosos tejidos de seda con los que a menudo se confeccionaban los baldaquinos.
Se trata de un dosel que se situaba sobre los tronos de los reyes y que adoptó la Iglesia cristiana para enaltecer y honrar el altar.
Gaudí dejó en Palma de Mallorca una muestra excelente del diseño del baldaquino que debía cubrir el altar mayor de la catedral. Sin embargo, aquella obra quedó inacabada, como otras que Gaudí abandonó alrededor de 1914-1915 para dedicarse en exclusiva al proyecto de nuestro templo. Aun así, la expresión de los elementos simbólicos que debía contener ya estaba completamente definida.
Teniendo en cuenta que del baldaquino de la Sagrada Familia cuelga la cruz del Cristo y que, por encima, en la bóveda, se representa el Padre Eterno, el baldaquino, situado entre ambos, adquiere el rol simbólico de representar el Espíritu Santo y completa de esta manera la representación trinitaria del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Esta es la razón de que tenga la forma de un heptágono, ya que son siete los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
El polígono se sitúa con un vértice apuntando hacia el centro del crucero y con una ligera inclinación ascendente hacia el mismo punto. En este vértice central se pueden leer las letras «INRI», que hacen referencia inequívoca a Jesucristo en la cruz que se sitúa justo debajo.
La estructura del baldaquino es metálica y aporta grosor y medida tridimensional a la línea poligonal inicial de siete lados, de manera que, forrada con pergamino traslúcido, puede esconder en su interior un sistema de iluminación que destaca las inscripciones. De este modo, es en el centro de cada lado donde se rotula cada uno de los siete dones mencionados.
Por encima de esta estructura sobresalen las espigas de trigo, símbolo del pan de la eucaristía y, por debajo, cuelgan racimos de tres colores: blanco, negro y dorado. Estos últimos, realizados en vidrio enmoldado, son el símbolo del vino de la eucaristía. También se intercalan con los racimos unas hojas de parra de latón. Todavía más abajo, a lo largo de todo el perímetro, cuelgan siete lámparas por lado. Si le sumamos la que se sitúa en el vértice principal, son cincuenta lámparas que representan los cincuenta días que dura la Pascua.
La plegaria del gloria cubre todo el perímetro del baldaquino, tanto por el lado exterior como por el interior. Con letras rojas retroiluminadas y en caligrafía gaudiniana realizada bajo la dirección de Jordi Bonet, por entonces arquitecto director de las obras, desde los bancos de los fieles se puede leer el inicio completo del gloria sin necesidad de desplazarse. Después, la continuación queda repartida por el resto de laterales, interiores y exteriores.
Por lo tanto, para leer la plegaria completa es necesario desplazarse por el deambulatorio del ábside. También resulta necesario ir saltando el texto de los escudos centrales de cada lado, en los que se encuentran, por fuera, los dones del Espíritu Santo y, por dentro, la sigla «SS» (Spiritus Sanctus), que significa, en latín, «Espíritu Santo».
Todo el baldaquino cuelga de las dos columnas de basalto que quedan alineadas con el altar, las dedicadas a san Pedro y san Pablo. Para hacer el anclaje, se diseñaron una especie de grandes argollas que abrazan estas columnas en las que se pueden leer las referencias a estos apóstoles tan importantes.
Finalmente, también es necesario tener en cuenta que este Jesús en la cruz preside la perspectiva desde la nave principal, tal y como se entra desde la que será la puerta principal de la Basílica; la puerta de la Gloria. De esta manera, junto con las esculturas de la Virgen María y san José, que presiden las vistas del transepto, completa los tres miembros de la Sagrada Familia.
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