que atrajo a gente de diferentes puntos del país y que pretendía poner de relieve la importancia de la identidad individual y colectiva y el rol de la religión en el fortalecimiento de una identidad acorde a los desafíos de la modernidad.
«Si supieran lo desafiante que es sentirse inmigrante tanto acá en España, como en Argentina, donde nací y donde ya me consideran español», señalaba el rabino de la comunidad judía Masorti Bet-El de Madrid, en un intento por subrayar el papel que su religión ha tenido en su estabilidad.
«La sociedad moderna, caracterizada por el pluralismo, la diversidad y el cambio constante, ha dejado sin referentes claros a las personas, por lo que la constitución y definición de la identidad se ha vuelto algo problemático», declaraba uno de los asistentes.
Durante el encuentro, que duró prácticamente todo el día y que contó con varias mesas redondas, talleres y actividades que buscaban conectar los principios de las tradiciones religiosas con la necesidad de acciones por mejorar la sociedad, se intentó poner de relieve la función social de la religión en la generación de sentido, de propósito y de identidad individual sólida que ayude a vivir una vida plena, feliz y en armonía con el resto. Hindúes, budistas, bahá'ís, judíos, musulmanes, cristianos, hombres y mujeres, presentaron la forma en que desde sus tradiciones se fomentaba esta búsqueda sentido.
Por otro lado, también se intentó responder al desafío que supone encontrar una concepción de la identidad colectiva que, al tiempo que canaliza el deseo de pertenencia a un grupo que poseen los seres humanos, facilite la unidad, refuerce la cohesión social y estimule la tolerancia, la comprensión y el aprecio entre grupos diversos.
«En el corazón de la identidad debería ponerse la identidad primaria, la humana, la identidad que se menciona en las religiones del mundo y que significa en lo más profundo de nuestro ser todos tenemos un alma igual de digna que procede del Creador y que exige que nos tratemos como iguales», indicaba Leila Sant, representante de la comunidad bahá'í de España.
A lo largo de la jornada parecía llegarse a la conclusión de que las religiones podrían fomentar este tipo de identidad colectiva basada en la humanidad común de las personas. Poniendo el principal foco de lealtad en esa identidad, las otras identidades secundarias como la religión, el género, la etnia, la nacionalidad, la cultura o la clase social tendrían cabida en armonía y serían fuente de riqueza.
Otra idea que surgió durante todo el día fue que la religión debe estimular la acción social por el bienestar común. «El budismo de la Soga Gakai -aseveraba Inés Vázquez, de dicha religión- busca contribuir a la paz y a los derechos humanos como eje central, más allá de las oraciones, y trabaja con la ONU para lograrlo».
El encuentro, que ya supone el quinto de la serie de actividades anuales que han propiciado los organizadores -una plétora de más de diez grupos religiosos de ámbito nacional en su mayoría-, dejaba entrever que la diversidad, cuando se gestiona bien, es fuente de alegría, riqueza y progreso. Y así lo indicó la profesora musulmana Elisa Torremocha como colofón de su intervención: «En el islam se dice que Dios decidió crearnos diversos para que tuviéramos que conocernos y desarrollarnos en ese proceso», y añade «Lo que más destacaría de hoy es el poder compartir la Fe libremente y sin prejuicios, sin que nadie te cuestione, que te escuchen y escuchar tú también».
Acerca de la Comunidad Bahá'í
La Fe Bahá'í es una religión con más de siete millones de seguidores establecidos en todos los países y territorios del mundo. Su principio central es la unidad de la humanidad, objetivo por el que trabajan los bahá'ís en su vida diaria a través de diferentes actividades de servicio a la sociedad. La Comunidad Internacional Bahá'í (BIC) tiene estatus de órgano consultivo ante las Naciones Unidas. En España, la comunidad nació en 1946 y actualmente cuenta con unos 5.000 miembros en todo el país. Está inscrita en el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia desde 1968.
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