El 2 de febrero, el presidente ghanés Nana Akufo-Addo volvió a brillar. Una decena de jefes de Estado y Gobierno africanos y decenas de ministros de Educación de todo el mundo estaban en Dakar para apoyar la iniciativa francosenegalesa de impulsar la financiación de la Alianza Mundial por la Educación y conseguir, así, acercarse al objetivo 4 de Naciones Unidas de escolarizar a todos los niños y niñas del mundo.
Durante la jornada, países del llamado Primer Mundo, como Reino Unido, Alemania o Noruega, anunciaron un notable incremento de su ayuda para lograr este objetivo en los países en vías de desarrollo. Mientras, los presidentes aprovechaban su turno para poner en valor sus esfuerzos frente a la pobreza, el auge del extremismo religioso, el terrorismo o el cambio climático. Y en estas estábamos cuando le tocó hablar al presidente de Ghana.
«No podemos dejar en manos de otros la financiación de nuestra educación porque cuando ellos cambien sus políticas, sufriremos. África es rica, aquí hay dinero. Eliminemos la corrupción y alcancemos acuerdos inteligentes con quienes quieren explotar nuestros recursos y habremos conseguido mucho. Tenemos capacidad para desarrollarnos por nuestros medios. Hagámoslo». El público aplaudía a rabiar. Como ya hiciera durante la visita de Macron a Accra, en noviembre, o durante la Cumbre UE-UA, Akufo-Addo ponía voz a los millones de africanos que están convencidos de que lo que necesita este continente no es tanto la ayuda exterior, sino cambiar desde dentro.
«Hacen falta dirigentes que utilicen el dinero público no para ellos sino para el pueblo, que rindan cuentas. Necesitamos instituciones fuertes. ¿Por qué Corea del Sur, Malasia y Singapur, que alcanzaron la independencia a la vez que nosotros y que en 1960 tenían una renta per cápita inferior a la de Ghana hoy pertenecen al Primer Mundo y nosotros al Tercero? No hay otra respuesta: es nuestra responsabilidad, no la de otros. Si tenemos en cuenta las inmensas riquezas del continente tendríamos que ser los africanos quienes ayudáramos al mundo. Invirtamos las cosas, seamos autosuficientes. Podemos hacerlo», dijo en noviembre ante el presidente francés.
Podrían ser solo palabras. Pero este abogado de 74 años formado en Oxford y procedente de una familia acomodada hace tiempo que tomó partido y cree en los hechos más que en las perífrasis. Pese a haberse encontrado una situación económica complicada que ha logrado revertir en apenas un año, entre sus decisiones más destacadas están el nombramiento de un fiscal especial contra la corrupción, la gratuidad de la enseñanza Secundaria, la reducción de las tarifas eléctricas y la renuncia a recibir más ayudas del FMI, así como un refuerzo de sus relaciones con sus vecinos más próximos.
Sin estridencias revolucionarias pero con un discurso y unos hechos coherentes, Akufo-Addo se está convirtiendo en un líder emergente. Cuando le criticaron por componer un Gobierno elefantiásico de 110 ministros, respondió: «Hemos venido a trabajar, no de vacaciones. Tenemos enormes desafíos».
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