La hermana del embalsamador de Lenin, católica conversa y monja clandestina, hacia los altares
Intelectual, conversa, esposa, religiosa, líder clandestina... desde 2003 la Iglesia Católica en Rusia trabaja por la beatificación de la Sierva de Dios Anna Ivanovna Abrikósova, que murió en 1936, con 53 años, en la prisión soviética de Butyrka, tras años de privaciones y persecución.
La familia de Anna era importante. Su abuelo era un gran industrial y la familia era la proveedora oficial de bombones de la Corte zarista. La madre de Anna murió al darla a luz. Su padre diez días después, de tuberculosis. Anna y sus cuatro hermanos fueron criados por su tío Nikolai. Su hermano Dimitri, que fue diplomático zarista y publicó unas memorias, explica que pese a ser huérfanos fue una infancia feliz y con cariño.
Otro de los hermanos de Anna, Alexei Ivanovich Abrikósov, realizó un trabajo famoso en el mundo entero: fue el médico que embalsamó a Lenin, cuya momia aún está en buen estado en su mausoleo de la Plaza Roja (también fue el forense que realizó su autopsia). Recibió varios premios de la ciencia soviética y vivió bien en la URSS. El hijo de Nikolai y sobrino de Anna, Alexei Alexeyevich Abrikósov, que murió en 2017, recibió el Premio Nobel de Física en 2003.
Vocación de maestra
Desde niña, Anna quiso ser maestra. Sacó medalla de oro por sus estudios en el primer Liceo Femenino en Moscú en 1899. Con 19 años, llegó a Cambridge para estudiar en el elitista colegio femenino Girton College durante tres años. Allí se hizo amiga de Dorothy Georgiana Howard, una de los 11 hijos de Rosalind Howard, condesa de Carlisle. La madre de Dorothy era llamada la "Condesa Radical" por su activismo político contra el alcohol y su defensa del voto femenino. Las cartas de Dorothy dan detalles sobre la vida burguesa de Anna en Inglaterra.
Anna dejó sin concluir sus estudios y volvió a Moscú en 1903 para casarse con su primo Vladimir Vladimírovich Abrikósov. Y como muchos otros recién casados de la burguesía culta y rica, dedicaron unos años a viajar por Europa. Viajaron por Italia, Suiza y Francia. Se consideraban pensadores "libres". No negaban a Dios, pero no les interesaba mucho y se trataban con muchos intelectuales agnósticos y ateos.
Sin embargo, sus viajes por Occidente y sus lecturas acercaron a Anna a la fe católica. Según escribe uno de sus biógrafos, el sacerdote Cyril Korolevsky, el "Diálogo" de Santa Catalina de Siena le impactó especialmente. Le encantó la espiritualidad de los dominicos, que conoció leyendo a Henri Lacordaire. Sus lecturas le hicieron dudar de la Ortodoxia oficial que conocía de Rusia.
En la Iglesia de la Madeleine de París, recibió formación del padre Maurice Rivière (que luego sería obispo de Périgueux) y fue recibida en la Iglesia Católica el 20 de diciembre de 1908. Poco a poco, ella acercó a su marido a la fe, y así Vladimir se hizo católico un año después, el 21 de diciembre de 1909.
Anna Abrikósova, antes de fundar su convento
Su plan era quedarse en Occidente y vivir como católicos de rito latino, pero una gestión con el Papa a través de un prelado romano les sorprendió: la Iglesia, citando el documento Orientalium dignitas, les consideraba grecocatólicos, católicos de rito oriental. En ese momento, en 1910, fue cuando tuvieron que volver a Moscú reclamados por la familia.
En la parroquia católica de San Luis de los Franceses en Moscú (siempre ligada a la embajada francesa) encontraron un grupo de laicos dominicos (terciarios dominicos) y se integraron en él.
Parroquia de San Luis de los Franceses en Moscú; hoy es una parroquia muy activa y con misas en muchos idiomas; no se cerró durante la época soviética por su vinculación con la embajada francesa
La casa de los Abrikósov era un punto de encuentro para la pequeña, recién nacida, Iglesia grecocatólica en Rusia. Haciendo amistades, charlando, tomando té, varios jóvenes rusos conocían así la fe católica y adoptaban el catolicismo de rito griego en una época de cambios sociales e inquietudes intelectuales. Los Abrikósov también ayudaban a niños pobres de familias católicas.
El superior de esta realidad naciente, el exarca Leonid Feodorov, que moriría en 1935 tras varios años de gulag y fue beatificado en 2001, escribía de ellos con las palabras de San Pablo: “Saludo a su casa como a una iglesia. Rara vez se encuentra gente tan joven y devota que apoye a la Iglesia Católica”.
Vivir como hermano y hermana, para Dios
En 1913, el papa Pío X recibió a Anna y Vladimir en una audiencia privada en Roma y les animó a continuar la labor que estaban realizando en su patria, siempre según el rito oriental.
A partir de entonces los Abrisokov decidieron hacer voto de castidad y vivir como hermano y hermana. El 19 de mayo de 1917, mientras todo empezaba a cambiar en Rusia, Vladimir era ordenado como sacerdote grecocatólico y pastor de los grecocatólicos de Moscú. Anna tomaba votos como religiosa dominica con el nombre de Madre Catalina de Siena. Varias mujeres la acompañaron en la decisión y se fundó así, en la naciente Unión Soviética, una comunidad de religiosas dominicas de rito oriental.
Durante la revolución de octubre de 1917, Lenin y los bolcheviques tomaron el poder
Eran años convulsos en Rusia, y la revolución se recrudeció por la guerra civil y el vacío de poder. El pequeño convento de dominicas perseveraba. “El hambre y el sufrimiento hicieron que la vida espiritual fuese más profunda que nunca entre nosotras. Ganábamos algo de dinero enseñando en las escuelas y con limosnas”, escribió una de las hermanas.
La persecución empieza
En 1922, con la Guerra Civil ya prácticamente ganada por los bolcheviques, el régimen soviético empieza a dedicarse de forma sistemática a la persecución religiosa.
Vladimir había llevado al catolicismo al exrevolucionario Dimitri Kuzmin Karavayev (que había empezado a leer la Biblia por su cuenta en 1917 y años después sería sacerdote grecocatólico en el exilio). Las autoridades sentenciaron a muerte a Vladimir el 17 de agosto de 1922, pero finalmente prefirieron expulsarlo del país junto con otros 150 intelectuales en el famoso "barco de los filósofos" que salió el 29 de septiembre. A ellos y a sus familias se les permitía salir llevar solo algo de ropa y sus enseres personales.
Anna pudo haber salido del país en ese momento, en el barco, pero decidió quedarse. El convento vivía en esa época su momento de mayor actividad. Anna, que había querido ser maestra y se había formado para ello, fundó un colegio para la parroquia. La hermana Filomena escribió: “La madre Catalina (Anna) era adorada por los niños, y ella los adoraba a ellos. A pesar de todo el trabajo que tenía que realizar, nunca descuidó sus oraciones; parecía, de hecho, rezar más”.
Las monjas detenidas y encarceladas
En 1923 la Checa, la policía secreta soviética, detuvo a la Madre Catalina y a casi todas las monjas del convento. Catalina fue recluida en la cárcel de Butyrka, con mujeres que habían cometido delitos de robo, prostitución, asalto o violencia.
“Este tipo de mujeres trataba mal, con odio incluso, a aquellas que habían sido detenidas por delitos políticos”, explica Filomena en sus memorias. “Le hicieron esto para que su estancia en prisión fuese aún más difícil. Catalina, sin embargo, siempre se mantuvo tranquila y fue amigable, se ganó a toda la celda, e incluso a toda la prisión. Cuando se enteraban de que Catalina estaba pasando por el pasillo para su hora de paseo, las mujeres intentaban salir para tocarla o besarla en las mejillas”.
En otra ocasión, una mujer semidesnuda y enferma llegó a la celda. Hacía frío, y las mujeres dormían juntas para darse calor. A la nueva nadie le dejaba tumbarse a su lado. “Catalina le hizo un hueco y le permitió tumbarse con ella” explica Filomena. “Las otras presas le dijeron que la nueva tenía sífilis, pero a Catalina no le importó: “Si me contagio, me curaré en el hospital”, dijo. ”.
La cárcel moscovita de Butyrka es conocida aún hoy por el hacinamiento que sufren los presos
En cárceles de aislamiento... pero había curas
Catalina pasó de cárcel en cárcel mientras su salud empeoraba. En una de las más duras, la prisión para disidentes políticos de Yaroslavl, estaba completamente aislada del resto de presas, a las que solo veía durante cortos paseos. Durante estas horas, tuvo la oportunidad de hablar con el padre Teófilo Skalsky, un sacerdote polaco preso, que se convirtió en su director espiritual.
Al salir de esta cárcel, Skalsky escribió a Vladimir Abrikosov para darle noticias sobre Anna: “Soporta su encarcelamiento a manos de los soviéticos con una serenidad santa. Pese a las horribles depravaciones a las que se ve sometida, ella dice estar siempre preparada para seguir el camino de la cruz del Señor. Además, me ha confesado que tiene un tumor en el pecho, pese a ello nunca se queja. El doctor ha descubierto que tiene cáncer de mama y la ha enviado a Moscú”.
Ya en la capital, en el hospital de la cárcel de Butyrka, los doctores extirparon el pecho a Catalina, y tuvieron que mutilar también algunos músculos del brazo. Catalina perdió la movilidad en el brazo izquierdo y parte del costado.
La esposa del escritor soviético Maxim Gorky, Ekaterina Peshkova, apasionada por ayudar a los presos políticos y quizá la única activista con capacidad de maniobra para ello en la URSS de Stalin, intercedió por Anna para que la liberaran, recordando que estaba muy enferma y que casi había cumplido su condena.
Cuando la soltaron el 14 de agosto de 1932, acudió enseguida a la parroquia de San Luis de los Franceses. La recibió Pie Neveu, que era el obispo clandestino desde 1926, siempre vigilado y casi sin capacidad de acción. La Madre Catalina pudo comulgar por primera vez en muchos años. El obispo escribió: "Esta mujer es una predicadora genuina de la fe y muy valiente. Uno se siente insignificante junto a alguien de esta estatura moral".
Pie Neveu, religioso asuncionista francés, era, en secreto, el obispo católico de Moscú de 1926 a 1936; prácticamente estaba confinado a San Luis de los Franceses y siempre vigilado
Fuera de la cárcel Madre Catalina intentó reestablecer lazos con sus hermanas dispersas. Escribía cartas y se reunía con las que podía, mostrándose alegre y sonriente pese a la enfermedad. También se reunía con otros círculos católicos, como el que intentaba organizar Camilla Kruchelnítskaya, una laica de familia noble polaca.
La "conspiración" católica
Estuvo en libertad un año, porque la detuvieron junto con todos los relacionados con el círculo de Kuchelnítskaya (24 católicos detenidos). Aunque eran reuniones para rezar y establecer lazos de ayuda, los implicados fueron acusados de "organización terrorista monárquica contrarrevolucionaria".
A Madre Catalina, enferma, tullida, casi ciega, en el juicio de agosto de 1933 la acusaron de conspirar para asesinar a Stalin en una organización dirigida por el Papa Pío XI y el obispo Pie Neveu.
Camilla, la laica anfitriona, fue condenada al gulag y fusilada cuatro años después, en 1937. La Madre Catalina fue sentenciada a ocho años de cárcel en Kostroma. Allí se perdió completamente todo contacto con ella.
Mucho después se supo que Catalina había sido trasladada de nuevo a Burtyka y había muerto de cáncer en 1936, después de 3 años de prisión, a la edad de 53 años, en medio de un total aislamiento. Su cuerpo fue incinerado.
Fue una pionera, una laica evangelizadora, luego religiosa, sembradora intrépida, en las más duras de las condiciones. Los católicos rusos de rito oriental la recuerdan y desean su beatificación.
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