El psiquiatra Alejandro Rocamora, con más de 40 años en el Teléfono de la Esperanza y uno de los mayores expertos en suicidios, aboga por «romper con el silencio social» que rodea a quienes lo cometen y apuesta por que los medios de comunicación colaboren para demoler el tabú que aún ensombrece la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.
En 2016 se quitaron la vida 3.569 personas en España; y es que el suicidio supone –en el caso de los hombres– la primera causa de muerte externa, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, la ley no escrita que impone discreción a los medios de comunicación sigue vigente, al tiempo que los propios servicios de emergencia informan con timidez.
Rocamora, que fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Suicidología, acaba de publicar ‘Cuando nada tiene sentido’ (Desclée De Brouwer, 2017), donde expone «sin tapujos» todo lo que rodea al suicidio y su propia experiencia atendiendo a personas que, al otro lado del teléfono, estaban a punto de quitarse la vida.
«Hay medios que no han querido entrevistarme para no hablar de suicidios», confesó en declaraciones a Servimedia. Sin embargo, después de centenares de noches de sábado haciendo guardia en el Teléfono de la Esperanza, este psiquiatra asegura que hablar sobre este tema hace más bien que mal.
De hecho, Rocamora hace referencia a un documento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el que la propia institución «plantea que es bueno comunicar sobre el suicidio», siempre y cuando se atenga a unas condiciones como huir del «morbo y la simplificación».
Así, este experto condena aquellas informaciones que reducen la comisión del suicidio a un hecho concreto como «que le ha dejado la novia» o que «ha suspendido siete asignaturas», pues la decisión de quitarse la vida «es mucho más compleja». Y es que «suicidarse no es fácil, hay una angustia terrible», indicó.
Premeditación
La mayoría de quienes lo cometen han preparado su suicidio con mayor o menor minuciosidad: «Hay un suicidio impulsivo que está más relacionado con patologías psiquiátricas, pero generalmente se elabora». Tanto es así que este experto distingue tres fases: la primera, pensar en la muerte, a la que sigue «la ambivalencia de morir o no» para, más tarde, llegar a la «decisión firme».
No obstante, achacar el suicidio a razones psiquiátricas no siempre es acertado, pese a que entre el 80 y el 90 por ciento de quienes lo consuman padecen una patología. Y es que las patologías psiquiátricas van, como describe el experto, desde un cuadro psicótico grave a un mero trastorno de ansiedad.
Alejandro Rocamora
Ideas suicidas
Ocurre que las ideas suicidas son más comunes de lo que se suele pensar. «Según algunos autores, entre un 10 y un 15 por ciento de la población ha tenido planteamientos suicidas en algún momento de su existencia», afirmó.
La salida a estas ideas –y que Rocamora repite como un dogma– es que «siempre hay que buscar el sentido a la vida para no caer en la autodestrucción». Este principio no es suyo, sino de Viktor Frankl, creador de la logoterapia e inspiración del doctor.
En su estancia en un campo de concentración nazi, Frankl aseguró que cualquier persona es capaz de encontrar sentido a su vida, por difícil que parezca. A juicio del psiquiatra español, este es el pensamiento a perseguir para evitar el suicidio.
También hay que «hablar» y «comunicar». De hecho, la mayoría de las personas que se han suicidado «lo han comunicado de alguna manera», lo que rompe el «mito» que sostiene que quien dice que se va a suicidar no lo acaba consumando. «Eso es falso», sostuvo.
Estrategias y recursos
Otro principio que sostiene Rocamora es que «si alguien se suicida, es porque tiene la opción de suicidarse», por lo que reclama «recursos psicológicos» en los que las personas puedan apoyarse e impulsar una estrategia nacional frente a los suicidios, un plan que ya instó a impulsar el Congreso de los Diputados el año pasado.
Y es que «no hay prevención del suicidio en España», denunció. La estrategia debería incluir, a su juicio, formación suficiente para el personal sanitario y los centros escolares, ya que los colegios e institutos son, precisamente, unas instituciones muy capaces de prevenir el suicidio entre los jóvenes.
Suicidio y edad
Aunque la media de edad de quienes se quitan la vida se sitúa entre los 35 y los 45 años, están aumentando los suicidios entre los jóvenes y los ancianos. «El joven porque no tiene visión de la vida; el anciano porque la tiene», apuntó. Además, «en los adolescentes hay más impulsividad, en el anciano el suicidio es más elaborado».
De ahí la importancia del acompañamiento como el Teléfono de la Esperanza, pues aunque «una prevención total y absoluta es impensable porque siempre habrá alguien que decida suicidarse», esta es «posible y necesaria», sobre todo para que las personas estén «sanas mentalmente» y atendidas.
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