domingo, 1 de octubre de 2017

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas, ¡buen domingo!
Los saludo a todos ustedes que pertenecen al mundo del trabajo, en la variedad de sus expresiones. Entre ellas existe lamentablemente también aquella negativa, es decir, la situación difícil, a veces angustiante, de la falta de trabajo. ¡Gracias por su acogida!
Ustedes representan las diversas partes sociales, muchas veces en discusión incluso dura entre ellas, pero han aprendido que solo juntos se puede salir de la crisis y construir el futuro. Sólo el diálogo, en las reciprocas competencias, puede permitir encontrar respuestas eficaces e innovadoras para todos, también en la calidad del trabajo, en particular el indispensable bienestar. Es aquello que algunos llaman el “sistema Emilia”. Traten de llevarlo adelante. Hay necesidad de soluciones estables y capaces de ayudar a mirar al futuro para responder a las necesidades de las personas y de las familias.

En su territorio desde hace tiempo se ha desarrollado la experiencia cooperativa, que nace del valor fundamental de la solidaridad. Hoy esa tiene todavía mucho por ofrecer, también para ayudar a tantos que están en dificultad y tienen necesidad de ese “ascensor social” que según algunos estaría del todo fuera de uso. No dobleguemos jamás la solidaridad a la lógica del provecho financiero, porque así la quitamos – podría decir la robamos – a los más débiles que tienen tanta necesidad. Buscar una sociedad más justa no es un sueño del pasado sino un compromiso, un trabajo, que hoy tiene necesidad de todos.

La situación de la desocupación juvenil e aquella de tantos que han perdido el trabajo y no logran re-inserirse son realidades a las cuales no podemos acostumbrarnos, tratándolas como si fueran solamente estadísticas.

La acogida y la lucha a la pobreza pasan en gran parte a través del trabajo. No se ofrece verdadera ayuda a los pobres sin que puedan encontrar trabajo y dignidad. Este es el desafío apasionado, como en los años de la reconstrucción después de la guerra, que tanta pobreza había dejado. El reciente “Pacto para el trabajo”, que ha visto a todas las partes sociales, y también la Iglesia firmar un común empeño para ayudar en la búsqueda de respuestas estables, no de limosnas, es un método importante que deseo pueda dar los frutos esperados.

La crisis económica tiene una dimensión europea y global; y, como sabemos, esta es también crisis ética, espiritual y humana. A la raíz existe una traición del bien común, de parte sea de los individuos sea de los grupos de poder. Es necesario pues quitar centralidad a la ley del provecho y asignarla a la persona y al bien común. Pero para que esta centralidad sea real, efectiva y no sólo proclamada con palabras, es necesario aumentar las oportunidades de trabajo digno. Este es una tarea que pertenece a la sociedad entera: en esta fase en modo particular, todo el cuerpo social, en sus varios componentes, está llamado a realizar todo esfuerzo para que el trabajo, que es factor primario de dignidad, sea una preocupación central.

Aquí nos encontramos ante San Petronio, recordado como Pater et Protector y representado siempre con la ciudad entre sus manos. De aquí físicamente vemos tres aspectos  constitutivos de su ciudad: la Iglesia, el Municipio y la Universidad. Cuando ellos dialogan y colaboran entre sí, se refuerza el precioso humanismo que ellos expresan y la ciudad – por así decir – respira, tiene un horizonte, y no tiene miedo de afrontar los desafíos que se presentan. Los animo a valorizar este humanismo del cual son depositarios para buscar soluciones sabias y prudentes a los complejos problemas de nuestro tiempo, viéndolas si como dificultades, pero también como oportunidades de crecimiento y de mejoría. Y esto que les digo vale para Italia en su conjunto y para la entera Europa.

Queridos amigos, les soy particularmente cercano, poniendo en las manos del Señor y de la Virgen de San Lucas todas sus ansias y preocupaciones. A Ella, tan venerada por todos los boloñeses, nos dirigimos ahora con la oración del Ángelus.

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