«Mientras hay vida hay esperanza», es una frase que solemos
escuchar, pero yo creo que es más bien lo contrario, es la esperanza la que
sostiene, protege y hace crecer la vida.
Pero esta virtud tan importante tiene también importantes
enemigos. Pensemos por ejemplo en un joven acostumbrado a recibir todo
inmediatamente, a quien no se le ha enseñado la virtud de la espera y la
paciencia, su alma se va vaciando de anhelos e ilusiones y esto es un obstáculo
para la esperanza. Otro enemigo es la apatía, que nos hace ver los días como
monótonos y aburridos. Hemos de luchar contra esto, pues Dios nos ha creado
para la felicidad y no para que perdamos el tiempo en pensamientos
melancólicos.
La esperanza es la virtud del pobre, del campesino, del
trabajador y del migrante que se pone en camino buscando un futuro mejor, así
como también la de quien está abierto a la acogida, al diálogo y al
conocimiento mutuo; es la virtud que empuja a todos a «compartir el viaje» de
la vida, por eso no tengamos miedo a compartir el viaje, no tengamos miedo a
compartir la esperanza. Y ante las tentaciones, acudamos a Jesús, Él nunca nos
abandona, y repitamos con confianza: «Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de
mí que soy pecador».
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en
especial a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.
Les pido que hoy tengamos un recuerdo en la oración por las
víctimas y los damnificados que deja tras de sí el huracán que en estos días ha
azotado el Caribe, y en modo especial Puerto Rico. Que Dios los bendiga.
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