domingo, 31 de agosto de 2025

ÁNGELUS DEL PAPA LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Sentarse a la mesa juntos, especialmente en los días de descanso y de fiesta, es un signo de paz y de comunión en todas las culturas. En el Evangelio de este domingo (Lc 14,1.7-14), Jesús es invitado a comer por uno de los jefes de los fariseos. Tener invitados ensancha el espacio del corazón, y hacerse huésped exige la humildad de entrar en el mundo del otro. Una cultura del encuentro se nutre de estos gestos que acercan.


Encontrarse no siempre es fácil. El evangelista señala que los comensales “observaban” a Jesús y, en general, Él era mirado con cierta desconfianza por los intérpretes más rigurosos de la tradición. Sin embargo, el encuentro es posible porque Jesús se hace realmente cercano, no permanece ajeno a la situación. Se hace huésped de verdad, con respeto y autenticidad. Renuncia a esos buenos modales que son sólo formalidades que eluden comprometerse recíprocamente. Así, con su estilo, mediante una parábola, describe lo que ve e invita a pensar a quienes lo observan. De hecho, Él se había percatado de una carrera por ocupar los primeros lugares. Esto sucede también hoy, no tanto en la familia, sino en las ocasiones en que importa “hacerse notar”. Entonces, el estar juntos, se transforma en una competición.


Hermanas y hermanos, sentarnos juntos en torno a la mesa eucarística, en el día del Señor, significa también para nosotros darle a Jesús la palabra. Él, se hace nuestro huésped y puede describir cómo nos ve. Es muy importante vernos a través de su mirada, repensar cómo muchas veces reducimos la vida a una competición, cómo perdemos la compostura con tal de obtener algún reconocimiento, cómo nos comparamos inútilmente unos con otros. Detenernos a reflexionar, dejarnos sacudir por una Palabra que cuestiona las prioridades que ocupan nuestro corazón, es una experiencia de libertad. Jesús nos llama a la libertad.


El Evangelio usa la palabra “humildad” para describir la forma plena de la libertad (cf. Lc 14,11). La humildad, en efecto, es ser libre de uno mismo. Nace cuando el Reino de Dios y su justicia se han convertido verdaderamente en nuestro interés y podemos permitirnos mirar lejos: no la punta de nuestros pies, ¡sino lejos! Quien se engrandece, en general, parece no haber encontrado nada más interesante que sí mismo y, en el fondo, tiene poca seguridad en sí. Pero quien ha comprendido que es muy valioso a los ojos de Dios, quien se siente profundamente hijo o hija de Dios, tiene cosas más grandes de las que gloriarse y posee una dignidad que brilla por sí sola. Esa se coloca en primer plano, ocupa el primer lugar sin esfuerzo y sin estrategias, cuando en vez de servirnos de las situaciones, aprendemos a servir.


Queridos amigos, pidamos hoy que la Iglesia sea para todos un taller de humildad, es decir, esa casa en la que siempre se es bienvenido, donde los puestos no se conquistan, donde Jesús puede tomar todavía la Palabra y educarnos en su humildad y en su libertad. María, a quien ahora invocamos, es verdaderamente la Madre de esta casa.       


Queridos hermanos y hermanas,


lamentablemente, la guerra en Ucrania sigue sembrando muerte y destrucción. También en estos días, los bombardeos han alcanzado varias ciudades, incluida la capital, Kiev, causando numerosas víctimas. Renuevo mi cercanía al pueblo ucraniano y a todas las familias afectadas. Invito a todos a no ceder a la indiferencia, sino a acercarse con la oración y con gestos concretos de caridad. Reitero con fuerza mi urgente llamamiento a un alto el fuego inmediato y a un compromiso serio con el diálogo. Es hora de que los responsables renuncien a la lógica de las armas y emprendan el camino de la negociación y la paz, con el apoyo de la comunidad internacional. La voz de las armas debe callar, mientras que debe alzarse la voz de la fraternidad y la justicia.


Elevemos nuestras oraciones por las víctimas del trágico tiroteo ocurrido durante una misa de estudiantes en Minnesota, Estados Unidos. Oremos también, por los innumerables niños asesinados y heridos cada día en todo el mundo. Supliquemos a Dios que detenga la proliferación de las armas, largas y cortas, que infectan el mundo. Que nuestra Madre María, Reina de la Paz, nos ayude a cumplir la profecía de Isaías: «Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas» (Is 2, 4).


Nuestros corazones también están heridos por las más de cincuenta personas fallecidas y las aproximadamente cien que siguen desaparecidas tras el naufragio de una embarcación cargada de migrantes que intentaban recorrer los 1100 kilómetros que separan Mauritania de las Islas Canarias y que volcó cerca de la costa atlántica de Mauritania. Esta tragedia mortal se repite cada día en todo el mundo. Oremos para que el Señor nos enseñe, como individuos y como sociedad, a poner plenamente en práctica su palabra: «estaba de paso, y me alojaron» (Mt 25,35).


Encomendemos a todos los heridos, desaparecidos y fallecidos, en cualquier lugar del mundo, al amoroso abrazo de nuestro Salvador.


Mañana, 1 de septiembre, es la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Hace diez años, el Papa Francisco, en sintonía con el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, instituyó esta Jornada para la Iglesia católica. Esta celebración es más que nunca importante y urgente, y este año, tiene como tema «Semillas de paz y esperanza». Unidos a todos los cristianos, la celebramos y la prolongamos en el “Tiempo de la Creación” hasta el 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís. En el espíritu del Cántico del hermano sol, compuesto por él hace 800 años, alabamos a Dios y renovamos nuestro compromiso de no estropear su don, sino de cuidar nuestra casa común.


Dirijo mi afectuoso saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de diversos países. En particular, saludo a los grupos parroquiales de Quartu Sant’Elena, Morigerati, Venegono, Rezzato, Brescello, Boretto y Gualtieri, Val di Gresta, Valmadrera, Stiatico y Casadio; y al grupo de familias de Lucca que ha venido por la Vía Francígena.


Saludo también a la Fraternidad Laical de las Hermanas Dimesse de Padua, a los jóvenes de Acción Católica y de AGESCI de Reggio Calabria, a los jóvenes de Gorla Maggiore y a los confirmandos de Castel San Pietro Terme; así como al Movimiento Shalom de San Miniato con la Filarmónica Angiolo del Bravo, a la Asociación «Note libere» de Taviano y al grupo «Genitori Orsenigo».


¡Feliz domingo a todos!

Domingo 22 (Ciclo C) del tiempo ordinario

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):

Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres,
y te querrán más que al hombre generoso.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte,
y así alcanzarás el favor del Señor.
«Muchos son los altivos e ilustres,
pero él revela sus secretos a los mansos».
Porque grande es el poder del Señor
y es glorificado por los humildes.
La desgracia del orgulloso no tiene remedio,
pues la planta del mal ha echado en él sus raíces.
Un corazón prudente medita los proverbios,
un oído atento es el deseo del sabio.

Palabra de Dios

Salmo 67,R/. Tu bondad, oh, Dios, preparó una casa para los pobres.

Segunda Lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.22-24a):
Hermanos:
No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando.
Vosotros, os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.

Palabra de Dios


Santo Evangelio según san Lucas (14,1.7-14):

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Palabra del Señor

Compartimos:

 Jesús nos da una lección magistral: no busquéis el primer lugar: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto» (Lc 14,8). Jesucristo sabe que nos gusta ponernos en el primer lugar: en los actos públicos, en las tertulias, en casa, en la mesa... Él conoce nuestra tendencia a sobrevalorarnos por vanidad, o todavía peor, por orgullo mal disimulado. ¡Estemos prevenidos con los honores!, ya que «el corazón queda encadenado allí donde encuentra posibilidad de fruición» (San León Magno).

¿Quién nos ha dicho, en efecto, que no hay colegas con más méritos o con más categoría personal? No se trata, pues, del hecho esporádico, sino de la actitud asumida de tenernos por más listos, los más importantes, los más cargados de méritos, los que tenemos más razón; pretensión que supone una visión estrecha sobre nosotros mismos y sobre lo que nos rodea. De hecho, Jesús nos invita a la práctica de la humildad perfecta, que consiste en no juzgarnos ni juzgar a los demás, y a tomar conciencia de nuestra insignificancia individual en el concierto global del cosmos y de la vida.

Entonces, el Señor, nos propone que, por precaución, elijamos el último sitio, porque, si bien desconocemos la realidad íntima de los otros, sabemos muy bien que nosotros somos irrelevantes en el gran espectáculo del universo. Por tanto, situarnos en el último lugar es ir a lo seguro. No fuera caso que el Señor, que nos conoce a todos desde nuestras intimidades, nos tuviese que decir: «‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto» (Lc 14,9).

En la misma línea de pensamiento, el Maestro nos invita a ponernos con toda humildad al lado de los preferidos de Dios: pobres, inválidos, cojos y ciegos, y a igualarnos con ellos hasta encontrarnos en medio de quienes Dios ama con especial ternura, y a superar toda repugnancia y vergüenza por compartir mesa y amistad con ellos.

sábado, 30 de agosto de 2025

Sábado de la XXI Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,9-11):

Acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros. Como ya lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Hermanos, os exhortamos a seguir progresando: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado.

Palabra de Dios


Salmo 97,R/. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud


Santo Evangelio según san Mateo (25,14-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes.»»

Palabra del Señor


Compartimos:

Siempre me ha dado un poco de pena el pobre hombre que enterró el talento, “por seguridad”. Con la mejor intención, lo salvó de pérdidas o robos… Y no lo hizo producir.


Hay tres tipos de pobrecillos que pueden enterrar su único talento.


Uno es alguien con una autoestima tan baja que no se da cuenta de que la gracia que ha recibido puede producir mucho más… Está convencido profundamente de que no tiene nada, o tiene tan poco que no merece la pena ponerlo a trabajar. Hace poco salió un video (no se sabe si real o fabricado, pero con buen mensaje) en que un niño de cinco años decía que un lápiz roto también se puede usar para hacer un bonito dibujo. Pues este pobre del talento no se ha dado cuenta de esto.


Otro tampoco tiene una alta autoestima, pero la cubre con engreimiento. No entierra, sino que presume de lo que tiene y en realidad, no produce nada, porque es puro brillo.  es un engreído que no entierra, sino que presume de un talento inútil que puede ser que brille, pero que no produce nada… Es el caso de ciertos personajes cuyo único talento es saber ser un poco protagonista… pero eso no lleva a ningún fruto positivo.


En todo caso, el pobre que ha escondido el talento es un pobre ciego que no ha podido o no ha sabido reconocer que el don, o la falta de tal don, no era suyo. Que no ha sabido agradecer al Señor de todos los dones. Que se ha quedado cojo, tuerto y empobrecido, aunque haya presumido después de salvaguardar el don. Su mayor error no es enterrar el don, sino negar la gracia de Dios. Porque, quien reconoce esa gracia, da fruto. No por sí mismo, sino por el dador de todos los dones, de todos los talentos.


Por eso no sé si estar de acuerdo con el final de la parábola o cambiarlo. Me parece que Dios siempre daría otra oportunidad. Ver la luz, convertirse, y trabajar fuertemente para hacer crecer el don…. Pienso yo que la misericordia de Dios suele ser así… hasta el final. Y si al final la persona se ha enrocado en su pobre ceguera, entonces se le quitará todo.

viernes, 29 de agosto de 2025

Viernes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario, El Martirio de San Juan Bautista

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,1-8):

Por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Y que en este asunto nadie ofenda a su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos. Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada. Por consiguiente, el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.

Palabra de Dios


Salmo 96,R/. Alegraos, justos, con el Señor


Santo Evangelio según san Mateo (25,1-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.» Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.» Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos.» Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco.» Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Hace poco, el papa León XIV exhortaba a los jóvenes a no conformarse con menos que la santidad. No para ser colocados en una hornacina, ciertamente, sino más bien para seguir una llamada de Dios que no admite negociaciones ni regateos.


Juan Bautista era así: irreductible. Costara lo que costara (y a él le costó la cabeza) proclamaría lo que era verdad. A Herodes le caía bien y podría haberse avenido a lo que quisiera el poder, como hacen, hacemos tantos. Y sin embargo, lo arriesgó todo porque no podía conformarse con menos que la santidad. A veces es necesario perder la cabeza.  La santidad heroica que llega al martirio, claro está, no es nada fácil. Pero tampoco es nada fácil esa otra santidad callada, diaria, que aguanta con paciencia los pequeños o grandes defectos del prójimo; la que se sacrifica porque otros vivan mejor; la que defiende la verdad y la justicia; la que mantiene la esperanza y la alegría en medio de la adversidad. No tiene mucho brillo, pero es heroica en su perseverancia, en su terca fidelidad. La santidad de los grandes actos se requiere ocasionalmente; no tanto en nuestro mundo más acomodado, pero sí en los países que sufren persecución y martirio por la fe, como está ocurriendo hoy día en Congo, en Siria y en otros países africanos y del Oriente Medio.


La santidad diaria, la callada y desapercibida, se requiere todos los días y a todas horas. Y pide una decisión constante de cumplir la voluntad de Dios. ¿De dónde vendrá la fuerza para hacerlo? La primera lectura asegura a Jeremías todo lo que necesita saber: «Cíñete y prepárate; ponte en pie y diles lo que yo te mando. No temas, no titubees delante de ellos, para que yo no te quebrante.

Mira: hoy te hago ciudad fortificada, columna de hierro y muralla de bronce”.


Y también en la primera lectura correspondiente al viernes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario se dice claramente: la voluntad de Dios es vuestra santidad. O, como se dice en otro lugar: la voluntad de Dios es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Esa luz de la verdad es la que sitúa el listón nada menos que en la santidad.

jueves, 28 de agosto de 2025

Jueves 21 del tiempo ordinario, San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,7-13):

En medio de todos nuestros aprietos y luchas, vosotros, con vuestra fe, nos animáis; ahora nos sentimos vivir, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor. ¿Cómo podremos agradecérselo bastante a Dios? ¡Tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra, cuando pedimos día y noche veros cara a cara y remediar las deficiencias de vuestra fe! Que Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a veros. Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.

Palabra de Dios


Salmo 89,R/. Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres


Santo Evangelio según san Mateo (24,42-51):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

Palabra del Señor


Compartimos:

El texto evangélico nos habla de la incertidumbre del momento en que vendrá el Señor: «No sabéis qué día vendrá» (Mt 24,42). Si queremos que nos encuentre velando en el momento de su llegada, no nos podemos distraer ni dormirnos: hay que estar siempre preparados. Jesús pone muchos ejemplos de esta atención: el que vigila por si viene un ladrón, el siervo que quiere complacer a su amo... Quizá hoy nos hablaría de un portero de fútbol que no sabe cuándo ni de qué manera le vendrá la pelota...


Pero, quizá, antes debiéramos aclarar de qué venida se nos habla. ¿Se trata de la hora de la muerte?; ¿se trata del fin del mundo? Ciertamente, son venidas del Señor que Él ha dejado expresamente en la incertidumbre para provocar en nosotros una atención constante. Pero, haciendo un cálculo de probabilidades, quizá nadie de nuestra generación será testimonio de un cataclismo universal que ponga fin a la existencia de la vida humana en este planeta. Y, por lo que se refiere a la muerte, esto sólo será una vez y basta. Mientras esto no llegue, ¿no hay ninguna otra venida más cercana ante la cual nos convenga estar siempre preparados?


«¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» (San Francisco de Sales). Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca de nuestra vida. A través de inspiraciones internas, a través de las personas que nos rodean, de los hechos que se van sucediendo, el Señor llama a nuestra puerta y, como dice el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). Hoy, si comulgamos, esto volverá a pasar. Hoy, si escuchamos pacientemente los problemas que otro nos confía o damos generosamente nuestro dinero para socorrer una necesidad, esto volverá a pasar. Hoy, si en nuestra oración personal recibimos —repentinamente— una inspiración inesperada, esto volverá a pasar.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Miércoles de la XXI Semana del Tiempo Ordinario, Santa Mónica

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,9-13):

Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros, los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre con sus hijos, animándoos con tono suave y enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha llamado a su reino y gloria. Ésa es la razón por la que no cesarnos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.

Palabra de Dios


Salmo 138,R/. Señor, tú me sondeas y me conoces


Santo Evangelio según san Mateo (23,27-32):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»

Palabra del Señor


Compartimos:

Hoy tenemos, por un lado, las lecturas del miércoles de la Semana XXI del Tiempo Ordinario, que exhortan a vivir como “se merece Dios”. Dios no tiene que hacer méritos para merecer nuestro honor ni nuestra recta vida. Dios es digno de toda gloria y alabanza. Y dar gloria y alabanza a Dios significa, en la práctica, tener una vida recta, alegre, esperanzada, caritativa, justa. Vivir como corresponde a la grandeza de Dios es simplemente justo y necesario.


Por otro lado, está hoy la memoria de santa Mónica, la mujer que, con sus lágrimas, alcanzó al hijo para Cristo. Es decir, logró que Agustín viviera “como se merece Dios”. Cuando Agustín parecía estar más allá de toda redención, Mónica siguió llorando y orando. Porque pensaba que su hijo estaba “muerto” a la verdadera vida. ¡Y qué vida tuvo Agustín después! Las lágrimas de Mónica no solo sirvieron para la vida de Agustín, sino para la vida de la Iglesia durante tantos siglos.


Por eso el pasaje del Evangelio que se lee en esta memoria es el de la viuda de Naín. El hijo estaba certificadamente muerto. Pero a la viuda se le dice: no llores. Ahórrate las lágrimas, porque Dios es un Dios de la vida. Lágrimas sacaron de la muerte al hijo de Mónica y al de la viuda de Naín. Tantas madres y abuelas, hoy día, lloran lo que ven en sus hijos y nietos un camino de muerte; malos caminos, malas amistades, adiciones, indiferencia a la fe, materialismo extremo, narcisismo. A ellas se les dice, como a Mónica y a la viuda de Naín: “No llores más. Tus súplicas son escuchadas.” O, casi más bien; sigue llorando, llora incesantemente ante Dios para arrancar de Él la vida. Pero llora en la seguridad de que Dios es un Dios de vida; llora con la confianza de que Dios siempre puede sacar vida de la muerte. Llora como las estériles Sara, Ana e Isabel, sabiendo que lo imposible es siempre posible. Llora para que tu hijo viva “como Dios se merece”, es decir, de una manera recta, alegre, esperanzada, pacífica, caritativa y justa. Y eso, no solo para la vida del propio hijo, nieto o ser querido; sino para la vida de la Iglesia. Para que los cristianos vivamos “como Dios se merece”. A Él toda gloria y alabanza.

martes, 26 de agosto de 2025

Martes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario, Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, virgen

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,1-8):

Sabéis muy bien, hermanos, que nuestra visita no fue inútil. A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos valor –apoyados en nuestro Dios– para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones. Como bien sabéis, nunca hemos tenido palabras de adulación ni codicia disimulada. Dios es testigo. No pretendimos honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado autoritariamente; por el contrario, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

Palabra de Dios


Salmo 138,R/. Señor, tú me sondeas y me conoces


Santo Evangelio según san Mateo (23,23-26):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»

Palabra del Señor


Compartimos:

La mentira es como una capa de brillo artificial que oculta ponzoña. Y la ponzoña tiene una extraña propiedad de hervir hasta desbordarse por encima de la superficie hermosa. Una corrupción se tiene que tapar con otra y otra con otra. Mientras tanto, se trata, por todos los medios, de que lo de fuera parezca precioso, dulce, tierno y elegante. Engaña por un tiempo, quizá, pero al final, como es falso, empieza a cansar, pasa a ser sospechoso, y termina por descubrirse lo que había debajo. La hipocresía es gradualmente transparente.


A nuestro alrededor, continuamente vemos esa mentira, a nivel personal o colectivo. Y la ponzoña va brotando imparable como si estuviera hirviendo. Vemos a todas horas rostros en televisión que nos aseguran que ellos son buenos y todos los demás malísimos; pero ya no pueden por más tiempo ocultar la verdad. Y lo mismo ocurre a nivel personal; como una mentira lleva a otra, al final no se recuerda la primera y la bola explota.


De nuevo hoy la lectura de Tesalonicenses se sitúa en contraste con el evangelio. Pablo no es un político falso y mentiroso, sino alguien que entrega hasta alma, vida y corazón, no para su propio beneficio, sino para el bien de los demás. “No para contentar a los hombres, sino a Dios”, dice Pablo con toda sinceridad.  Si no se va así, a lo profundo, la ponzoña inevitablemente en algún momento hervirá y desbordará incluso los visos de buen hacer. Jesús advierte de no dar brillo al exterior de la copa… Si la copa está limpia por dentro, el exterior ya lo reflejará, sin tanto esfuerzo. Y no hará falta demostrar a nadie lo bueno que se es; la bondad sincera también es calladamente desbordante e irrefutable. No se trata, como dice Pablo, de quedar bien con la gente: eso sería el exterior de la copa. Se trata de estar cerca de Dios, de agradar a Dios, de encontrar el favor y la gracia de Dios y la gracia se desbordará para el bien de los demás. No para contentarles, sino para su bien. Porque, como dice Pablo, deseamos dar el Evangelio, pero con toda nuestra persona y todo el corazón. La mentira es desalmada por mucho que se proteste estar entregado a los demás; la verdad lleva el corazón y toda la persona.

lunes, 25 de agosto de 2025

Lunes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,1-5.8b-10):

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda. Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

Palabra de Dios


Salmo 149,R/. El Señor ama a su pueblo


santo evangelio según san Mateo (23,13-22):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: «Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga!» ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: «Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga.» ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el templo jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Los reproches que lanza Jesús en el evangelio de hoy son toda una enmienda a la totalidad de una acción vacía, rutinaria e hipócrita. ¡Ay de vosotros! El “ay de vosotros” va dirigido a quienes se centran de tal manera en lo externo que pierden todo sentido del porqué están haciendo todo eso; y lo peor no es eso, sino que están seguros y confiados en que todas sus formalidades, rutinas y superficialidad, los llevarán a la salvación. Quedarse con la envoltura puede resultar brillante temporalmente, pero en el fondo hay un vacío profundo que al fin saldrá a la luz; es un vacío existencial disfrazado de felicidad, buenas obras y prestigio.


En contraste con esto, la carta a Tesalonicenses presenta una alabanza a la totalidad, resumida, simplemente en una línea que contiene las tres virtudes teologales:” Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.” Pero no lo presenta en términos de brillo, prestigio o fama ante los demás, sino más bien en términos de esfuerzo. Las virtudes se practican, se trabajan. Aunque son obras de la gracia de Dios y del Espíritu Santo, son exigentes: esfuerzo, aguante. No se presenta la fe como algo estático, sino activo… es decir, con obras de oración, de justicia, de vida en Dios; ni es el amor simplemente un sentimiento romántico, sino un decidido esfuerzo de centrarse en Dios y hacer el bien: no es fácil muchas veces. Se dice, burlonamente, que se ama a la humanidad, pero no se soporta al individuo de al lado. Ni la esperanza es una ilusión algo boba de que las cosas van a ir bien. Eso se podría derrumbar estrepitosamente cuando las cosas ni van bien, ni hay ningún viso de que se arreglen. Porque la esperanza es algo mucho más fundamentado: es el aguante, el anclaje en Dios a pesar de todos los pesares. La esperanza de algo mucho más grande que no es temporal ni espacial, ni se basa en acontecimientos puntuales. La esperanza es la seguridad de que la salvación ya se ha cumplido en Cristo.


Se nos presenta, por tanto, todo un programa de conversión; las normas pueden estar bien y, como decían nuestras abuelas, “lo bien hecho bien parece”. Pero no hay que parecer solamente; hay que ser, desde dentro, firmes, buenos; llenos del Espíritu que nos ayuda en esas tres virtudes difíciles que son nada más y nada menos, que las que apuntan al corazón de Dios.

domingo, 24 de agosto de 2025

ÁNGELUS DEL PAPA LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!


En el centro del Evangelio de hoy ( Lc  13,22-30) encontramos la imagen de la «puerta estrecha», utilizada por Jesús para responder a alguien que le pregunta si son pocos los que se salvan: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque  os digo que muchos querrán entrar y no podrán» ( v . 24).


A primera vista, esta imagen suscita algunas preguntas: si Dios es el Padre del amor y de la misericordia, que permanece siempre con los brazos abiertos para acogernos, ¿por qué Jesús dice que la puerta de la salvación es estrecha?


Ciertamente, el Señor no quiere desanimarnos. Sus palabras, en cambio, sirven sobre todo para sacudir la presunción de quienes se creen ya salvos, de quienes practican la religión y, por lo tanto, se sienten ya establecidos. En realidad, no han comprendido que no basta con realizar actos religiosos si estos no transforman el corazón: el Señor no quiere un culto separado de la vida y no aprecia los sacrificios y las oraciones si no nos llevan a vivir el amor al prójimo y a practicar la justicia. Por eso, cuando se presenten ante el Señor jactándose de haber comido y bebido con él y de haber escuchado sus enseñanzas, oirán la respuesta: «No sé de dónde son. ¡Apártense de mí todos ustedes, obradores de injusticia!»  (v.  27 ).


Hermanos y hermanas, el Evangelio de hoy nos propone un hermoso desafío: mientras a veces juzgamos a quienes se alejan de la fe, Jesús desafía la seguridad de los creyentes. De hecho, nos dice que no basta con profesar nuestra fe con palabras, comer y beber con él en la Eucaristía, ni ser un experto en las enseñanzas cristianas. Nuestra fe es auténtica cuando abarca toda nuestra vida, cuando se convierte en criterio para nuestras decisiones, cuando nos hace hombres y mujeres que se comprometen con el bien y se arriesgan en el amor, como lo hizo Jesús. Él no eligió el camino fácil del éxito ni del poder, sino que, para salvarnos, nos amó hasta cruzar la «puerta estrecha» de la cruz. Él es la medida de nuestra fe; él es la puerta que debemos cruzar para ser salvos (cf.  Jn  10,9), viviendo su mismo amor y convirtiéndonos, con nuestra vida, en artífices de justicia y paz.


A veces, esto implica tomar decisiones difíciles e impopulares, luchar contra nuestro propio egoísmo y entregarnos a los demás, perseverar en el bien donde la lógica del mal parece prevalecer, etc. Pero, al cruzar este umbral, descubriremos que la vida se abre ante nosotros de una manera nueva y, desde ahora, entraremos en el corazón espacioso de Dios y en la alegría del banquete eterno que nos ha preparado.


Invoquemos a la Virgen María, para que nos ayude a atravesar con valentía la “puerta estrecha” del Evangelio, para abrirnos con alegría a la amplitud del amor de Dios Padre.  


Queridos hermanos y hermanas:


Expreso mi cercanía al pueblo de Cabo Delgado, Mozambique, víctima de una situación de inseguridad y violencia que sigue causando muertes y desplazamientos. Al tiempo que les pido que no olviden a estos hermanos y hermanas nuestros, los invito a orar por ellos y a expresar mi esperanza de que los esfuerzos de los líderes del país logren restablecer la seguridad y la paz en ese territorio.


El viernes pasado, 22 de agosto, acompañamos con oración y ayuno a nuestros hermanos y hermanas que sufren a causa de la guerra. Hoy nos unimos a nuestros hermanos y hermanas ucranianos que, con la iniciativa espiritual "Oración Mundial por Ucrania ", piden al Señor que conceda la paz a su atormentado país.


Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de diversos países, especialmente a los de Karagandá, Kazajistán, Budapest y a la comunidad del Pontificio Colegio Norteamericano. Me complace dar la bienvenida a la Banda Musical de Gozzano y a los grupos parroquiales de Bellagio, Vidigulfo, Carbonia, Corlo y Val Cavallina. Saludo también a los fieles que han llegado en bicicleta desde Rovato y Manerbio, y al grupo itinerante Vía Lucis .


Les deseo a todos un feliz domingo.

sábado, 23 de agosto de 2025

Lecturas del XXI Domingo del Tiempo Ordinario,Ciclo C.

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (66,18-21):

Esto dice el Señor:

«Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos,

vendré para reunir

las naciones de toda lengua;

vendrán para ver mi gloria.

Les daré una señal, y de entre ellos

enviaré supervivientes a las naciones:

a Tarsis, Libia y Lidia (tiradores de arco),

Túbal y Grecia, a las costas lejanas

que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria.

Ellos anunciarán mi gloria a las naciones.

Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor,

traerán a todos vuestros hermanos,

a caballo y en carros y en literas,

en mulos y dromedarios,

hasta mi santa montaña de Jerusalén

—dice el Señor—,

así como los hijos de Israel traen ofrendas,

en vasos purificados, al templo del Señor.

También de entre ellos escogeré

sacerdotes y levitas —dice el Señor—».

Palabra de Dios


Salmo  116,R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio


Segunda Lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (12,5-7.11-13):

Hermanos:

Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:

«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor,

ni te desanimes por su reprensión;

porque el Señor reprende a los que ama

y castiga a sus hijos preferidos».

Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos?

Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.

Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.

Palabra de Dios


Santo Evangelio según san Lucas (13,22-30):

En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.

Uno le preguntó:

«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».

Él les dijo:

«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:

Señor, ábrenos;

pero él os dirá:

“No sé quiénes sois”.

Entonces comenzaréis a decir:

“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.

Pero él os dirá:

“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Palabra del Señor


Compartimos:

El evangelio nos sitúa ante el tema de la salvación de las almas. Éste es el núcleo del mensaje de Cristo y la “ley suprema de la Iglesia” (así lo afirma, sin ir más lejos, el mismo Código de Derecho Canónico). La salvación del alma es una realidad en cuanto don de Dios, pero para quienes aún no hemos traspasado las lindes de la muerte es tan solo una posibilidad. ¡Salvarnos o condenarnos!, es decir, aceptar o rechazar la oferta del amor de Dios por toda la eternidad.


Decía san Agustín que «se hizo digno de pena eterna el hombre que aniquiló en sí el bien que pudo ser eterno». En esta vida sólo hay dos posibilidades: o con Dios, o la nada, porque sin Dios nada tiene sentido. Visto así, vida, muerte, alegría, dolor, amor, etc. son conceptos desprovistos de lógica cuando no participan del ser de Dios. El hombre, cuando peca, esquiva la mirada del Creador y la centra sobre sí mismo. Dios mira incesantemente con amor al pecador, y para no forzar su libertad, espera un gesto mínimo de voluntad de retorno.


«Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Cristo no responde a la interpelación. Quedó entonces la pregunta sin respuesta, y también hoy, pues «es un misterio inescrutable entre la santidad de Dios y la conciencia del hombre. El silencio de la Iglesia es, pues, la única posición oportuna del cristiano» (San Juan Pablo II). La Iglesia no se pronuncia sobre quienes habitan el infierno, pero —basándose en las palabras de Jesucristo— sí que lo hace sobre su existencia y el hecho de que habrá condenados en el juicio final. Y todo aquel que niegue esto, sea clérigo o laico, incurre sin más preámbulos en herejía.


Somos libres para tornar la mirada del alma al Salvador, y somos también libres para obstinarnos en su rechazo. La muerte petrificará esa opción por toda la eternidad...

Sábado de la XX Semana del Tiempo Ordinario,Sant Rosa de Lima

Primera Lectura

Lectura del libro de Rut (2,1-3.8-11;4,13-17):

Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente de muy buena posición, llamado Boaz, de la familia de Elimelec.

Rut, la moabita, dijo a su suegra Noemí: «Déjame ir al campo, a espigar donde me admitan por caridad.»

Noemí le respondió: «Anda, hija.»

Ella marchó y fue a espigar en las tierras, siguiendo a los segadores. Fue a una de las tierras de Boaz, de la familia de Elimelec.

Boaz dijo a Rut: «Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no te vayas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan los hombres y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados que no te molesten. Cuando tengas sed, vete donde los botijos y bebe de lo que saquen los criados.»

Rut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo: «Yo soy una forastera; ¿por qué te he caído en gracia y te has interesado por mí?»

Boaz respondió: «Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido: que dejaste a tus padres y tu pueblo natal y has venido a vivir con gente desconocida.»

Así fue como Boaz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut concibiera y diese a luz un hijo.

Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en Israel. Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos.»

Noemi tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo.

Las vecinas le buscaban un nombre, diciendo: «¡Noemí ha tenido un niño!»

Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.

Palabra de Dios


Salmo 127,R/. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor


Santo Evangelio según san Mateo (23,1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Qué fácil es “ponernos por encima” de los demás. Cuando sabemos algo más que otros, o si tenemos algo más de experiencia en algún aspecto de la vida… nos creemos superiores y tratamos a los demás como inferiores.


Eso les pasaba a muchos escribas y fariseos del tiempo de Jesús: se creían de primera categoría, mientras los demás serían de segunda clase. Y, además, se permitían “decir y no hacer”. Por eso Jesús los critica con dureza.


Ponerse por encima de otros es una tentación muy humana. También el decir y no hacer. El Espíritu del Señor viene en ayuda nuestra para darnos cuenta de estos peligros y evitarlos. Porque, como dijo el papa Francisco, la única forma legítima de mirar a alguien de arriba hacia abajo es para ayudarlo a levantarse. Y estamos llamados a la autenticidad, que es más que la coherencia: ser coherentes entre lo que decimos y hacemos siempre que podamos, y ser capaces, a la vez, de reconocer nuestras fragilidades. Porque nadie es perfecto. Y el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad.


Lo opuesto a ponerse por encima es “ponernos por debajo”, en sometimiento o dependencia. Y esto tampoco es cristiano. En Cristo somos hermanos, hijos de un mismo Padre, llamados a cuidar y hacer crecer la fraternidad y a cuidar nuestra casa común para nosotros y para las próximas generaciones. Ni por encima ni por debajo: mirándonos a los ojos, como nos mira el Señor.


Y, en caso de duda, ponerse al servicio de los demás, desde una libertad interdependiente: “el primero entre vosotros será vuestro servidor”. Porque “el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.


Señor Jesús,

ayúdame a mirar a los demás como tú les miras.

Y que pueda servir y desvivirme, desde la libertad,

contigo y como tú.

viernes, 22 de agosto de 2025

Viernes de la XX Semana del Tiempo Ordinario, Bienaventurada Virgen María Reina

Primera Lectura

Comienzo del libro de Rut (1,1.3-6.14b-16.22):

En tiempo de los jueces, hubo hambre en el país, y un hombre emigró, con su mujer Noemí y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la campiña de Moab. Elimelec, el marido de Noemí, murió, y quedaron con ella sus dos hijos, que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut. Pero, al cabo de diez años de residir allí, murieron también los dos hijos, y la mujer se quedó sin marido y sin hijos. Al enterarse de que el Señor había atendido a su pueblo dándole pan, Noemí, con sus dos nueras, emprendió el camino de vuelta desde la campiña de Moab. Orfá se despidió de su suegra y volvió a su pueblo, mientras que Rut se quedó con Noemí.

Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios. Vuélvete tú con ella.»

Pero Rut contestó: «No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios.»

Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, volvió de la campiña de Moab. Empezaba la siega de la cebada cuando llegaron a Belén.

Palabra de Dios


Salmo 145,R/. Alaba, alma mía, al Señor


Santo Evangelio según san Mateo (22,34-40):

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»

Él le dijo: «»Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Palabra del Señor


Compartimos:

La sencillez y la astucia no tienen porqué estar reñidas. Así nos lo enseñó Jesús, y así lo vivió él.

En el evangelio de hoy, los fariseos quieren ser más que los saduceos, a los que Jesús “había hecho callar”. Por eso quieren poner a prueba a Jesús, con una pregunta en la que, supuestamente, ellos eran expertos: cuál es el mandamiento principal de la Ley.


La “Ley”, para los judíos, se refería principalmente a la Torá, los cinco libros atribuidos a Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). Esta Ley era considerada la base de su fe, revelación de la voluntad de Dios y guía para la vida religiosa y civil. Además de la Torá escrita, la Ley también incluía la tradición oral, interpretaciones y enseñanzas rabínicas que se habían transmitido a lo largo de generaciones. La Ley no solo incluía normas religiosas, sino también leyes civiles y morales, todas consideradas como un sistema unificado. Más que el actual concepto de “ley”, se vivía como “enseñanzas” para la vida, si bien su amplio desarrollo hacía que fuera algo complicado. Había maestros de la ley más estrictos, que exigían el cumplimiento riguroso de todas las normas, mientras que otros eran más abiertos, centrándose en lo más importante.La pregunta de los fariseos a Jesús tenía, pues, su peligro: según lo que respondiera, podían acusarlo de estricto o de laxo, o buscar el modo de criticarle. Por eso Jesús opta por una respuesta esencial, que va a lo fundamental, respondiendo con palabras tomadas de la misma Torá: lo más importante de la vida es amar al Señor con todo el corazón… y al prójimo como a uno mismo. Eso es cumplir la “Ley” y poner las bases para una vida humana digna. Desde el amor de Dios, que nos amó primero.

Sencillos y astutos: así estamos llamados a ser en nuestro mundo, que a veces desprecia nuestra fe, o que la lleva a extremos inhumanos. Como Jesús, recibiendo el amor del Padre, y dándolo cotidianamente a los demás. En ello está el secreto de la vida.


Gracias, Señor, por tu valentía:

respondes a quien te pregunta.

Gracias, Señor, por tu sencillez:

en ti no hay afán de venganza frente a quienes te atacan.

Gracias, Señor, por recordarnos lo más importante:

solo el amor salva.

Dame tu sabiduría, para vivir contigo y como tú.

jueves, 21 de agosto de 2025

Jueves de la XX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura del libro de los Jueces (11,29-39a):

En aquellos días, el espíritu del Señor vino sobre Jefté, que atravesó Galaad y Manasés, pasó a Atalaya de Galaad, de allí marchó contra los amonitas, e hizo un voto al Señor: «Si entregas a los amonitas en mi poder, el primero que salga a recibirme a la puerta de mi casa, cuando vuelva victorioso de la campaña contra los amonitas, será para el Señor, y lo ofreceré en holocausto.»

Luego marchó a la guerra contra los amonitas. El Señor se los entregó; los derrotó desde Aroer hasta la entrada de Minit (veinte pueblos) y hasta Pradoviñas. Fue una gran derrota, y los amonitas quedaron sujetos a Israel. Jefté volvió a su casa de Atalaya. Y fue precisamente su hija quien salió a recibirlo, con panderos y danzas; su hija única, pues Jefté no tenía más hijos o hijas.

En cuanto la vio, se rasgó la túnica, gritando: «¡Ay, hija mía, qué desdichado soy! Tú eres mi desdicha, porque hice una promesa al Señor y no puedo volverme atrás.»

Ella le dijo: «Padre, si hiciste una promesa al Señor, cumple lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos.»

Y le pidió a su padre: «Dame este permiso: déjame andar dos meses por los montes, llorando con mis amigas, porque quedaré virgen.»

Su padre le dijo: «Vete.»

Y la dejó marchar dos meses, y anduvo con sus amigas por los montes, llorando porque iba a quedar virgen. Acabado el plazo de los dos meses, volvió a casa, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho.

Palabra de Dios


Salmo 39,R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad


Santo Evangelio según san Mateo (22,1-14):

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: «Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.» Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: «La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.» Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?» El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: «Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Nada hay más exigente que el amor. Porque el amor, por su propia naturaleza, pide responder con amor. Si no, no has entendido nada. Y si lo vives, has logrado la vida.


Así pasaba en tiempo de Jesús. El Evangelio nos habla de la alianza que Dios quiere hacer con su pueblo, simbolizada en una boda; y de cómo muchas veces el pueblo rechazó esa alianza, apartándose de Dios. En los mismos tiempos de Jesús, algunos le aceptan, pero muchos le rechazan… Incomprensiblemente, no quieren participar de esa fiesta. Pero no por ello Dios rompe su alianza, sino que la abre más allá del pueblo elegido, a todos los pueblos de la tierra: los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Porque el amor de Dios es gratuito. Y cuando se acepta, es capaz de cambiar el corazón. Pero una vez que se entra en la lógica de la alianza, no vale cualquier tipo de respuesta. Hay que “vestirse de fiesta”, es decir, responder al amor con amor. Amor auténtico, gratuito y generoso.


Así pasa en nuestro tiempo: muchas veces vivimos entretenidos con tantas cosas, sin atender a lo único importante, el amor. El amor que Dios nos da gratuitamente, para acogerlo, revestirnos de él, y llevarlo a los demás. Todo lo demás, es relativo.


Dios no va a dejar de amarnos porque no le correspondamos. El problema es para nosotros, que nos perdemos lo más grande de la vida. Porque el amor pide responder con amor. Y un amor de calidad. Si no lo vives, quedas fuera de la fiesta. Si lo empiezas a vivir, comienzas a lograr la vida.


Gracias, Señor, por tu amor gratuito, generoso, desinteresado.

Que viva abierto a ese amor, como María.

Que no me entretenga con lo superfluo

y que me centre en lo importante:

vivir de tu amor, para poder amar, de verdad, a mis prójimos.

miércoles, 20 de agosto de 2025

Miércoles de la XX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura del libro de los Jueces (9,6-15):

En aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.

En cuanto se enteró Yotán, fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les gritó a voz en cuello: «¡Oídme, vecinos de Siquén, así Dios os escuche! Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: «Sé nuestro rey.» Pero dijo el olivo: «¿Y voy a dejar mi aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?» Entonces dijeron a la higuera: «Ven a ser nuestro rey.» Pero dijo la higuera: ¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso, para ir a mecerme sobre los árboles?» Entonces dijeron a la vid: «Ven a ser nuestro rey.» Pero dijo la vid: «¿Y voy a dejar mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?» Entonces dijeron a la zarza: «Ven a ser nuestro rey.» Y les dijo la zarza: «Si de veras queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.»»

Palabra de Dios


Salmo 20,R/. Señor, el rey se alegra por tu fuerza


Santo Evangelio según san Mateo (20,1-16a):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.» Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: «¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?» Le respondieron: «Nadie nos ha contratado.» Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña.» Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: «Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.» Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: «Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?» Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Palabra del Señor


Compartimos:

En la vida hay un tiempo para la justicia, y un tiempo para la generosidad. Un tiempo para lo convenido, y un tiempo para ir más allá.

El pueblo de Israel, en su historia, fue descubriendo a un Dios justo, que hacía alianza con su pueblo, al que ofrecía algo a cambio de vivir de acuerdo con las enseñanzas de vida recogidas en los mandamientos. En ese camino, ya apuntaba la generosidad de un Dios que mantenía la alianza a pesar de que el pueblo no cumpliera su parte. Aunque es en Jesús donde se desborda esa generosidad del Padre. Él es el hijo entregado, sin méritos nuestros, para poder recobrar el camino. Él es quien pone su vida incluso por los pecadores, compartiendo su palabra y su cercanía en sus recorridos por Galilea, y llegando al final en su entrega, en Jerusalén. Porque “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2,4).


La historia que hoy se nos presenta en el evangelio puede ser otra versión de la “parábola del hijo pródigo”: los “hijos mayores” son los que trabajan todo el día, cumpliendo con todo; los “hijos menores” son los que llegan a última hora, y reciben la misma riqueza del Padre, ante la queja de los otros; el Padre da a todos lo que necesitan, más allá de sus méritos. Porque es libre. Porque es bueno. Porque es generoso.


Señor, gracias por dármelo todo, aunque llegue tarde.

En realidad, al llegar tarde había estado perdiendo el tiempo.

Enséñame de tu libertad y de tu bondad,

para poder vivir en generosidad,

yendo más allá de lo establecido.

martes, 19 de agosto de 2025

Martes de la XX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura del libro de los Jueces (6,11-24a):

En aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas.

El ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente.»

Gedeón respondió: «Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: «De Egipto nos sacó el Señor.» La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»

El Señor se volvió a él y le dijo: «Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»

Gedeón replicó: «Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.»

El Señor contestó: «Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.»

Gedeón insistió: «Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.»

El Señor dijo: «Aquí me quedaré hasta que vuelvas.» Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina.

El ángel del Señor le dijo: «Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.» Así lo hizo.

Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.

Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó: «¡Ay, Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!»

Pero el Señor le dijo: «¡Paz, no temas, no morirás!»

Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz.»

Palabra de Dios


Salmo 84,R/. El Señor anuncia la paz a su pueblo


Santo Evangelio según san Mateo (19,23-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»

Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»

Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»

Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»

Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Vivir libres o apegados. Esa es la cuestión. Y lo es durante toda la vida. Porque uno puede haber tenido gestos de libertad durante los primeros años de su existencia, para luego instalarse en seguridades de las que no quiere salir.


Es el eco del evangelio de ayer: el joven rico se fue triste, porque estaba muy apegado a sus cosas. Su deseo de plenitud parecía auténtico. Pero su deseo de seguridad pesó más que su libertad.


Desde ahí, Jesús anima a vivir su mismo estilo de vida, en libertad absoluta, desapegados de todo y de todos, viviendo desde el Padre, para todos. Él dejó casa, madre, mujer, hijos y tierra. Y él recibió 100 veces más en todos los rostros y situaciones que se fue encontrando cada día, hasta la eternidad, pasando por la cruz.


En nuestro mundo siguen haciendo falta personas desprendidas de todo y de todos, que vivan desde el Padre para los demás. A algo de esto estamos llamados todos los cristianos en la Iglesia, sea cual sea nuestro estado de vida. A la vez, a vivir esto como un estilo de vida cotidiano están llamados los consagrados y consagradas, los misioneros y misioneras, los sacerdotes… como vivió Jesús. Un estilo de vida que no es fácil – ¿algún estilo de vida auténtico lo es? – que necesita el sustento de la oración constante y el apoyo de otros para sostenerse, especialmente cuando llega la cruz. Agradeciendo también cuando llega ese “ciento por uno”, en la forma que Dios quiera.


Haznos, Señor, desprendidos de los bienes

y libres frente a las personas.

Y sigue danto a tu Iglesia, Señor,

personas que vivan tu mismo estilo de vida,

dejando casa, familia y tierras por ti y por el Reino.