sábado, 20 de diciembre de 2025

Evangelio de la Feria de Adviento (20 de diciembre)

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (7,10-14):

En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo:

«Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».

Respondió Ajaz:

«No lo pido, no quiero tentar al Señor».

Entonces dijo Isaías:

«Escucha, casa de David: ¿no basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel».

Palabra de Dios


Salmo 23,R/. Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria.


 Santo Evangelio según san Lucas (1,26-38):

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Él ángel, entrando en su presencia, dijo:

«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:

«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel:

«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»

El ángel le contestó:

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido en hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».

María contestó:

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor


Compartimos:

El pasado 8 de diciembre celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.  Para su definición como Dogma es clave el texto de Lucas que se proclama hoy, es decir el relato del anuncio de Gabriel a María. Con la  advocación “Inmaculada” es Patrona de España y de varios países de Hispanoamérica, del arma de Infantería, de los farmacéuticos… El Dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado oficialmente por el Papa Pío IX en 1854, pero la fe de la Iglesia en esta prerrogativa mariana es muy anterior. Tal vez desde el s. III. El arte cristiano especialmente en la pintura del s. XVI representa a María como la mujer del Apocalipsis, con una corona de doce estrellas… En la música litúrgica y en distintas plegarias también se alude a esta convicción: María fue liberada del pecado desde el momento en que fue concebida. .


Es probable que España sea el país en el que la devoción a la Purísima  tenga más arraigo. A lo mejor parece excesiva esta devoción, ya que algunas otras confesiones cristianas reprochan a los católicos un “culto exagerado” que aleja de la centralidad de Jesucristo, único Redentor.


Creo que ese, a mi parecer, error de juicio desaparecería si se aficionaran a rezar el rosario. No es broma. Esta devoción tiene una base bíblica indudable porque consiste en la repetición del Padrenuestro y del Avemaría : Jesucristo enseñó a sus discípulos el Padrenuestro. El Ave María está sacado directamente del Evangelio de Lucas: Gabriel la saluda llamándola llena de gracia. Isabel, su prima, dice de Ella que es “bendita entre las mujeres”. Y cada grupo de padrenuestro y avemarías discurre sobre un Misterio. Esos misterios del rosario son, sencillamente un recorrido por la vida de Jesús, desde la Encarnación a la Resurrección. Rezar el rosario no es solo el ruego: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores. Es la oración de los sencillos que se ayudan de un ejercicio simple para conocer, contemplar y profundizar poco a poco en el misterio de la Redención de Cristo. Naturalmente también para rogar a la Madre del Señor que le a Él presente sus peticiones


En su Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, publicada en 2002 Juan Pablo II afirma ó que el Rosario no es una devoción centrada en María, sino en Cristo. Es una meditación sobre la vida de Jesús a través de los ojos de su madre, un “compendio” del Evangelio.


En la oración colecta de la liturgia de hoy rogamos al Señor que a ejemplo de la Santísima Virgen aceptemos humildemente su voluntad. Que nuestra vida sea un permanente hágase como el de Ella.

viernes, 19 de diciembre de 2025

Evangelio de la Feria de Adviento (19 de diciembre)

Primera Lectura

Lectura del libro de los Jueces (13,2-7.24-25a):

En aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos.

El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:

«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».

La mujer dijo al esposo:

«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”».

La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.

Palabra de Dios


Salmo 70,R/. Que se llene mi boca de tu alabanza,y así cantaré tu gloria.


 Santo Evangelio según san Lucas (1,5-25):

En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.

Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.

Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.

Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.

Pero el ángel le dijo:

«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacía los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías replicó al ángel:

«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada».

Respondiendo el ángel, le dijo:

«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».

El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.

Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:

«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar mi oprobio ante la gente».

Palabra del Señor


Compartimos:

En la vida de los santos encontramos con frecuencia situaciones en las que vemos que tomaron decisiones arriesgadas poniéndo su confianza en el Señor, fiados de su palabra y en su poder porque nada es imposible para Él. Juan era necesario para que se cumplieran las profecías: “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.” (Isaías 40:3)


Fiel a su propósito de “contar desde el principio” el Evangelio de Lucas hace el relato del  nacimiento de Juan el precursor del Mesías. Es Gabriel el mensajero. Conocemos bien los protagonistas y el escenario: Zacarías, su esposa Isabel, el Templo… Casí enseguida  Lucas cuenta la Anunciación con el mismo mensajero. El contraste entre una respuesta y otra está en la la duda de Zacarías: “¿Cómo estaré seguro?”.frente a la acogida incondicional  de María: “Hágase en mi”


La verdad es que la duda del sacerdote es bastante razonable. Seguramente nos ha ocurrido algo parecido en más de una ocasión. Nos preguntamos si realmente responder a una propuesta, acatar una norma, decidir en una cuestión complicada, llevar a cabo una buena acción que nos viene a la mente, unir nuestra fuerza a tal o cual causa, aceptar o rechazar una tarea o discernir si realmente hay una inspiración de Dios mismo o lo que queremos decidir es el producto de nuestra imaginación. A veces hasta abandonamos el asunto porque, realmente, no sabemos cómo estar seguros.


Hay que decidir aunque haya dudas. En todo caso como dirá tiempo después Gamaliel “si esto que hacen es de carácter humano, se desvanecerá; pero si es de Dios, no lo podrán destruir”.  (Hechos 5:34-39).


Gabriel, el enviado le pone a prueba: se quedará sin habla y los que estaban con él en el templo saben que algo extraño ha sucedido. Zacarías regresa a casa y las cosas ocurren: Isabel queda encinta, nace el Precursor y Zacarías recupera el habla. Final feliz aunque una respuesta decidida y confiada le hubiera ahorrado la pena…

jueves, 18 de diciembre de 2025

Evangelio de la Feria de Adviento (18 de diciembre)

Primera Lectura

Lectura del libro de Jeremías (23,5-8):

Mirad que llegan días —oráculo del Señor—

en que daré a David un vástago legítimo:

reinará como monarca prudente,

con justicia y derecho en la tierra.

En sus días se salvará Judá,

Israel habitará seguro.

Y le pondrán este nombre:

«El-Señor-nuestra-justicia».

Así que llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se dirá: «Lo juro por el Señor, que sacó a los hijos de Israel de Egipto», sino: «Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó, y los trajo para que habitaran en su propia tierra».

Palabra de Dios


Salmo 71,R/. En sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.


Santo Evangelio según san Mateo (1,18-24):

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta:

«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo

y le pondrán por nombre Emmanuel,

que significa “Dios-con-nosotros”».

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Palabra del Señor


Compartimos:

Seguimos con la lectura de Mateo en el primer capítulo. El versículo final de la genealogía que escuchamos ayer, tan inusitado, pide una explicación: hay que aclarar por qué y cómo José asume la custodia legal, por decirlo así, sin el preceptivo “engendró”. Muchas veces hemos leído y meditado este texto, capaz de suscitar admiración y afecto por el bendito José. Él será el quien dará nombre al hijo engendrado por obra del Espíritu Santo en el seno de María… para que se cumpliera la profecía de Isaías: “Mirad, la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel que significa Dios con nosotros”.


Como sabemos, las referencias a José en los relatos evangélicos son muy escuetas. Pero es tan clave en el nacimiento y crianza del Niño que a lo largo de los siglos ha suscitado una devoción muy especial en la vida de la Iglesia.


José es el prototipo del hombre justo de las Escrituras. Es quien obedece los mandamientos con una obediencia que es, sencillamente, expresión de la relación del ser humano con Dios: se trata del reconocimiento de la trascendencia divina y, al mismo tiempo, la afirmación como criatura de la dignidad propia. Así, acogiendo las indicaciones del ángel que le habla en sueños y aún sopesando lo complicado y peligroso de la acción (acoger a María como esposa,   hacer el camino hasta Belén bien avanzado el embarazo, escapar de Herodes huyendo a Egipto y regresar más tarde para custodiar en la intimidad cotidiana al Salvador y a la Madre) José actúa según el designio marcado, con confianza y amor.


Es buena costumbre pedir la intercesión de San José al modo de Santa Teresa, cuando ella  recomendaba encarecidamente a San José como guía para la vida espiritual y la oración: «Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome a este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino», veía en la vida silenciosa y obediente de José un modelo perfecto de contemplación y entrega a la voluntad de Dios pero también un apoyo poderoso para todo tipo de necesidades, materiales o espirituales.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

Evangelio de la Feria de Adviento (17 de diciembre)

Primera Lectura

Lectura del libro del Génesis (49,1-2.8-10):

En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo:

«Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel:

A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,

pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos,

se postrarán ante ti los hijos de tu padre.

Judá es un león agazapado,

has vuelto de hacer presa, hijo mío;

se agacha y se tumba como león

o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?

No se apartará de Judá el cetro,

ni el bastón de mando de entre sus rodillas,

hasta que venga aquel a quien está reservado,

y le rindan homenaje los pueblos».

Palabra de Dios


Salmo 71,R/. En sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.


Santo Evangelio según san Mateo (1,1-17):

Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.

Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.

David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.

Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.

Palabra del Señor

Compartimos:

En muchos libros de memorias o autobiografías por lo general el autor se refiere con cierta  extensión a sus padres o a un ámbito familiar más o menos amplio. A veces hasta escribe relatos de cuatro generaciones atrás. Es difícil hablar de uno mismo sin esas referencias que dan sentido, nos conectan con una identidad compartida, unas raíces y una cultura que nos hacen parte de una historia común. La historia familiar ayuda a entender por qué ciertos patrones de conducta, valores o actitudes son parte fundamental de lo que uno es.


Casi a las puertas de la celebración de la Navidad, la lectura del Evangelio de Mateo ofrece la lista de antepasados de Jesús comenzando por Abraham. No es una lista aburrida. En el tiempo de Jesús estas listas, escritas o recitadas significaban mucho para las familias y para el orden social. Tenían valor legal (trasmisión de patrimonio, validez de los  vínculos, conexión con los origenes de la estirpe, antepasados ilustres). Esos nombres de algún modo certifican que en Jesús se cumplen las profecías mesiánicas de la Sagrada Escritura: Él es el prometido al pueblo elegido, el descendiente del rey David de la tribu de Judá, el Mesías anunciado y descrito por los profetas, el cumplimiento del plan de Redención de Dios.


Un plan que no es exclusivo para los israelitas sino que está abierto a todos los pueblos y además significativamente Mateo lo resalta mediante el nombre de algunas mujeres (algo muy poco frecuente porque los derechos se trasmitían de padre a hijo primogénito sin nombrar a la madre). Ellas son, sin embargo protagonistas de algunas historias de las Escrituras. Como los varones, no todas son ejemplares… Y, al final, en un sorprendente giro estilístico, María. José es descendiente de David pero tras su nombre Mateo no escribe el repetido “engendró” sólo le aplica el valor legal de padre. La fórmula es: “José, el esposo de María de la cual Nació Jesús el llamado Cristo”.


Cada uno de los que creemos en Jesucristo pertenecemos a esa genealogía, somos pueblo de reyes, hijos en el Hijo. Y a cada ser humano se le ofrece el acceso de manera que todos pueden formar parte del puebo de Dios. Somos hijos, y si hijos, herederos con Cristo, dirá el judío Pablo. La lectura de hoy es una hermosa ocasión de acción de gracias, de alabanza y de alegría porque somos hijos de Dios. Dios hecho carne por amor a toda la humanidad.

martes, 16 de diciembre de 2025

Evangelio del Martes de la III Semana de Adviento

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Sofonías (3,1-2.9-13):

Esto dice el Señor:

«¡Ay de la ciudad rebelde,

impura, tiránica!

No ha escuchado la llamada,

no ha aceptado la lección,

no ha confiado en el Señor,

no ha recurrido a su Dios.

Entonces purificaré

labios de los pueblos

para que invoquen todos ellos

el nombre del Señor

y todos lo sirvan a una.

Desde las orillas de los ríos de Cus

mis adoradores, los deportados,

traerán mi ofrenda.

Aquel día, ya no te avergonzarás

de las acciones con que me ofendiste,

pues te arrancaré tu orgullosa arrogancia,

y dejarás de engreírte en mi santa montaña.

Dejaré en ti un resto,

un pueblo humilde y pobre

que buscará refugio en el nombre del Señor.

El resto de Israel no hará más el mal,

ni mentirá ni habrá engaño en su boca.

Pastarán y descansarán,

y no habrá quien los inquiete».

Palabra de Dios


Salmo 33,R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.


Santo Evangelio según san Mateo (21,28-32):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue.

Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.

¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».

Contestaron:

«El primero».

Jesús les dijo:

«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

Palabra del Señor


Compartimos:

El Evangelio de hoy continúa el capítulo 21 de Mateo. La discusión con los “jefes” del pueblo, los “perfectos y cumplidores de la Ley” (pero solo de boquilla) precipitó la decisión que llevaba fraguándose un tiempo y que llevó al desenlace de la Cruz. Parece raro que estas lecturas aparezcan al principio del Adviento, cuando se empiezan a iluminar la calles y en las iglesias lucen las coronas que anuncian el nacimiento. Lo que pasa es que el Niño de Belén, manso y humilde de corazón, nació para eso, para ofrecer su vida para la salvación de los que acogen con alegría humilde su ser de criaturas dependientes, necesitadas de perdón y salvación.


El hijo de la parábola que rechaza la petición del padre pero enseguida rectifica y pone manos a la obra representa a publicanos y prostitutas: lo peor de lo peor. Pero son ellos los que siguieron a Juan y creyeron en el anuncio de la llegada de Cristo. El que asiente y pone buena cara, pero no hace nada, es un hipócrita. Los ancianos y sabios a quien Jesús pone frente a su dureza de corazón son de esa clase. No acogen a  Jesús y no lo reconocen como Mesías del mismo modo que rechazaron el anuncio del Bautista. Tanto el precursor como el Salvador no encajaban en su modo de vida. Representaban el riesgo de perder su posición social, su poder  sus privilegios y su comodidad.


A mi me sorprende que Jesús no los amenace con la condenación eterna: solo dice que no serán los primeros en el reino. Y en el fondo, creo que me alegro. Porque en muchas ocasiones actúo como el hijo que afirma una cosa y hace otra, pero la paciencia del Señor conmigo no se acaba nunca.


¿Qué hacer? Algo que aquellos “sabios” no hicieron: creer en Jesucristo. Y decir como el padre del niño epiléptico: Señor, yo creo, pero aumenta mi fe. Haz que piense como Tú quieres que piense, hable como Tú quieres que hable, actúe como Tú quieres que actúe.

lunes, 15 de diciembre de 2025

Evangelio del Lunes de la III Semana de Adviento

Primera Lectura

Lectura del libro de los Números (24,2-7.15-17a):

En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos:

«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,

oráculo del hombre de ojos perfectos;

oráculo del que escucha palabras de Dios,

que contempla visiones del Poderoso,

que cae y se le abren los ojos:

¡Qué bellas tus tiendas, oh Jacob,

y tus moradas, Israel!

Como vegas dilatadas,

como jardines junto al río,

como áloes que plantó el Señor

o cedros junto a la corriente;

el agua fluye de sus cubos,

y con el agua se multiplica su simiente.

Su rey es más alto que Agag,

y descuella su reinado».

Y entonó sus versos:

«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,

oráculo del hombre de ojos perfectos;

oráculo del que escucha palabras de Dios

y conoce los planes del Altísimo,

que contempla visiones del Poderoso,

que cae en éxtasis, y se le abren los ojos:

Lo veo, pero no es ahora,

lo contemplo, pero no será pronto:

Avanza una estrella de Jacob,

y surge un cetro de Israel».

Palabra de Dios


Salmo 24,R/. Señor, instrúyeme en tus sendas


 Santo Evangelio según san Mateo (21,23-27):

En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:

«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».

Jesús les replicó:

«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».

Ellos se pusieron a deliberar:

«Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».

Y respondieron a Jesús:

«No sabemos».

Él, por su parte, les dijo:

«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Palabra del Señor


Compartimos:

En los los pasajes evangélicos proclamados en la Misa encontramos, con cierta frecuencia, la alabanza que Jesús hace al Padre por la fe de los sencillos y los pobres que aceptan su palabra, es decir que le aceptan a Él como el Mesías y Señor. En la lectura de hoy lo que escuchamos es una respuesta ácida y mordaz a quienes le interrogan acerca de sus autoridad. Una respuesta que desconcierta a sus interlocutores porque desvela su soberbia e hipocresía. Se creen con autoridad porque se tienen por superiores y sabios. Y por supuesto lo son. Digamos que son la “clase alta” entre los judíos. Sacerdotes del Templo, rabinos y escribas conocen la Ley Sagrada y también los enredos políticos y los resortes del poder… Pero no son capaces de explicar dónde se sitúan y porqué en relación con el Bautista decapitado por Herodes. Demasiado comprometida la respuesta.


Tanto a favor de Jesucristo, que los conoce mejor de lo que cada uno se conoce a sí mismo y silencio inmediato de los inquisidores. La verdad es que Jesús ha jugado con ventaja en el duelo dialéctico, como no puede ser de otra manera.


Primera reflexión: sin duda el Señor conoce nuestras inquietudes y nuestras preguntas aún antes de que las formulemos. Seguramente, alguna vez le hemos pedido explicaciones… Él no nos rechaza, nos entiende de sobra ¿Quién como Jesús conoce el interior de los corazones? Hemos rezado muchas veces esa oración de comienzo sorprendente: “Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío…” Este Dios al que adoramos, Creador y Padre ha venido a nuestra carne y se ha hecho hombre.


Y segunda reflexión: ante lo que no entendemos la única condición para que Dios nos devuelva la paz y nos de fuerza es la actitud humilde y confiada. Esa actitud humilde con la que aceptamos su autoridad, su poder y su bondad redentora es la condición para que acojamos su respuesta, su aparente silencio, el sufrimiento que experimentamos a veces y la esperanza de conocerlo y ver su rostro resplandeciente de poder y de amor, contemplándolo indefenso en Belén, en su vida culminada en la Cruz y, especialmente (lo que hiciéreis con uno de estos conmigo lo hacéis) en todo aquel que sufre a nuestro lado.

domingo, 14 de diciembre de 2025

ÁNGELUS PAPA LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

III Domingo de Adviento, 14 de diciembre de 2025

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!


El Evangelio de hoy nos hace visitar en la prisión a Juan el Bautista, que se encuentra encarcelado a causa de su predicación (cf. Mt 14,3-5). Sin embargo, él no pierde la esperanza, convirtiéndose para nosotros en un signo de que la profecía, aunque esté encadenada, sigue siendo una voz libre en busca de la verdad y la justicia.


Desde la cárcel, Juan el Bautista oye hablar «de las obras de Cristo» (Mt 11,2), que son diferentes a las que él esperaba. Entonces envía a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» (v. 3). Quienes buscan la verdad y la justicia, quienes esperan la libertad y la paz, interrogan a Jesús. ¿Es Él realmente el Mesías, es decir, el Salvador prometido por Dios a través de los profetas?


La respuesta de Jesús dirige la mirada hacia aquellos a quienes Él ha amado y servido. Son ellos: los últimos, los pobres, los enfermos, quienes hablan por Él. Cristo anuncia quién es a través de lo que hace. Y lo que hace es un signo de salvación para todos nosotros. En efecto, cuando se encuentra a Jesús, la vida carente de luz, de palabra y de sabor recupera su sentido. Los ciegos ven, los mudos hablan, los sordos oyen. La imagen de Dios, desfigurada por la lepra, recobra su integridad y su salud. Hasta los muertos, totalmente insensibles, vuelven a la vida (cf. v. 5). Este es el Evangelio de Jesús, la buena nueva anunciada a los pobres. Cuando Dios viene al mundo, se ve.


La palabra de Jesús nos libera de la prisión del desánimo y el sufrimiento, toda profecía encuentra en Él el cumplimiento esperado. Es Cristo, de hecho, quien abre los ojos del hombre a la gloria de Dios. Él da la palabra a los oprimidos, a quienes la violencia y el odio les han quitado la voz; Él vence la ideología, que nos hace sordos a la verdad; Él cura las apariencias que deforman el cuerpo.


De este modo, el Verbo de la vida nos redime del mal, que lleva el corazón a la muerte. Por eso, como discípulos del Señor, en este tiempo de Adviento estamos llamados a unir la espera del Salvador a la atención de lo que Dios hace en el mundo. Sólo así podremos experimentar la alegría de la libertad que encuentra a su Salvador: «Gaudete in Domino semper – Alégrense siempre en el Señor» (Flp 4,4). Con esta invitación se abre la Santa Misa de hoy, tercer domingo de Adviento, llamado por eso domingo Gaudete. Alegrémonos, pues, porque Jesús es nuestra esperanza, sobre todo en la hora de la prueba, cuando la vida parece perder sentido y todo se ve más oscuro, nos faltan las palabras y nos cuesta escuchar al prójimo.


Que la Virgen María, modelo de espera, de atención y de alegría, nos ayude a imitar la obra de su Hijo, compartiendo con los pobres el pan y el Evangelio.


Queridos hermanos y hermanas:

Ayer en Jaén, España, fueron beatificados el sacerdote Emanuel Izquierdo y cincuenta y ocho compañeros, junto con el sacerdote Antonio Montañés Chiquero y sesenta y cuatro compañeros, asesinados por odio a la fe durante la persecución religiosa de los años 1936-38. Y también ayer, en París, fueron beatificados Raymond Cayré, sacerdote; Gérard-Martin Cendrier, de la Orden de los Frailes Menores; Roger Vallé, seminarista; Jean Mestre, laico; y cuarenta y seis compañeros, asesinados por odio a la fe en los años 1944-45 durante la ocupación nazi. Alabamos al Señor por estos mártires, valientes testigos del Evangelio, perseguidos y asesinados por haber permanecido junto a su gente y fieles a la Iglesia.


Sigo con viva preocupación la reanudación de los enfrentamientos en la parte oriental de la República Democrática del Congo. Al mismo tiempo que expreso mi cercanía a la población, exhorto a las partes en conflicto a que cesen toda forma de violencia y busquen un diálogo constructivo, en el respeto de los procesos de paz en curso.


Saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de otras partes del mundo, en particular a los fieles de Belo Horizonte, Zagreb, Split y Copenhague; así como a los procedentes de Corea del Sur, Tanzania y Eslovaquia. Saludo a los grupos venidos de Mestre, Biancavilla y Bussi sul Tirino; a los exalumnos de la Asociación Mornese Italia, a la Orquesta Filarmónica Pugliese, a la Fundación Oasi Nazareth de Corato, a los jóvenes del Oratorio Salesiano de Alcamo y a los confirmandos de la Parroquia San Pío de Pietrelcina en Roma.


Les deseo a todos un feliz domingo.