sábado, 23 de noviembre de 2024

Domingo 34 del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo ( Ciclo B)

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Daniel (7,13-14):

Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Palabra de Dios

Salmo 92 R/. El Señor reina, vestido de majestad.

Segunda Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (1,5-8):

Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Mirad: El viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén.

Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Juan (18,33b-37):

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»

Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»

Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»

Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»

Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»

Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy, Jesucristo nos es presentado como Rey del Universo. Siempre me ha llamado la atención el énfasis que la Biblia da al nombre de “Rey” cuando lo aplica al Señor. «El Señor reina, vestido de majestad», hemos cantado en el Salmo 92. «Soy rey» (Jn 18,37), hemos oído en boca de Jesús mismo. «Bendito el rey que viene en nombre del Señor» (Lc 19,14), decía la gente cuando Él entraba en Jerusalén.


Ciertamente, la palabra “Rey”, aplicada a Dios y a Jesucristo, no tiene las connotaciones de la monarquía política tal como la conocemos. Pero, en cambio, sí que hay una cierta relación entre el lenguaje popular y el lenguaje bíblico respecto a la palabra “rey”. Por ejemplo, cuando una madre cuida a su bebé de pocos meses y le dice: —Tú eres el rey de la casa. ¿Qué está diciendo? Algo muy sencillo: que para ella este niñito ocupa el primer lugar, que lo es todo para ella. Cuando los jóvenes dicen que fulano es el rey del rock quieren decir que no hay nadie igual, lo mismo cuando hablan del rey del baloncesto. Entrad en el cuarto de un adolescente y veréis en la pared quiénes son sus “reyes”. Creo que estas expresiones populares se parecen más a lo que queremos decir cuando aclamamos a Dios como nuestro Rey y nos ayudan a entender la afirmación de Jesús sobre su realeza: «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36).


Para los cristianos nuestro Rey es el Señor, es decir, el centro hacia el que se dirige el sentido más profundo de nuestra vida. Al pedir en el Padrenuestro que venga a nosotros su reino, expresamos nuestro deseo de que crezca el número de personas que encuentren en Dios la fuente de la felicidad y se esfuercen por seguir el camino que Él nos ha enseñado, el camino de las bienaventuranzas. Pidámoslo de todo corazón, pues «dondequiera que esté Jesucristo, allí estará nuestra vida y nuestro reino» (San Ambrosio).

Sábado de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (11,4-12):

Me fue dicho a mí, Juan:

«Aquí están dos testigos míos, estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa manera. Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran.

Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un sepulcro. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra».

Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía:

«Subid aquí».

Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos.

Palabra de Dios

Salmo 143,R/. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!

 Santo Evangelio según san Lucas (20,27-40):

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:

«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».

Jesús les dijo:

«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.

Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

Intervinieron unos escribas:

«Bien dicho, Maestro».

Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Compartimos:

Dice Pablo en la segunda carta a los Tesalonicenses que “algunos andan muy ocupados en no hacer nada” (3,11). Y lo peor, y esto ya lo digo yo, es que piensan, se creen, que hacen mucho. Es lo que dice la sabiduría popular: que si le quieres pedir un favor a alguien, mejor se lo pides al que está ocupado de verdad porque si se lo pides al que no tiene nada que hacer, seguro que te dice que no puede.


Pues centrándonos en el tema, hay algunos que andan muy ocupados en discusiones y reflexiones teóricas pero que se quedan ahí y nunca llegan a nada. El texto evangélico de hoy es un ejemplo de cómo los saduceos se dedicaban a hacer disquisiciones teóricas inútiles. Y así pasaban el tiempo. Con esas reflexiones eternas, ya pensaban que estaban cumpliendo con Dios.


Jesús no les presta demasiada atención. Simplemente les dice que no pierdan el tiempo en esas tonterías. Y que atiendan a la vida, que es donde se juega la realidad, donde hay que amar, donde nos encontramos con Dios, donde los hermanos son de carne y hueso, donde sus necesidades se tienen que hacer nuestras. Y donde el Reino se tiene que hacer presente con todo lo que conlleva de amor de Dios puesto en práctica.


Hoy en día hay personas que se van apuntando a todos los retiros imaginables. Quieren vivir momentos de quietud, de meditación, de soledad. Y parece que hay encuentran todo lo que necesitan. Se olvidan de que todo eso puede estar bien, pero donde se juega de verdad la partida de si estamos con el Dios de Jesús o no, no es en la soledad o en meditaciones (que a veces tienen algo de “mirarse al ombligo”) sino en el encuentro con el hermano, en la vida de familia, con los amigos, en el trabajo, en la calle. Ahí es donde realmente vamos construyendo relación, fraternidad, justicia. Ahí es donde, en definitiva, el Reino se va haciendo presente en nuestro mundo. No es tanto cuestión de buscar “mi” serenidad, “mi” paz –eso tiene mucho de vivir centradito en mi mismo– sino de abrirnos al hermano y hacer de nuestra vida una vida de servicio, como la de Jesús que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.

viernes, 22 de noviembre de 2024

Viernes de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (10,8-11):

Yo, Juan, escuché la voz del cielo que se puso a hablarme de nuevo diciendo:

«Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra».

Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dice:

«Toma y devóralo; te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel».

Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; en mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor.

Y me dicen:

«Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos».

Palabra de Dios

Salmo 118,R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!

Santo Evangelio según san Lucas (19,45-48):

EN aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:

«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».

Todos los días enseñaba en el templo.

Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.

Palabra del Señor

Compartimos:

La lectura del Evangelio de hoy nos lleva a aquel templo de Jerusalén rodeado de multitud de tiendas y pequeños comercios de la época. Parece que allí todo se vendía y se compraba. Los peregrinos que llegaban de lejos tenían que cambiar sus monedas porque la ofrenda prescrita para cumplir con la peregrinación solo podía hacerse en la moneda oficial del templo, además necesitaban comprar los animales que se iban a sacrificar y cambiar sus ropas y calzado rotos de los largos y polvorientos caminos de la época y comprar comida y bebida porque es de suponer que llegarían sedientos y hambrientos. Vamos que el entorno del tempo se había convertido en un gran centro comercial.


Ahí entra Jesús, enfadado, lleno de rabia –nada que ver con la imagen tierna y dulzarrona con que tantas veces se le representa en imágenes y estampas–. La casa de Dios se había convertido en cueva de bandidos. Y Jesús quiere purificar el templo y todo lo que le rodeaba.


Podemos pensar que nuestros templos no son así. Generalmente es verdad –aunque también es cierto que en torno al Vaticano en Roma y alrededor de algunos santuarios marianos y no marianos hay demasiadas tiendas donde se vende de todo–.


Pero quizá podíamos llevar la reflexión a otro nivel. Podíamos pensar un poco en nuestra oración. Y reflexionar en cómo muchas veces pretendemos convertir ese momento de oración en una especie de compraventa donde no estamos seguros de quién es el dueño del negocio y quién es el cliente. “Señor te pido… y te ofrezco x padrenuestros o avemarías o rosarios o misas o sacrificios o…” A más valor de lo que pedimos, más valor en lo que ofrecemos. A veces, cuando no lo conseguimos, pensamos que es que no hemos rezado con la suficiente fuerza o el debido fervor o que no hemos hecho el sacrificio adecuado. Y terminamos convirtiendo la oración en una especie de compraventa que hacemos con Dios. Y terminamos convirtiendo nuestros templos en mercados donde se compra y vende lo más sagrado.


¿Quieren una sugerencia? Abunden mucho, muchísimo, en la oración de acción de gracias. Porque todo es gracia. Y todo se recibe de gracia. Y no perdamos el tiempo convirtiendo a Dios en el dueño de una tienda donde podemos comprar lo que nos apetece o nos hace sentir bien. Más dar gracias y menos pedir.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Jueves de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario. La Presentación de la Bienaventurada Virgen María

Lc 19,41-44. ¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (5,1-10):

Yo, Juan, vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en alta voz:

«¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?».

Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo. Pero uno de los ancianos me dijo:

«Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos».

Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.

Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo:

«Eres digno de recibir el libro

y de abrir sus sellos,

porque fuiste degollado, y con tu sangre

has adquirido para Dios

hombres de toda tribu,

lengua, pueblo y nación;

y has hecho de ellos para nuestro Dios

un reino de sacerdotes,

y reinarán sobre la tierra».

Palabra de Dios

Salmo 149,R/ Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.

 Santo Evangelio según san Lucas (19,41-44):

En aquel tiempo, aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:

«Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.

Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

Palabra del Señor

Compartimos:

Los orígenes de esta fiesta están en uno de los evangelios apócrifos, que cuenta que habría sido presentada en el Templo de Jerusalén cuando tenía 3 años. No sabemos si realmente sucedió pero hay un dato en la mayoría de las representaciones que se han hecho de este hecho a lo largo de la historia que nos puede servir para reflexionar y meditar en este día.


En muchas de esas representaciones aparece María. Está ya en el Templo. Ha ido acompañada por sus padres, como es natural. Pero en el último tramo, se le ve a María, sola, subiendo una escalinata en la que al final le espera el Sumo Sacerdote. Sus padres se han quedado a la base de la escalinata. Ella va subiendo sola. Es toda una imagen de cómo en la vida, tenemos personas que nos acompañan, nos guían y nos ayudan. Pero, al final, tenemos que ser cada uno de nosotros los que tomemos las riendas de nuestra vida y hagamos el camino que nadie puede hacer por nosotros.


Lo que se nos cuenta de María en el Evangelio va en esta línea. La madre de Jesús va haciendo camino y guardando todas las cosas que iba viviendo con Jesús en su corazón. Quizá no las entendía todas. Pero sabía que todas eran fruto de la gracia. María pasó por la cruz, el momento supremo del no entender, pero también vivido como momento de gracia (eso sí es la verdadera sabiduría) y guardado en su corazón. Hasta llegar a la resurrección y su participación en la nueva comunidad, la nueva familia, de los discípulos de Jesús. Todos esos escalones los tuvo que subir sola, apoyada en su y en su confianza en Dios. Sabiendo que, aunque no entendiese nada, todo era gracia, todo era fruto del amor de Dios que iba actuando su plan de salvación para el mundo, para todos los hombres y mujeres.


También nosotros podemos y debemos aprender a caminar solos, siguiendo el Evangelio, sin necesidad de apoyarnos en gurús, profetas, papas o sacerdotes. Todo esto es accidental. Lo que queda siempre es la invitación de Jesús a seguirle, a anunciar la buena nueva. Y ese camino de fidelidad, al final, lo tenemos que hacer en soledad.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Miércoles de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (4,1-11):

Yo, Juan, en la visión vi en el cielo una puerta abierta; la voz con timbre de trompeta que oí al principio me estaba diciendo: «Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después.» Al momento caí en éxtasis. En el cielo había un trono y uno sentado en el trono. El que estaba sentado en el trono brillaba como jaspe y granate, y alrededor del trono había un halo que brillaba como una esmeralda. En círculo alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sentados en ellos veinticuatro ancianos con ropajes blancos y coronas de oro en la cabeza. Del trono saltan relámpagos y retumbar de truenos; ante el trono ardían siete lámparas, los siete espíritus de Dios, y delante se extendía una especie de mar transparente, parecido al cristal. En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás: El primero se parecía a un león, el segundo a un novillo, el tercero tenía cara de hombre y el cuarto parecía un águila en vuelo. Los cuatro seres vivientes, cada uno con seis alas, estaban cubiertos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa: «Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene.» Y cada vez que los cuatro seres vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adorando al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas ante el trono, diciendo: «Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.»

Palabra de Dios

Salmo 150,R/. Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo

Santo Evangelio según san Lucas (19,11-28):

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro.

Dijo, pues: «Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: «Negociad mientras vuelvo.» Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: «No queremos que él sea nuestro rey.» Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: «Señor, tu onza ha producido diez.» Él le contestó: «Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.» El segundo llegó y dijo: «Tu onza, señor, ha producido cinco.» A ése le dijo también: «Pues toma tú el mando de cinco ciudades.» El otro llegó y dijo: «Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.» Él le contestó: «Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.» Entonces dijo a los presentes: «Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.» Le replicaron: «Señor, si ya tiene diez onzas.» «Os digo: ‘Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.’ Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.»»

Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Palabra del Señor

Compartimos:

De camino a Jerusalén, Jesús cuenta a los que van con él una historia de un rey que se va de viaje y deja encargados de sus negocios a unos cuantos de sus siervos/ministros. Espero que ellos cuiden el reino e incrementen sus riquezas mientras que él se ocupa de sus asuntos. Algunos lo hacen pero otros/otro deciden no hacer nada productivo al servicio del rey. Además, a la mitad y al final de la historia se hace una alusión a los que no querían que el rey volviese. También para ellos hay un castigo ejemplar. Porque el rey vuelve con su título real y ejerce como rey.


Dice el evangelio que Jesús cuenta la historia porque algunos pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento para otro. Pero resulta que no. El rey de la historia se va de viaje pero no dice exactamente cuándo va a volver. Su llegada no se anuncia y encuentra desprevenidos a los siervos y a los miembros de la oposición.


Así estamos nosotros ahora en este tiempo intermedio. Esperamos la llegada del Reino pero todavía no ha llegado. Los tesoros están en nuestras manos. Ahora somos los responsables de ir construyendo el Reino, de incrementar sus riquezas. Lo último que podemos hacer es considerarnos los dueños del corral y hacernos a nosotros mismos los reyes. Sería un gran error. No está el Evangelio a nuestro servicio sino nosotros al servicio del Evangelio. No estamos para discutir teorías ni perdernos en asuntos nimios (si hay que poner dos o tres velas en el altar, si hay que comulgar en la boca o en la mano…) sino para ponernos todos al servicio de la buena nueva, para anunciar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la buena nueva de la salvación, la noticia de que el amor de Dios es más grande que todo lo que podamos imaginar, que rompe todas las barreras, que no pone condiciones, que lo mejor que podemos hacer es amar y servirnos unos a otros, especialmente a los más pobres, marginados, abandonados, pecadores. Porque eso fue lo que hizo Jesús. Porque esa es la única manera de anunciar el Reino.


Sólo así lograremos ir construyendo el Reino y tenerlo todo preparado para cuando vuelva el Rey. Ahora es nuestro tiempo. Ahora es nuestra responsabilidad.

martes, 19 de noviembre de 2024

Martes de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (3,1-6.14-22):

Yo, Juan, escuché al Señor que me decía: «Escribe al ángel de la Iglesia en Sardes:

“Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tus obras, tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir, pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios. Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos.

El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.

Escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea:

“Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios. Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. Porque dices: ‘Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada’; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas. Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.

El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».

Palabra de Dios

Salmo 14,R/. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono.

Santo Evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.

En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:

«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».

Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban diciendo:

«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».

Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:

«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».

Jesús le dijo:

«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor

Compartimos:

En la primera lectura el ángel del Apocalipsis habla a la iglesia de Sardes. Parece que no era una iglesia muy fiel. El mensaje es amenazador: ponte en vela, guarda mi mensaje, arrepiéntete. Porque si no está en vela, el ángel aparecerá como un ladrón…


El Evangelio habla también de una conversión. Pero la narración tiene otra música y otro ritmo. No hay ninguna amenaza. Ni siquiera una llamada al arrepentimiento. Todo es muy simple. Jesús pasa y se autoinvita a comer y alojarse en casa del pecador. No hay ninguna palabra de Jesús invitando al cambio de vida. Simplemente comparten la mesa y la vida durante un tiempo. No tenemos idea de lo que hablaron durante aquella comida. Casi seguro que empezarían comentando lo duro que había sido el camino para Jesús, seguirían por lo buena que estaba la comida y lo bien que entraba un poco de vino fresco para el que viene sediento de una jornada de caminar. Pero también es casi seguro que, como sucede tantas veces en torno a la mesa, seguirían hablando de mayores profundidades, poniendo en la mesa las cosas de la vida y del querer, las penas, las frustraciones, las esperanzas. Casi seguro que fue esa conversación la que provocó el cambio en Zaqueo, la que le ayudó a comprender que otra vida era posible, más feliz, más digna, más honesta, más fraterna.


Imagino esa cena y me acuerdo de la letra de una canción de mi juventud. Su estribillo decía algo así como: “Dios, esta noche cenaremos juntos / Habrá buen vino y estará en la mesa / Lo más querido de mi vida entera / Y algún recuerdo que golpeó a mi puerta.” (la letra entera la pueden encontrar, ¡cómo no!, en internet poniendo solo “Dios a la una” en el buscador que usen).


Quizá nos convenga a cada uno de nosotros también sentarnos a cenar tranquilamente para contarnos nuestra vida, para escuchar y compartir nuestras razones y las razones de Dios. En una de esas lo mismo terminamos tomando también decisiones parecidas a las de Zaqueo.

lunes, 18 de noviembre de 2024

La Familia Dominicana elige a su primer presidente laico en una asamblea histórica

Nombramiento de José Vicente Vila como nuevo presidente del Consejo Nacional de Familia Dominicana


  El pasado 12 de noviembre de 2024, el Consejo Nacional de Familia Dominicana celebró la segunda sesión anual, tanto online como presencial. Esta asamblea reúne a los superiores mayores de las provincias y congregaciones de frailes y hermanas, prioras federales de las monjas, al presidente provincial de las fraternidades laicales y al coordinador nacional del Movimiento Juvenil Dominicano. Durante esta reunión, los asistentes revisaron y evaluaron las actividades recientes a nivel de la Familia Dominicana y discutieron proyectos futuros que impulsarán la misión de la familia en los próximos meses.


  Uno de los puntos destacados de la reunión fue la intervención de fray Xabi Gómez, quien próximamente asumirá el cargo de obispo de Sant Feliu de Llobregat. Fray Xabi, hasta ahora coordinador del Observatorio de Derechos Humanos Samba Martine, agradeció el apoyo brindado por todos los miembros del consejo nacional a este importante proyecto. Asimismo, alentó a los superiores mayores a motivar a los miembros de sus respectivas congregaciones a participar en esta labor en favor de los derechos humanos, subrayando la necesidad de voluntarios para asegurar la continuidad de esta misión.


  El momento culminante de la sesión llegó con la elección del nuevo presidente del consejo nacional de la Familia Dominicana, responsabilidad que recayó unánimemente en José Vicente Vila, actual presidente de las fraternidades laicales de España. Su aceptación fue recibida con agradecimiento por parte de los miembros del consejo, quienes valoraron profundamente su disponibilidad y compromiso con la misión de la Familia Dominicana.

 La Familia Dominicana también expresó su gratitud por el servicio de la presidenta saliente, la Hna. Ana Belén Verísmo, de la Congregación de la Anunciata, quien desempeñó este papel con dedicación y entrega, acompañada en numerosos momentos por la Hna. Ildete de Magalháes Leite, que actuó como su delegada.


  Este nombramiento representa un acontecimiento histórico para la Familia Dominicana, siendo la primera vez que un laico asume la presidencia de su consejo nacional. La elección de un laico para liderar este organismo responde al llamado del reciente Sínodo sobre la sinodalidad, en el cual el Papa Francisco ha enfatizado la relevancia de los laicos en la toma de decisiones de la Iglesia, subrayando su papel como actores principales en la misión evangelizadora. En este contexto, el nombramiento de José Vicente Vila no solo marca un cambio histórico dentro de la Familia Dominicana, sino que también refleja el compromiso de la Orden con los principios de sinodalidad y colaboración en igualdad de roles.


  Los miembros del consejo nacional manifestaron su respaldo y confianza en José Vicente, convencidos de que su liderazgo será representativo de todos los sectores que componen la Familia Dominicana en España. Con este nuevo presidente, se fortalece el espíritu de unidad y de participación laical en el camino hacia una Iglesia más inclusiva y comprometida.


Hna. Marcela Zamora, MDR

Secretaria de la Familia Dominicana de España