martes, 17 de septiembre de 2024

Martes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios (12,12-14.27-31a):

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas, el don de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan? Ambicionad los carismas mejores.

Palabra de Dios

Salmo 99 R/. Somos un pueblo y ovejas de su rebaño

Santo Evangelio según san Lucas (7,11-17):

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.»

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

Palabra del Señor

Compartamos:

La viuda de Naín: este pasaje solo se encuentra en Lucas. Pasaje que expresa el dolor y la angustia de una madre viuda ante la pérdida de su único hijo. Ante este hecho Jesús reacciona con la compasión (“al verla se compadeció de ella”). Pero es una compasión que va acompañada de gestos concretos: “no llores, acercándose al ataúd lo tocó, dijo “muchacho, a ti te lo digo: levántate”, lo entregó a su madre”. No es una compasión sensiblera, sino una compasión cargada de humanidad y de bondad; una compasión que nace un corazón lleno de amor hacia los demás y que busca por todos los medios el bienestar de los otros. El Papa dice: “La misericordia es un camino que va del corazón a las manos, hacia las obras de misericordia”.


¡Cuántas veces leemos en el evangelio que Jesús se compadece de los que sufren y les alivia con sus palabras, sus gestos y sus milagros! Por eso Jesús es modelo de compasión porque nadie como Él sintonizó tan bien con el dolor y el sufrimiento ajeno e intentó solucionarlo. De ahí que la reacción de la gente ante el prodigio es la justa: «un gran profeta ha surgido entre nosotros: Dios ha visitado a su pueblo».


La compasión de Jesús es nuestra SALVACIÓN hoy. Por eso Jesús Resucitado sigue hoy aliviando a los que sufren y resucitando a los muertos. Lo hace a través de su Palabra poderosa y de sus Sacramentos de gracia. Dios nos tiene destinados a la vida y Cristo Jesús nos quiere comunicar continuamente esta vida suya. El sacramento de la Reconciliación, ¿no es la aplicación actual de las palabras de Jesús, «joven, a ti te lo digo, levántate»? La Unción de los enfermos, ¿no es Cristo Jesús que se acerca al que sufre, y le da el alivio y la fuerza de su Espíritu? La Eucaristía, en la que recibimos su Cuerpo y Sangre, ¿no es garantía de resurrección, como él nos prometió: «el que me coma vivirá por mí, como yo vivo por el Padre»?


El pasaje de la resurrección del hijo de la viuda de Naín  nos interpela también a nosotros. Si Jesús es inmensamente compasivo con nosotros, nosotros no podemos pasar indiferentes ante el dolor y el sufrimiento ajeno, sino que hemos de actuar con los demás como lo hizo Jesús. Cuando nos encontramos con personas que sufren -porque están solitarias, enfermas o de alguna manera muertas, y no han tenido suerte en la vida- ¿cuál es nuestra reacción: la de los que pasaron de largo ante el que había sido víctima de los bandidos, o la del samaritano que le atendió? Aquella fue una parábola que contó Jesús. Lo de hoy no es una parábola: es “su” actitud ante un hecho concreto.


Si actuamos como Jesús ante el dolor ajeno, acercándonos, aliviando y repartiendo esperanza, por ejemplo a los jóvenes («joven, levántate»), entonces también nosotros somos “salvación para los otros” y podrá oírse la misma reacción que entonces: «en verdad, Dios ha visitado a su pueblo». La caridad nos hace ser signos visibles de Jesús porque es el mejor lenguaje del Evangelio, el lenguaje que todos entendemos.

lunes, 16 de septiembre de 2024

Tú eres ellos

“(Jesús) les preguntó: _Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Desde hace tiempo, a esa pregunta, si la entiendo dirigida a mí, la respuesta que acude a mi mente es: tú eres el hambriento, el sediento, el desnudo, el enfermo, el encarcelado… tú eres el emigrante pobre… tú eres el excluido de nuestro bienestar… Tú eres ellos “Mueren seis personas tras hundirse una embarcación con unos 200 migrantes frente a las costas de Senegal”.  “La guardia costera italiana localiza un naufragio con 21 migrantes desaparecidos”. «Un total de 21 migrantes -entre ellos tres niños- están desaparecidos tras el naufragio de un barco en aguas del Mediterráneo central, cerca de la isla italiana de Lampedusa”. “Al menos 12 inmigrantes mueren en un naufragio en el Canal de la Mancha”: “Cerca de 50 personas han sido rescatadas mientras sigue el dispositivo de rescate para localizar a posibles supervivientes”. ¡Tú eres todos ellos!


La palabra de Dios nos acerca hoy al misterio de la muerte de Jesús. Llevo grabada en la mente la imagen del Crucificado: Jesús, los pobres, hombres, mujeres y niños que a miles mueren de hambre y de olvido cada día de nuestra vida…


Olvida si quieres, Iglesia cuerpo de Cristo, las razones con que a sí mismos se justifican quienes los crucifican; serán siempre las mismas; para ellos, Jesús, los hambrientos, los emigrantes, representan sólo una amenaza.  Olvida las razones del poder y, en el evangelio de este domingo, fíjate en lo que de sí mismo dice Jesús. Fíjate, porque lo podemos entender dicho también de los pobres: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado… ser ejecutado y resucitar a los tres días”.


Dice: “tiene que”, pero no es un destino, no es una fatalidad. La suerte de Jesús, la de los pobres, es la consecuencia natural a la que llevan las razones del ídolo, la servidumbre del dinero. Jesús y los pobres tienen que padecer mucho, tienen que ser condenados… ser ejecutados… y sólo la fe se atreve a decir que el poder no podrá someterlos a la muerte: sólo la fe puede ver que, con Jesús, los pobres han recorrido el camino que lleva a la vida. Él y ellos, llevados siempre como ovejas al matadero, siempre excluidos, olvidados, expoliados, humillados, esclavizados… He oído la oración de Jesús: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y la hice oración de todos los crucificados, de todos los hijos de Dios, de todas las víctimas de nuestra arrogancia, de nuestra prepotencia, de nuestro egoísmo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.


En este mundo hipócrita y cínico, los pobres cuentan menos que una especie protegida o un animal de compañía, menos que animales de matanza, trasladados al matadero bajo la protección de leyes que obligan a respetarlos, y sacrificados de forma que se les ahorren sufrimientos.


Me pregunto quién ha asignado ese destino a Cristo y a su cuerpo pobre. El Señor continúa preguntándome: ¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está mi Hijo? ¿Qué hiciste de mis hijos?


Y vuelvo a fijarme en Jesús para vislumbrar una promesa de vida en esta muerte de la que los pobres no pueden apartarse: él aprendió, sufriendo, a obedecer; él, que siempre nos amó, llevó ese amor hasta el extremo; él, en su cuerpo, abrió caminos a la esperanza. Y empiezo a creer que, obedeciendo y amando, también estas víctimas están salvando a sus verdugos.


Hoy mi comunión es con Cristo y con su cuerpo pobre, con Cristo resucitado y con su cuerpo sufriente, olvidado, ignorado, despreciado en los pobres, por si con ellos se me concede aprender obediencia y amor.

Santiago Agrelo

lunes de la XXIV semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,17-26.33):

Al recomendaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra Iglesia os dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros, para que se vea quiénes resisten a la prueba. Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo. Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros.

Palabra de Dios

Salmo 39,R/. Proclamad la muerte del Señor,hasta que vuelva

 Santo Evangelio según san Lucas (7,1-10):

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»

Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; y a mi criado: «Haz esto», y lo hace.»

Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Palabra del Señor

Compartimos:

Lucas nos presenta hoy la figura de un centurión romano especial, porque se preocupa mucho por su criado; un centurión a quien le interesa mucho la situación de los menos afortunados. Un centurión que manifiesta dos actitudes humana necesarias para que Dios actúe en nosotros: la humildad y la fe.


Así como un foco necesita de la electricidad para encender y un motor de combustión necesita de la gasolina para funcionar, así la gracia de Dios necesita ser alimentada por nuestra fe para poder obrar milagros y maravillas.


Humildad: “No soy digno de que entres bajo mi techo”. El centurión habría sido un oficial de alto rango en el ejército romano, muy consciente del poder. Pero este poder no le había corrompido, al contrario le había aportado una conciencia de los demás y una humildad para servirles. Humildad, porque siendo centurión y romano, que tenían en ese tiempo al pueblo judío dominado, no le ordenó a Jesús como si fuera un igual o una persona de menor rango. Todo lo contrario. Se humilló delante de Él y despojándose de su condición de dominador de las gentes, reconoció su condición de hombre necesitado de Él.


Fe: “Dilo de palabra y mi criado quedará sano”. El centurión expresa una fe sincera, una confianza y una seguridad de que sucederá. Una fe que no solo se compadece, sino que va a buscar una solución; una fe que es un empeño decidido en ayudar al pobre criado, de forma que el mismo Señor se maravilla de su fe. El centurión confía plenamente en Jesús. Fe, porque el centurión creyó con todo su corazón que Jesús podía curar a su siervo. No dudó del poder de Jesús en su corazón. Porque de otra manera no hubiera podido arrancar de su Divina misericordia esta gracia.


Por eso la fe y la humildad es la combinación perfecta para que Dios otorgue sus más hermosas gracias a la gente que se las pide.


En la Eucaristía decimos la oración del centurión antes de recibir la Comunión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, mas di una palabra y mi alma quedará sana”. Esta oración expresa la imperfección ante Jesús y la fe, la humildad y la confianza en la gracia sanadora de Jesús que en cada Comunión nos cura –nos sana- como curó al criado del centurión. ¡Qué importante esta conciencia de que solo Jesús nos sana, nos libera, nos purifica, nos santifica! Ya decía Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. Y San Juan: “Sin Mí no podéis hacer nada”.

domingo, 15 de septiembre de 2024

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la Liturgia del día nos relata que Jesús, después de haber preguntado a los discípulos qué pensaba la gente de Él, les pregunta directamente a ellos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» (Mc 8,29). Pedro responde en nombre de todo el grupo diciendo: «Tú eres el Mesías» (v. 30). Sin embargo, cuando Jesús empieza a hablar del sufrimiento y de la muerte que le esperan, el mismo Pedro se opone, y Jesús le increpa duramente: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! – le dice Satanás – ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» (v. 33).


Fijándonos en la actitud del apóstol Pedro, también nosotros podemos preguntarnos qué significa realmente conocer a Jesús. Qué significa conocer a Jesús.


De hecho, por un lado, Pedro responde de manera perfecta, diciendo a Jesús que Él es el Mesías. Sin embargo, detrás de estas palabras correctas sigue habiendo un modo de pensar “según los hombres”, una mentalidad que imagina un Mesías fuerte, un Mesías victorioso, que no puede sufrir o morir. Por lo tanto, las palabras con las que Pedro responden son “correctas”, pero su modo de pensar no ha cambiado. Él tiene todavía que cambiar de mentalidad, él todavía tiene que convertirse.


Y este es un mensaje importante también para nosotros. En efecto, también nosotros hemos aprendido algo sobre Dios, conocemos la doctrina, rezamos las oraciones de manera correcta y, tal vez, a la pregunta de “¿quién es Jesús para ti?” respondemos bien, con alguna fórmula que hemos aprendido del catecismo. Pero, ¿estamos seguros de que esto significa conocer realmente a Jesús? En realidad, para conocer al Señor no basta con saber algo de Él, sino que es necesario seguirlo, dejarse tocar y cambiar por su Evangelio. Se trata de tener con Él una relación, un encuentro. Yo puedo conocer muchas cosas de Jesús, pero si no lo he encontrado, entonces yo no sé quién es Jesús. Es necesario este encuentro que cambia la vida: cambia el modo de ser, cambia el modo de pensar, cambia las relaciones que tienes con los hermanos, la disposición a acoger y a perdonar, cambia las elecciones que haces en la vida. ¡Todo cambia si realmente has conocido a Jesús! Todo cambia.


Hermanos y hermanas el teólogo y pastor luterano Bonhoeffer, víctima del nazismo, escribió así: «El problema que no me deja nunca tranquilo es el de saber qué es realmente para nosotros hoy el cristianismo o quién es Cristo» (Resistenza e Resa. Lettere e scritti dal carcere, Cinisello Balsamo 1996, 348) (Resistencia y sumisión: cartas y apuntes desde el cautiverio). Desafortunadamente, muchos ya no se hacen esta pregunta y se quedan “tranquilos”, adormecidos, incluso lejos de Dios. Es importante, en cambio, que nos preguntemos: ¿Yo me dejo inquietar, me pregunto quién es Jesús para mí y qué lugar ocupa en mi vida?

Que con esta pregunta nos ayude nuestra madre María, que conocía bien a Jesús.

Queridos hermanos y hermanas:

Expreso mi cercanía a las poblaciones de Vietnam y de Myanmar, que sufren a causa de las inundaciones provocadas por un violento tifón. Rezo por los difuntos y por los heridos y los desplazados. Que Dios sostenga a quienes han perdido a sus seres queridos y su casa y bendiga a quienes están llevando ayuda.


Ayer, en la Ciudad de México, fue beatificado Moisés Lira Serafín, sacerdote, fundador de la Congregación de las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, fallecido en 1950, después de una vida dedicada a ayudar a las personas a progresar en la fe y en el amor al Señor. Que su celo apostólico estimule a los sacerdotes a entregarse sin reservas por el bien espiritual del pueblo santo de Dios. ¡Un aplauso para el nuevo Beato! Veo allí las banderas mexicanas…


Hoy en Italia se celebra la Jornada de los enfermos de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Aseguro un recuerdo en la oración para ellos y para sus familiares; animo el trabajo de investigación sobre esta patología y las asociaciones de voluntariado.


Y no olvidemos las guerras que ensangrientan el mundo. Pienso en la martirizada Ucrania, en Myanmar, pienso en Oriente Medio. ¡Cuántas víctimas inocentes! Pienso en las madres que han perdido hijos en las guerras. ¡Cuántas jóvenes vidas truncadas! Pienso en Hersh Goldberg-Polin, hallado muerto en septiembre, junto a otros cinco rehenes, en Gaza. En noviembre del año pasado conocí a la madre, Rachel, que me conmovió con su humanidad. La acompaño en este momento. Rezo por las víctimas y sigo estando cerca de todas las familias de los rehenes. ¡Que cese el conflicto en Palestina e Israel! ¡Que cesen las violencias, que cese el odio! Que se libere a los rehenes, continúen las negociaciones y se encuentren soluciones de paz.


Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de Italia y de tantos países. En particular, a los fieles de la parroquia de Santa Edwige Reina en Radom (Polonia); al grupo de sacerdotes jesuitas que han llegado a Roma por sus estudios; a los estudiantes de Stade (Alemania); y a los participantes del relevo a pie de Roma a Asís. Y saludo a los muchachos de la Inmaculada, que han tenido tres ordenaciones en estos días, ¡enhorabuena!


Os deseo a todos un feliz domingo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!


XXIV Domingo del Tiempo Ordinario,Ntra Sra. de la Piedad

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (50,5-9a):

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

Salmo 114,R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,14-18):

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus díscípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»

Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»

Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie.

Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.»

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.

Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Llegamos a la mitad del Evangelio de Marcos. Podemos decir que nos encontramos a la mitad del camino. Acompañamos a los Apóstoles en su proceso de evangelización, de catequesis, escuchando la enseñanza del Maestro. Y lo que Él les dice a sus Discípulos, también nos lo dice a nosotros. Así que vamos a ver qué nos dice hoy a cada uno.


Isaías prepara el terreno, en la primera lectura, recordándonos la fuerza que le da sentir el apoyo del Señor. “El Señor me ayuda”. Sabemos que no era fácil ser profeta. Tampoco hoy es sencillo. Muchos autores afirman que en ese texto se anticipa la pasión de Jesús, salivazos y bofetadas incluidas. También Jesús sintió cerca a su Defensor, a su Padre, en esos momentos de sufrimiento. Algo a recordar, cuando el día a día nos provoque sufrimiento o cansancio, cuando creamos que no podemos.


Es en esos momentos difíciles cuando tenemos que apoyarnos más en la fe. Esa fe de la que nos habla el apóstol Santiago, en su Carta. La fe tiene que notarse en nuestra vida, tiene que ser visible, porque si no es así, “si no tiene obras, por sí sola está muerta”. Hay muchas Organizaciones No Gubernamentales, y mucha gente trabaja en ellas. Es una buena forma de ayudar al necesitado, vestir al desnudo, dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe…


Pero los cristianos añadimos a esa preocupación por los demás el deseo de hacerlo a imitación de Cristo, que consagró su vida al servicio de los hermanos. Recordar esto es también una ayuda cuando las cosas no van bien, cuando la reunión no sale como habíamos planeado, o a la Eucaristía vienen sólo tres personas. Hacemos lo que hacemos por amor, sin esperar nada a cambio. Y lo hacemos con ganas y, por qué no, también cuando no tenemos muchas ganas. Porque la fe nos anima, porque queremos que compartir lo que creemos con los demás.


Al mirar a Jesús, vemos que está siempre en movimiento. Y los Discípulos moviéndose con Él. Podríamos decir que, dentro de ese camino, estamos a la mitad del programa de formación de sus Discípulos. Como si de un examen se tratara, primero les pregunta sobre lo que la gente piensa de Él. Es una forma suave de entrar en materia, antes de llegar a la pregunta importante: «¿Quién dice la gente que soy yo?»


Repetir lo que otros piensan no compromete demasiado. A los Apóstoles, tampoco. Juan Bautista, Elías, alguno de los profetas… Citar es fácil, pero lo principal es llegar a aclarar quién es Jesús para mí. Y no solo lo que hemos leído en algún libro, lo que hemos visto en una película o en otro lugar. Pero en el tú a tú con el Señor no vale más que la verdad, y la verdad compromete. Pedro le definió y negó. La idea que tenía en su cabeza era la de un Reino de Dios en la tierra, instaurado en poco tiempo y por la fuerza. Tomás dijo “Muramos por Él… Por eso estamos sólo a mitad del Evangelio, a mitad de la formación. Todavía quedan muchas cosas por aprender. Por ajustar.


Para responder personalmente a la pregunta de Jesús, podemos plantearnos algunas cuestiones. Sería bueno intentar responder desde el corazón, sin tópicos, siendo sinceros con Él, porque al engañarle, en realidad nos engañamos a nosotros mismos.


Por ejemplo, ¿cuenta mucho Cristo en mi vida diaria? ¿O le tengo “encerrado” en el templo? ¿Entra en mi comedor, en mi oficina, en mi aula…? ¿Se nota que soy creyente en mi entorno habitual?


¿Lo siento cercano, como a un miembro de mi familia o a un amigo? ¿Me esfuerzo en hablar con Él, por la mañana, por la tarde, por la noche? ¿Siento que me acompaña en mi caminar por la vida?


¿Me pongo en su presencia antes de tomar alguna decisión, personal, familiar, parroquial? ¿Dejo que Él juegue algún rol en esa toma de decisiones? ¿Me pregunto qué haría Jesús, antes de decidir lo que debo hacer?


Leyendo los Evangelios, encontramos muchos “quienes”. La gente se pregunta “¿quién es éste que doma la tempestad?”; “¿quién es éste para perdonar los pecados?”; “¿quién es éste que derrota a los demonios?”; “¿quién es éste que habla con esa autoridad?” Hay muchos, sí, pero el más importante es “¿quién es el Señor para mí?”


Él es el Mesías. Ojalá podamos personalizar, concretar esa respuesta, diciendo que es la persona sin la que no puedo vivir, o la persona por la que podría dar mi vida, lo más importante para mí… Esa es la respuesta que Cristo espera de mí. ¿Qué contestación le voy a dar?

sábado, 14 de septiembre de 2024

Nuestra Señora de la Piedad

 Numerosas son las advocaciones que a lo largo de la historia se han ido fraguando en torno a la figura de la Virgen María como Reina y Madre de Cristo, muchas de las cuales dan nombre a gran parte de las imágenes titulares de las diversas hermandades y cofradías. En este sentido, la advocación de “Piedad” adquiere una connotación emocional para nuestra hermandad salesiana al ser el título que recibe nuestra amantísima titular mariana, cristalizando de esta forma la figura de María como madre compasiva y misericordiosa de sus fieles, dispuesta a servir a la causa de Dios.


Así, la piedad de María ha sido uno de los temas esenciales tratados en el seno de la Iglesia Católica y en los creyentes que, fruto de su fe por la Santísima Virgen, enriquecieron su figura con numerosas advocaciones, resaltando el carácter maternal y misericordioso de la misma, dando sentido así al título de “Piedad”. Esto permite comprender el interés que el arte cristiano ha tenido por la representación de la compasión de la Virgen, incidiendo en la naturaleza piadosa de María, desarrollando como consecuencia esta advocación devocional que hunde sus raíces en las órdenes religiosas y que en la Edad Media, concretamente hacia mediados del siglo XIV, eclosionó.


Aun así, debemos matizar que el tema de la piedad de María ya comenzó a ser tratado, a pesar de recibir un notable auge en la Edad Media como decíamos, en el mundo oriental, siendo testimonio de ello las múltiples homilías que profundizaban en la clemencia, piedad y misericordia de María, en los que se apelaba a su protección hacia el siglo VI d.C, caracterizado por un contexto socio-político complejo desde la óptica bélica que justifica la aclamación hacia la Virgen de la Piedad que tiene compasión por sus hijos.


Por su parte, la Iglesia de Occidente trató dicho tema con posterioridad, contribuyendo a su total difusión por la Europa del medievo a partir del siglo X, siendo muy influyente para la introducción de la advocación de “Piedad” la traducción y edición de algunos homiliarios bizantinos, en los cuales ya se hacía alusión de manera implícita al título de “Mater misericordiae”, aplicado a María como madre misericordiosa y llena de piedad.


A partir de entonces, a lo largo de la Edad Media, en el seno de la religiosidad popular, el tema de la piedad de María alcanzó un notable desarrollo, poniendo de relieve la veneración de los fieles hacia la Virgen compasiva de sus hijos, resaltando en este aspecto su papel como madre e intercesora. Debemos tener en consideración que en este mismo contexto comenzó a meditarse, en el seno de las diversas órdenes religiosas que proliferaron a lo largo de las centurias medievales, sobre la Pasión de Cristo, y de forma paralela, la compasión de María.


Sin embargo, aun teniendo estos antecedentes, debemos subrayar que la extensión de la devoción a la Virgen de la Piedad en Occidente como hacíamos alusión se vincula a los monasterios cluniacienses, quien impulsaron la devoción por esta advocación, provocando a su vez el desarrollo de toda una liturgia que tuviera como eje central la concepción de María como madre de piedad que comenzó a cobrar importancia a partir de los siglos X y XI, acentuándose la naturaleza misericordiosa de María respecto de los fieles.


Todo ello condicionó que a lo largo del siglo XII se constituyeran diversas cofradías marianas en torno a esta advocación, difundiéndose por toda Europa, incrementándose la devoción a Nuestra Señora de la Piedad a partir la segunda mitad del siglo XIII, fruto de las oleadas de peste que asolaron la sociedad europea.

Exaltación de la Santa Cruz

Primera Lectura

Lectura del libro de los Números (21,4b-9):

En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.»

El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.»

Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: «Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.»

Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

Palabra de Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios

Salmo 77,R/. No olvidéis las acciones del Señor

 Santo Evangelio según san Juan (3,13-17):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

Palabra del Señor

Compartimos: 

¿Exaltación de la cruz? ¿Qué significa esto? ¿Exaltamos un potro de tortura de origen persa que durante el imperio romano se aplicaba como escarmiento a los subversivos y revolucionarios? ¿Un instrumento que causaba la más brutal de las muertes y agonías es venerada por los cristianos? ¿Qué tiene de gloria una cruz?


Si, la exaltamos porque en ella aconteció el gesto más grande de amor: el Hijo de Dios entrega su vida por nosotros. ¿Qué significa esto? ¿Por qué tiene que morir Jesús de esta manera? Significa que en su encarnación el Padre quiso que Jesús atravesara lo más duro de la condición humana. Jesús muere de esta manera para que todo ser humano que experimente la limitación humana: dolor físico o psicológico, es decir, abandono, sufrimiento, soledad en su máxima expresión, enfermedad, impotencia, agonía, burla, violencia física, acoso…, pueda encontrar en estas duras experiencias de la vida a Jesús que está con él, que le acompaña y le conforta en estos túneles de la vida. Es decir, en lo peor que me puede pasar también me puedo encontrar con Jesucristo y sentir su fuerza y su consuelo porque Él pasó por estas experiencias para llenarlas con su presencia. Pues si el encuentro con Jesús sólo aconteciera -que acontece- en las experiencias humanas de amor, belleza, unidad, paz…, en las más bonitas de la vida, el Hijo del Hombre nada tendría que decir ante el problema del mal y del sufrimiento. Y en la cruz Jesús nos dice: no estás solo, yo estoy contigo y te ayudo a llevar tus sufrimientos. Y esto acontece a través de muchas mediaciones y lenguajes por los que el Espíritu Santo actúa, como suele hacer. ¿Acaso no conoces a personas que ante una situación de cruz como un cáncer, una pérdida, etc., lo han afrontado con una fuerza y paz sobrenaturales gracias a su fe?


Qué bien recoge la liturgia de la Palabra de hoy este gesto de amor de Jesús en la carta a los Filipenses: … se despojó de su rango… se rebajó hasta someterse incluso a la muerte… por eso Dios lo levantó sobre todo… de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble… Y este gesto de amor del Padre en el evangelio de Juan que hoy es proclamado: …tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.


Jesús no nos libra de la cruz, pero nos ayuda a llevarla. Y, qué queréis que os diga, yo prefiero sentirme muy querido y acompañado en las cruces de mi vida, porque lo peor que nos puede pasar es vivirlas en soledad. Por eso los cristianos estamos llamados a practicar la solidaridad y la misericordia, para que nadie en su experiencia de dolor se sienta sólo. Estamos llamados a ser «Cristos» para los otros porque los otros son «Cristo» para mí. En definitiva, exaltamos la cruz porque en ella también nos encontramos con Jesús. O, en otras palabras, parafraseando a San Pablo, nada nos separará del amor de Dios, ni siquiera las experiencias más duras de la vida.


En tu oración de Dios pídele al Señor la gracia de encontrarte con Él en las situaciones de la vida qué más te quiten la paz interior.

viernes, 13 de septiembre de 2024

viernes de la XXIII semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,16-19.22b-27):

El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes. Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que, después de predicar a los otros, me descalifiquen a mí.

Palabra de Dios

Salmo 83,R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!

Santo Evangelio según san Lucas (6,39-42):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo,» sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Predicar, anunciar el Evangelio, hablar de tu experiencia de fe, de lo que has vivido…es la tarea que todo cristiano debe realizar y que san Pablo, en su desahogo de hoy, cuenta a su querida comunidad de Corinto: “El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!”


Precisamente, celebramos hoy a un santo, san Juan Crisóstomo, cuyo nombre “Crisóstomo” significa algo así como “boca de oro”, pues fue un gran predicador y por eso es el patrón de los predicadores, aparte de haber sido un pastor solidario, protector de los pobres, mujeres y familias de la Constantinopla del siglo IV.


A lo largo de la historia de la Iglesia, no han faltado hombres y mujeres llenos de celo y de fe por anunciar el Evangelio. Quizá a los creyentes de ahora nos falte un poco de este empuje, o ánimo para hablar de Jesús y de nuestra fe. Me da la sensación de que estamos un poco dormidos y necesitamos apartar los prejuicios que nos impiden que lo religioso y espiritual sea un tema que se pueda hablar en nuestros diálogos con otros.


“Un ciego no puede guiar a otro ciego”, nos dice Jesús hoy. Qué bien trabajan los perros guía que conducen a los invidentes por nuestras ciudades ayudándoles a subir al autobús, a cruzar un semáforo…; algunos de estos invidentes que conozco me dicen que no podrían hacer casi nada de lo que hacen sin estos fieles e incondicionales acompañantes.


Necesitamos guías en la fe, ser guiados. Necesitamos guiar a otros en la fe. No estamos solos. Todos tenemos que aprender y todos tenemos algo que enseñar. Interactuemos unos con otros.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Dulce nombre de María

El evangelista San Lucas revela el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo "Miriam", significa Doncella, Señora, Princesa.

Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume (Jesús Marí Ballester).

En el libro "Mes de María" del Padre Eliecer Salesman, se explica que

María en el idioma popular significa: "La Iluminadora". (S. Jeronimo M 1.23.780). En el idioma arameo significa: "Señora" o "Princesa" (Bover). El significado científico de María en el idioma hebreo es: "Hermosa" (Banderhewer).

En el idioma egipcio que fue donde primero se utilizó este nombre significa: "La preferida de Yahvé Dios". (Exodo 15, 20). Mar o Myr, en Egipcio significaba la más preferida de las hijas. Y "Ya" o "Yam", significaba: El Dios verdadero -Yahvé-. Así que MAR-YA o MYR-YAM en egipcio significaría: "La Hija preferida de Dios" (Zorell).

Celebración

Su belleza, amada de Dios, estrella del mar, señora y también el de iluminada. Todo depende de las múltiples interpretaciones que se hagan de las palabras que forman el nombre, tanto en griego como en hebreo.

Incluso hay quien cree que puede significar "mar amargo", por la situación de amargura en que vivía el pueblo de Israel. Recuerda que muchos israelitas ponían a sus hijos los nombres que más expresaran las situaciones sociales y económicas en que vivían.

También es importante destacar que en 1683, el Papa Inocencio XI declaró oficial una fiesta que se realizaba en el centro de España durante muchos años y que es la del "Dulce nombre de María".

Se cuenta que la primera diócesis que celebró oficialmente la fiesta fue la de Cuenca. Pero, la onomástica del "Dulce nombre de María" tiene fecha propia, y es la del 12 de septiembre. Es bueno que sepas que hay muchas "Marías" que celebran su fiesta durante este día y no el 15 de agosto.

Jueves de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,1b-7.11-13):

El conocimiento engríe, lo constructivo es el amor. Quien se figura haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce. Vengamos a eso de comer de lo sacrificado. Sabemos que en el mundo real un ídolo no es nada, y que Dios no hay más que uno; pues, aunque hay los llamados dioses en el cielo y en la tierra –y son numerosos los dioses y numerosos los señores–, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo y por quien existimos nosotros. Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo y, como su conciencia está insegura, se mancha. Así, tu conocimiento llevará al desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió. Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo. Por eso, si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.

Palabra de Dios

Salmo 138,R/. Guíame, Señor, por el camino eterno

 Santo Evangelio según san Lucas (6,27-38):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Palabra del Señor

Compartimos:

A san Pablo, los Corintios le consultan muchas cosas, como venimos observando a lo largo de la lectio continua. Hoy le preguntan sobre los ídolos, pues antes de su conversión muchos asistían a banquetes en honor de dioses paganos donde se comía carne inmolada a estos dioses. Ahora son cristianos y no saben si puede asistir a estos  banquetes. San Pablo les va a recordar más adelante que existe un banquete por excelencia que es la Eucaristía, en la que el propio Cristo se ofrece a nosotros con su carne para que tengamos vida en Él.


Sin embargo, aunque también nosotros hoy caemos en la adoración de algunos ídolos, comulgando a veces con sus ideologías y mentalidades, el Evangelio, después de las Bienaventuranzas de ayer, nos recuerda lo esencial de nuestra fe para que no se nos olvide: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian, al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra, al que te quite la capa, déjale también la túnica…” Total nada, vaya programita de vida para comenzar el curso.


Entre todas las frases de Jesús que hoy meditamos, hay una que me llega muy dentro: “Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?” Qué razón tiene, pero qué difícil es. Por eso se me ocurre rezar con la última estrofa del salmo 138 de hoy para que el Señor nos ayude a llevarlo a la práctica: “Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno”.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Miércoles de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (7,25-31):

Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mí parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así. ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones. Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

Palabra de Dios

Salmo 44,R/. Escucha, hija, mira: inclina el oído

 Santo Evangelio según san Lucas (6,20-26):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor

Compartimos:El fragmento de la carta a los Corintios que vamos siguiendo esta semana, comienza con un conflicto sexual entre ellos. Le consultan a Pablo sobre el mejor estado de vida y, seguramente, habría entre ellos muy diversas posturas respecto al matrimonio. Por un lado, los que serían propensos a seguir las costumbres paganas de unión, por otro los que abogarían por el matrimonio, otros que lo despreciarían y preferirían la condición de solteros o celibato por el Reino, etc. No es uno mejor por estar casado, o soltero o célibe; cada uno tiene una función y una dedicación según su estado de vida, pero todos deben trabajar por el Reino de Dios.


San Pablo prefiere relativizar el tema, no optar preferencialmente por un estado de vida en las relaciones y aconsejar que cada uno, en el estado de vida que elija, se dedique a hacer el bien. El bien que Jesús vuelve a anunciar en las bienaventuranzas, la esencia del mensaje. Lo hace, no lo olvidemos, nada más elegir a los Doce, en lo que los exégetas llaman el “Sermón de la llanura”, en el capítulo seis de san Lucas.


Estas bienaventuranzas de Lucas, a diferencia de las de Mateo, son distintas. En Mateo eran ocho, mientras que aquí son cuatro bienaventuranzas y otras cuatro que podemos llamar malaventuranzas o lamentaciones. En las primeras Jesús llama «felices y dichosos» a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. En las segundas, las malaventuranzas, se lamenta y dedica su «ay» a otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo. Jesús indica así que los primeros son prioritarios para Dios, precisamente por ser los más necesitados y que nadie atiende. Y lo malaventurados son los que están a la cola en las preferidos de Dios por olvidarse de los anteriores.


Por tanto, seas, soltero, casado, célibe, etc, no te olvides de tus semejantes más necesitados, pues esto es más importante que la condición sexual que vivas. Creo que está muy claro.

martes, 10 de septiembre de 2024

Martes de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6,1-11):

Cuando uno de vosotros está en pleito con otro, ¿cómo tiene el descaro de llevarlo a un tribunal pagano y no ante los santos? ¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el universo? Pues si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no estaréis a la altura de juzgar minucias? Recordad que juzgaremos a ángeles: cuánto más asuntos de la vida ordinaria. De manera que para juzgar los asuntos ordinarios dais jurisdicción a ésos que en la Iglesia no pintan nada.

¿No os da vergüenza? ¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos? No señor, un hermano tiene que estar en pleito con otro, y además entre no creyentes. Desde cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros. ¿No estaría mejor sufrir la injusticia? ¿No estaría mejor dejarse robar? En cambio, sois vosotros los injustos y los ladrones, y eso con hermanos vuestros. Sabéis muy bien que la gente injusta no heredará el reino de Dios. No os llaméis a engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios. Así erais algunos antes. Pero os lavaron, os consagraron, os perdonaron en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por Espíritu de nuestro Dios.

Palabra de Dios

Salmo 149,R/. El Señor ama a su pueblo

 Santo Evangelio según san Lucas (6,12-19):

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salta de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor

Compartimos:

Es humanísimo que entre nosotros existan conflictos y problemas; también existían en las primitivas comunidades cristianas, como leemos hoy en la primera lectura. Lo que no debería ser normal es que no fuéramos capaces de resolverlos entre nosotros. Esto es lo que le enfada a san Pablo en su carta, que los Corintios acudan a los tribunales antes de intentar practicar la corrección fraterna: “¿No os da vergüenza? ¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos?”


Los creyentes, al igual que los que no lo son, no nos diferenciamos por la ausencia de problemas o conflictos entre nosotros, sino por el modo de resolverlos. O deberíamos, puesto que la fe nos da herramientas muy eficaces que no debemos desechar: la corrección fraterna, el discernimiento, el perdón, la oración, la fuerza de la fe… San Pablo se enfada con su comunidad porque actúan como gentiles, por no decir como brutos, ante los conflictos que surgen entre ellos.


No seamos brutos. Problemas de relación, entendimiento, convivencia, comunicación, siempre los vamos a tener, incluso con los seres más queridos y cercanos. Seamos inteligentes espirituales y utilicemos las valiosas herramientas de la fe que hemos recordado.


Precisamente en el Evangelio de hoy, Jesús llama a doce apóstoles muy diferentes entre sí, con psicologías muy dispares. No llamó a doce personas del mismo rango social, mismo oficio, misma edad… eran muy distintos. Por eso tuvieron problemas y discusiones entre ellos, lo vamos observando en los Evangelios. Pero a la vez, vamos observando como el Señor les iba enseñando a resolver esos problemas no a modo como lo hace el mundo, sino como Dios quiere que se solucionen las cosas en ese nuevo modo de vida que Jesús llama Reino de Dios y que hay que construir entre todos aquí y ahora. Para eso llamó Jesús a los Doce y para eso no ha llamado también a nosotros,

lunes, 9 de septiembre de 2024

Lunes de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,1-8):

Se sabe de buena tinta que hay un caso de unión ilegítima en vuestra comunidad, y tan grave que ni los gentiles la toleran: me refiero a ése que vive con la mujer de su padre. ¿Y todavía tenéis humos? Estaría mejor ponerse de luto y pidiendo que el que ha hecho eso desaparezca de vuestro grupo. Lo que es yo, ausente en el cuerpo pero presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente: reunidos vosotros en nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregar al que ha hecho eso en manos del diablo; humanamente quedará destrozado, pero así la persona se salvará en el día del Señor. Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebramos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.

Palabra de Dios

Salmo 5 R/. Señor, guíame con tu justicia

 Santo Evangelio según san Lucas (6,6-11):

Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.

Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.

Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»

Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»

Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.

Palabra del Señor

Compartimos:

Un poco de levadura fermenta toda la masa, como leemos en la primera carta de san Pablo a los Corintios: “¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?” Es decir, un pequeño gesto, lleno de potencia, amor y convicción, puede cambiar muchas cosas. Aun siendo objetivamente relevante, puede esconder la fuerza de la gracia de Dios que transforma todo lo que toca.


Nos viene bien recordarlo, puesto que a veces nos desanimamos a la hora de realizar gestos concretos que puedan cambiar la realidad de nuestra vida, laboral, familiar o personal. Esto no merece la pena, pensamos; olvidando que los grandes cambios en la historia y en la vida de fe han comenzado con pequeños gestos, eso sí, llenos de vida, como la levadura.


En el Evangelio de hoy, Jesús realiza un pequeño gesto, pero lleno de vida: cura el brazo de un hombre paralítico. Lo que no son capaces de ver la mayoría de los testigos que están en la sinagoga es que, aparte de curar el brazo, Jesús ha curado a la persona entera pues ha perdonado sus pecados junto a su curación física, y esto le permite ser concebido como un no pecador. Tenemos que recordar que en la mentalidad judía si una persona padecía una enfermedad era consecuencia de un pecado cometido por la propia persona o por sus padres, por lo que la enfermedad era el castigo de Dios por dicho pecado. Por tanto, esa persona curada íntegramente deja de ser vista como un ser proscrito, es reintegrado a la sociedad como una persona digna de crédito.


Pequeños gestos, hacen mucho, sólo hace falta creer en la fuerza de la gracia de Dios que nos acompaña en todas las acciones que hagamos con buena voluntad. No nos rindamos antes de tiempo, tenemos en nuestras manos mucha levadura que repartir.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Acordaos,


oh piadosísima Virgen María, 
que jamás se ha oído decir 
que ninguno de los que han acudido 
a tu protección, 
implorando tu asistencia 
y reclamando tu socorro, 
haya sido abandonado de ti.
 
Animado con esta confianza, 
a ti también acudo, oh Madre, 
Virgen de las vírgenes, 
y aunque gimiendo 
bajo el peso de mis pecados, 
me atrevo a comparecer 
ante tu presencia soberana. 

No deseches mis humildes súplicas, 
oh Madre del Verbo divino, 
antes bien, escúchalas 
y acógelas benignamente.
 Amén





LA NATIVIDAD DE MARÍA

Ayer, cuando llegué a vísperas, vi que las sacristanas habían puesto una imagen de la Virgen Niña, ya que celebramos la solemnidad del nacimiento de María. La imagen es muy bonita: la Virgen está de pie y sostiene un libro en la mano que lee con una expresión de paz y dulzura impresionante. Me pasé todas las vísperas mirándola y meditando que María había sido niña como tú y como yo. Muchas veces, se nos presenta ya adulta, bajo muchísimas advocaciones.


Pero hoy la Iglesia se detiene en Su nacimiento, en el comienzo de la vida de María. El Señor permite, y nos regala, que nuestros primeros nueve meses de vida sean en pura gratuidad. Todo se nos da. Después, cuando nacemos, ya tenemos que poner mínimamente de nuestra parte: para respirar, comer… Y, aunque se nos sigue dando todo, hay una parte que nos toca hacer. Así vamos creciendo, entre el don y la tarea.


Esta es la escuela de vida del Señor: Él nos lo da todo, pero nos pide nuestro "sí". Lo vemos en María: Ella fue una niña como tú y como yo. En un cierto momento de Su vida, el Señor se le manifestó Su voluntad, y el amor que María sintió en Su corazón fue irresistible.


El Señor, con la misión que le tenía preparada, le dio todo Su amor. Porque cuando el Señor te muestra Su voluntad, te da una fuerza que no es tuya para llevarla a cabo. Sentirás vértigo, incertidumbre, miedo… Pero en tu corazón tendrás una paz que te dice que camines, que todo se disipará. Todo lo que recibes es don de Dios, gratuitamente, y solo puedes reconocerlo y acogerlo.


Hoy el reto del amor es dar gracias por la vida que el Señor te ha regalado, por la misión que ha puesto en tus manos y porque te ama y siempre está contigo.


VIVE DE CRISTO

sábado, 7 de septiembre de 2024

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (35,4-7a):

Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará».

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.

Palabra de Dios

Salmo 145,R/. Alaba, alma mía, al Señor

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,1-5):

No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Marcos (7,31-37):

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.

Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.

Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hoy el evangelista continúa haciendo la descripción del Reino de Dios según la enseñanza de Jesús, tal como va siendo proclamado durante estos domingos de verano en nuestras asambleas eucarísticas.


En el fondo del relato de hoy, la viña, imagen profética del pueblo de Israel en el Primer Testamento, y ahora del nuevo pueblo de Dios que nace del costado abierto del Señor en la cruz. La cuestión: la pertenencia a este pueblo, que viene dada por una llamada personal hecha a cada uno: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros» (Jn 15,16), y por la voluntad del Padre del cielo, de hacer extensiva esta llamada a todos los hombres, movido por su voluntad generosa de salvación.


Resalta, en esta parábola, la protesta de los trabajadores de primera hora. Son la imagen paralela del hermano mayor de la parábola del hijo pródigo. Los que viven su trabajo por el Reino de Dios (el trabajo en la viña) como una carga pesada («hemos aguantado el peso del día y el bochorno»: Mt 20,12) y no como un privilegio que Dios les dispensa; no trabajan desde el gozo filial, sino con el malhumor de los siervos.


Para ellos la fe es algo que ata y esclaviza y, calladamente, tienen envidia de quienes “viven la vida”, ya que conciben la conciencia cristiana como un freno, y no como unas alas que dan vuelo divino a la vida humana. Piensan que es mejor permanecer desocupados espiritualmente, antes que vivir a la luz de la palabra de Dios. Sienten que la salvación les es debida y son celosos de ella. Contrasta notablemente su espíritu mezquino con la generosidad del Padre, que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4), y por eso llama a su viña, «Él que es bueno con todos, y ama con ternura todo lo que ha creado» (Sal 145,9).

Sábado de la XXII Semana del Tiempo Ordinario.

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,6b-15):

Aprended de Apolo y de mí a jugar limpio y no os engriáis el uno contra el otro. A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos. Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros, unos locos por Cristo, vosotros, ¡qué cristianos tan sensatos! Nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora hemos pasado hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan, y les deseamos bendiciones; nos persiguen, y aguantamos; nos calumnian, y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el deshecho de la humanidad, y así hasta el día de hoy. No os escribo esto para avergonzaros, sino para haceros recapacitar, porque os quiero como a hijos; ahora que sois cristianos tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.

Palabra de Dios

Salmo 144,R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan

 Santo Evangelio según san Lucas (6,1-5):

Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»

Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»

Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Competir por ver quién es el más fuerte, tanto militar como incluso mental o religiosamente, siempre ha sido una marca humana. Quienes creen ser los mejores critican, o persiguen abiertamente, a quienes no hacen las cosas como ellos o no piensan lo mismo. Hoy la primera lectura hace casi un catálogo de maneras de persecución y de superioridad. Y en el evangelio vemos a los discípulos criticados por saltarse una regla sabática.


Ante la persecución y la crítica es muy posible, y muy humano “arrugarse”. La persecución cruenta o física es el extremo, pero el “qué dirán” es lo más insidioso y a veces lo más dañino. Atenta contra la dignidad de la persona al obligarla a sentirse inferior al ser distinta ante la opinión generalizada o el pensamiento único. Siempre ha habido persecuciones, pero quizá pensábamos que en una civilización occidental, supuestamente de inspiración cristiana, sería imposible. Pero lo estamos viendo constantemente a nuestro alrededor; si no una persecución cruenta, sí la del insulto, difamación, crítica, ridiculización… Sin ir más lejos, la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de París, las expulsiones de religiosos de Nicaragua o el derribo de cruces por toda Europa.


Hoy se nos hace una invitación a una libertad difícil y un poco peligrosa. El afirmar que sólo Jesús es el Señor nos puede poner en situaciones complicadas incluso con los más cercanos. Podemos acabar siendo como los que describe san Pablo: insultados, ridiculizados humillados, perseguidos… O, cuando poco, criticados. Y sin embargo, la serena afirmación de soberanía de Cristo nos da esa fuerza que le daba a Pablo; ridiculizamos, bendecimos, perseguidos, aguantamos… Como solo Cristo es el Señor, toda esa fuerza es la que se nos ha dado, no por nuestros méritos ni por nuestra fortaleza personal, sino por la soberanía divina. Y no nos hace falta competir ni compararnos. Solo Dios es Dios. No lo es la moda, ni la norma establecida por los poderes, ni el pensamiento único, ni las corrientes prevalentes. Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre. Y por eso, podemos ser libres.

viernes, 6 de septiembre de 2024

VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A INDONESIA, PAPÚA NUEVA GUINEA,TIMOR ORIENTAL, SINGAPUR

(2-13 de septiembre de 2024)

ENCUENTRO CON ASISTENTES DE REALIDADES CARITATIVAS

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Sede de la Conferencia Episcopal Indonesiana (Yakarta, Indonesia)


Queridos hermanos y hermanas, buenos días.


Estoy muy contento de encontrarme con ustedes. Los saludo a todos, y en particular al Presidente de la Conferencia Episcopal de Indonesia, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido. Agradezco también a Mimi y a Andrew por los testimonios que nos han compartido.


Me parece muy bien que los obispos indonesios hayan elegido celebrar el centenario de su Conferencia nacional junto con ustedes. Gracias, gracias. Les agradezco esta elección. Gracias señor Presidente, se ve que tu espíritu cartujo nos ayuda a realizar estas cosas.


Ustedes son pequeñas estrellas luminosas en el cielo de este archipiélago, ustedes que son los miembros más valiosos de esta Iglesia, sus “tesoros”, como enseñaba el diácono y mártir san Lorenzo desde los primeros siglos del cristianismo. A este propósito, quiero señalar que comparto plenamente lo que ha dicho Mimi: Dios “ha creado los seres humanos con capacidades únicas para enriquecer la diversidad de nuestro mundo” -lo has hecho muy bien Mimi, gracias-. Y ella misma nos lo ha demostrado, hablándonos de Jesús de un modo maravilloso, llamándolo “nuestro faro de esperanza”. Gracias por esto.


Afrontar juntos las dificultades, dar cada uno lo mejor de sí es un aporte irrepetible que nos enriquece y nos ayuda a descubrir, día a día, cuánto vale nuestro estar juntos en el mundo, en la Iglesia y en la familia. Nos lo ha recordado Andrew, a quien además felicitamos por su participación en los juegos paralímpicos. ¡Muy bien! Démosle un gran aplauso a Andrew.


Y otro aplauso también para todos nosotros, que estamos llamados a ser, unidos, “campeones del amor” en las grandes “olimpíadas” de la vida. Un aplauso a todos nosotros.


Queridos amigos, todos necesitamos de los demás, y esto no es algo malo; al contrario, nos ayuda a entender cada vez mejor que el amor es lo más importante de nuestra existencia (cf. 1 Co 13,13) y a darnos cuenta de cuántas personas buenas nos rodean.


Nos recuerda, además, cuánto nos quiere el Señor, a todos, más allá de cualquier límite y dificultad (cf. Rm 8,35-39). Cada uno de nosotros es único a sus ojos, a los ojos del Señor, y Él no nos olvida nunca. Nunca, recordémoslo, para tener viva la esperanza y para que de nuestra parte no falte el compromiso para hacer de la propia vida un don para los demás, sin desfallecer jamás (cf. Jn 15,12-13).


Gracias. Gracias por este encuentro y por lo que hacen, todos juntos. Los bendigo y rezo por ustedes. Y también ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias. Hoy quisiera felicitar a esa mamá que no pudo venir, está en cama. Pero como hoy cumple 87 años, le enviamos nuestras felicitaciones desde aquí, todos juntos.