martes, 21 de octubre de 2025

Martes de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5,12.15b.17-19.20b-21):

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, as! también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.

Palabra de Dios.


Salmo 39,R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tú voluntad


Santo Evangelio según san Lucas (12,35-38):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Como explica Pablo con claridad meridiana, somos solidarios en el bien y en el mal. Es engañarse a sí mismo decir que algo es solo asunto mío, y que no concierne a nadie más. El mal que hacemos, aunque lo hagamos en la más absoluta privacidad, repercute negativamente, sobre todo, claro, en los más cercanos, pero de un modo u otro en el mundo entero. El mal que se extiende como una metástasis es como una red que liga muchos males particulares y acaba abrazando a todo el mundo. Ese “pecado de un solo hombre”, por el que la muerte ha entrado en el mundo, no es sólo el pecado de Adán, es también mi propio pecado. Basta pensar el mal que genera en torno a sí el alcohólico o el drogadicto. Se daña a sí, pero siembra la desgracia de los suyos, ya sean padres, hijos, cónyuges…


Podemos consolarnos en que algo similar sucede con el bien. También aquí somos solidarios y podemos aumentar el caudal de bien en nuestro mundo y nuestra historia. Pero aquí sí que hay un bien original, del que brotan todos los demás bienes: es el sacrificio y la obediencia del nuevo Adán, Cristo, que extiende universalmente la justificación y la vida nueva de la resurrección.


Esta solidaridad inevitable, de la que no podemos zafarnos, es una fuerte llamada a la responsabilidad. Es a lo que nos exhorta Jesús en el Evangelio. Vivir responsablemente es vivir ceñidos, con los ojos abiertos y las lámparas encendidas, es vivir en vela. Esto no significa añadir una causa más de stress a nuestra ajetreada vida. No significa que no podamos descansar ni relajarnos. Significa que trabajando o descansando, en los buenos y en los malos momentos, debemos inclinarnos siempre del lado del bien, luchar por alejar de nosotros el mal, y vivir, a tenor de la parábola de Jesús, con espíritu de servicio.

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