Primera Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-10):
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados.
Palabra de Dios
Salmo 71,R/. Que todos los pueblos de la tierra se postren ante ti, Señor
Santo Evangelio según san Marcos (6,34-44):
En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: «Estamos en despoblado, y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer.»
Él les replicó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos le preguntaron: «¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»
Él les dijo: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.»
Cuando lo averiguaron le dijeron: «Cinco, y dos peces.»
Él les mandó que hicieran recostarse a la gente sobre la hierba en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces. Los que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra del Señor
Compartimos:
Algo que hasta encuentro un poco divertido es el estilo del evangelista Marcos. Un estilo del que está ausente la retórica. Marcos cuenta lo que ha visto o lo que le han contado con una sencillez notable, como un cronista que refiere lo visto sin añadir valoraciones. Como quien no tiene opinión ni pretende causar asombro o admiración sino simplemente contar lo visto. Es extremadamente concreto y atento a la realidad material. Es un estilo sin pretensiones, sin adjetivos. No omite detalles pero no ofrece su interpretación de lo visto u oído, ni apela a la emoción. Las cosas ocurrieron así: este dijo esto, otro hizo aquello… y ya está.
Hoy se nos ofrece un milagro portentoso, algo increíble, extraordinario, más imposible de creer, incluso, que una resurrección como la de la hija de Jairo o la del hijo de la viuda. Sin embargo ocurrió, tal como cuenta Marcos.
A diario, por otra parte, ocurren milagros. En general los cristianos, y especialmente los que tienen mayor formación académica, ante hechos inexplicables prefieren justificaciones científicas, pseudocientíficas, sociológicas, psicológicas, etc. No deja de ser chocante ya que la fe cristiana se basa en algo concreto, real… y muy milagroso: un Niño nacido de mujer que vino al mundo hace algo más de dos mil años. Un Dios que se encarna y asume la condición humana con todas sus consecuencias salvo el pecado. Jesucristo, clave de bóveda del Credo que recitamos, es el mayor y más admirable de los milagros. Por Él, el Verbo, fue creado todo y todo está sometido a su poder para gloria de Dios Padre, con el Espíritu Santo.
Hoy la invitación es a hacer memoria de nuestra vida para descubrir lo asombroso de lo cotidiano, el milagro de la propia existencia que, para que se produciera, requirió una infinidad de eventos únicos, “programados” con milenios de anterioridad. Lo asombroso de la vida, de nuestro cuerpo, de nuestra mente y del espíritu que nos mueve, de los aconteceres que sufrimos o que disfrutamos: una suma de prodigios. Lo maravilloso del planeta que habitamos: gran cantidad de científicos, entre ellos varios premios Nóbel, afirman que una variación infinitesimal en las constantes de la materia y sus correlaciones haría imposible la vida.
Celebremos el milagro y demos gracias a Dios todopoderoso por su “actividad milagrera” para con nosotros.
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