jueves, 9 de enero de 2025

Jueves después de la Epifanía.

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,11-18):

Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amarnos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.

Palabra de Dios

Salmo 71,R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

 Santo Evangelio según San Marcos (6,45-52):

Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado.

Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo.»

Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender.

Palabra del Señor

Compartimos:

“Ánimo, ánimo hijas mías; acuérdense que no da Dios a ninguno más trabajos que los que puede sufrir y que está su majestad con los atribulados”. Estas palabras escritas por Santa Teresa pueden ilustrar el texto de Marcos que corresponde a la liturgia de la palabra de hoy. Un pasaje que es bueno recordar especialmente cuando estamos cansados de remar con el viento en contra y tenemos miedo.


Un pasaje que se me antoja algo humorístico. Cuenta Marcos que Jesús, después de haber saciado a cinco mil -lo que parece un trabajo bastante agotador- ordenó a los discípulos que subieran a la barca y remaran hasta Betsaida donde se reuniría con ellos después de despedir a la gente. Luego, al parecer, Jesús buscó un poco de soledad para orar. Llegó antes que ellos y, compadecido al verlos bregar salió a su encuentro… Cosa que los asustó más que el oleaje porque lo hizo ¡caminando sobre las aguas! Como si no se hubieran quedado bastante estupefactos cuando Jesús les dijo que dieran de comer a aquella multitud. Se acabó el susto al oir unas pocas palabras capaces de borrar cualquier temor, algo maravilloso: “Ánimo soy yo”. Y subiendo a la barca hizo que el viento amainara.


Cuando sentimos cansancio y miedo ante los sufrimientos y penalidades de la vida es muy bueno recordar las palabras del Señor: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. San Marcos concluye diciendo que los discípulos no salían del estupor porque tenían la mente embotada desde lo vivido en la multiplicación de los panes.


Es preciso salir del embotamiento, traer a la memoria el prodigio que es nuestra vida y como Dios nos ha acompañado en todos los momentos. Cuántas veces nos ha sacado de los abismos existenciales y cúantas veces, con fervor o en sequedad, hemos visto que el mar se calmaba, cesaba el sufrimiento, lo que parecía un dolor sin paliativos se transformaba en paz, caían los obstáculos o crecía nuestra capacidad de aguante. Hay que confiar en su palabra, el Señor está con nosotros con tempestad o en bonanza. Él es, Él está.

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