Primera Lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (8,7-18):
Habló Moisés al pueblo, diciendo: «Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura, tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel, tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada, tierra que lleva hierro en sus rocas, y de cuyos montes sacarás cobre, entonces comerás hasta hartarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado. Pero cuidado, no te olvides del Señor, tu Dios, siendo infiel a los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy. No sea que, cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres, para afligirte y probarte, y para hacerte el bien al final. Y no digas: «Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas.» Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy.»
Palabra de Dios
Salmo 1Cro 29,R/. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,17-21):
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es corno si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Palabra de Dios
Santo Evangelio según san Mateo (7,7-11):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!»
Palabra del Señor
Compartimos:
Las témporas, en la Iglesia católica, son los breves ciclos litúrgicos, correspondientes al final e inicio de las cuatro estaciones del año. En su origen, su finalidad era dedicar un tiempo a dar gracias a Dios por los beneficios recibidos de la tierra y a pedirle su bendición sobre las siembras para que produjeran cosechas abundantes.
De alguna manera, con las lecturas de hoy prolongamos lo considerado ayer en torno a San Francisco de Asís en su relación con la naturaleza y el Creador. La primera lectura tomada del libro del Éxodo nos exhorta a no olvidar que todo cuanto tenemos procede de Dios. “Te pedimos que tu luz -leemos en la Oración colecta- nos haga descubrir que has sido tu y no nuestro poder, quien nos ha dado fuerza para crear las riquezas de la tierra”.
Es una oración sencilla. Fácil de decir por los sensatos si son humildes. La verdad es que nadie puede garantizarse una buena cosecha: acecha la lluvia o su falta, las plagas, los incendios… Como no existe el negocio que no pueda fracasar. Nadie está a salvo de que sus esfuerzos, su tiempo y sus capacidades no aseguren totalmente la prosperidad de su empresa. Por eso es una necedad recrearse en el triunfo si se da y atribuírselo totalmente. Claro que si se puede apreciar con justicia el trabajo realizado con rectitud y alegrase dando gracias a Dios que lo hace posible. Los talentos (fuerza, inteligencia, aptitud, habilidad, conocimiento) podemos adquirirlos o desarrollarlos y crear riqueza y bienestar con ellos. Y está muy bien alegrarse, dando gracias a Dios, claro está.
Hace no demasiado tiempo, resultaba natural decir “gracias a Dios”, “si Dios quiere” “Dios lo quiera”. Ahora esas expresiones se oyen rara vez fuera de los ambientes cristianos aunque en España aún hay una mayoría de población bautizada… Digámoslo sin miedo en todo tiempo y lugar. En alguna parte he leído lo siguiente: el peor momento del ateo es aquel en que se siente agradecido y no encuentra a quien dar gracias. Siguiendo la misma lógica, nuestro mejor momento es el de dar gracias a Quien sabemos nos ama y de Quien procede todo bien.
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