martes, 27 de agosto de 2024

San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia

Primera Lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,6-10.16-18):

En nombre de nuestro Señor Jesucristo, hermanos, os mandamos: no tratéis con los hermanos que llevan una vida ociosa y se apartan de las tradiciones que recibieron de nosotros. Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros, os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Que el Señor de la paz os dé la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros. La despedida va de mi mano, Pablo; ésta es la contraseña en toda carta; ésta es mi letra. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros.

Palabra de Dios

Salmo 127,R/. Dichosos los que temen al Señor

 Santo Evangelio según san Mateo (23,27-32):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»

Palabra del Señor

Compartimos:

Hay algo que tenemos que tener en cuenta cuando leemos el Evangelio y es que todos tenemos unas gafas, unos filtros, desde los que leemos esos textos. No es fácil deshacerse de esos filtros. Son nuestra cultura, nuestro idioma, nuestra forma de entender el mundo, la vida, la familia, etc. Leemos los textos de los Evangelios desde esa perspectiva. Y eso nos hace que comprendamos unas cosas de una manera y otras de otra. No siempre es fácil saber exactamente lo que Jesús quería decir. Entre otras cosas, porque los mismos que redactaron los Evangelios también tenían sus filtros, su cultura, su forma de entender el mundo. Y eso les influyó con toda seguridad a la hora de redactar sus recuerdos de Jesús.


Pero hay textos que son diferentes. Uno de ellos es el de hoy. La sociedad judía del tiempo de Jesús, como casi todas o todas las sociedades que ha habido a lo largo de la historia era una sociedad muy jerarquizada. Estaban los de arriba y los de abajo, los que sabían y los ignorantes, los ricos y los pobres, los poderosos y los que no pintaban nada. En realidad, nada diferente a lo de hoy. Por eso terminamos viendo esas diferencias de nivel como algo normal y natural.


Precisamente por eso, llama más la atención el Evangelio de hoy. Porque Jesús plantea una comunidad radicalmente igualitaria. No hay más que un superior, un padre, un maestro, un consejero. Es Dios, el Padre de todos. De ahí para abajo, todos son/somos iguales. No hay categorías. No hay arriba ni abajo, no hay mandos intermedios. El texto termina con una frase más sorprendente todavía: si alguno quiere ser el primero tiene que hacerse el servidor de todos. Más claro, imposible.


Tengo la impresión de que nos cuesta entender/aceptar este radicalismo de Jesús. Tanto nos cuesta entenderlo y aceptarlo que a lo largo de los siglos hemos terminado afirmando y creyendo que la iglesia, la comunidad de los discípulos de Jesús, es una sociedad esencialmente jerárquica. Pero la palabra de Jesús sigue ahí y debería ser el centro inspirador de nuestra vida, como personas, como creyentes y como iglesia.

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