viernes, 5 de julio de 2024

Viernes de la XIII Semana del Tiempo Ordinario.

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Amós (8,4-6.9-12):

Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Aquel día –oráculo del Señor– haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegía; vestirá de saco toda cintura, quedará calva toda cabeza. Y habrá un llanto como por el hijo único, y será el final como día amargo. Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán vacilantes de oriente a occidente, de norte a sur; vagarán buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán.

Palabra de Dios

Salmo 118 R/. No sólo de pan vive el hombre,sino de toda palabra que sale de la boca de Dios

 Santo Evangelio según san Mateo (9,9-13):

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»

Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.

Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»

Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios»: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Leo la primera lectura y la vuelvo a releer. Muchos, y algunos de ellos muy católicos, dirían que es un discurso comunista, que son unas palabras intolerables. Pero la verdad es que es el profeta Amós el que las escribe. No sólo eso: por estar en la Biblia, consideramos estas palabras del profeta como inspiradas por Dios. Es una defensa apasionada del pobre y un ataque/amenaza para los que los oprimen, para los que abusan de ellos y se benefician de su situación. Me hace recordar una frase de Mafalda, la genial niñita argentina de las tiras cómicas de Quino, cuando decía que “nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás.


No quiero demonizar la riqueza ni a los ricos. Pero todos, a poco que abramos los ojos sobre la realidad, sabemos que en mucha de la riqueza que hay en nuestro mundo hay también mucho de injusticia. Que a los de abajo les cuesta mucho subir y que otros nacen con privilegios y los mantienen toda su vida.


En el texto de Amós, Dios se posiciona del lado de los pobres, de los que sufren la injusticia. La razón es bien sencilla: ellos también son hijos e hijas suyos. Ellos merecen, como todos, un puesto a la mesa en justicia e igualdad, en fraternidad. Eso es el Reino.


En este contexto entendemos mejor el texto evangélico. Jesús no duda en acercarse a los publicanos y pecadores. Son algunos de los que abusan del pueblo. Come con ellos. Hace presente entre ellos la misericordia de Dios. El objetivo es que se conviertan y vivan, que comprendan la mucha injusticia con que actúan contra los pobres. El objetivo es que se pasen con armas y bagajes al servicio del Reino. O lo que es lo mismo, al servicio de los más pobres y necesitados, de los excluidos. Porque integrarlos, echarles una mano, es ya construir el reino y la fraternidad. ¿Y qué más quiere Dios que ver a todos sus hijos reunidos en torno a la mesa de la fraternidad y la justicia?


Ahora nos toca a nosotros pensar en lo que hacemos y tomar partido por los pobres, darles la mano e integrarlos en la mesa común. Eso es construir el reino. Eso es hacer la voluntad de Dios.

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