jueves, 28 de abril de 2022

Jueves de la 2ª semana de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27-33):

En aquellos días, los apóstoles fueron conducidos a comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo: «¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre». Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen». Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.

Palabra de Dios

Salmo  33,R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

 Santo Evangelio según san Juan (3,31-36):

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Palabra del Señor

Compartimos:

Los apóstoles son unos disidentes recalcitrantes y molestos. Ante el Consejo, el Sumo Sacerdote les interroga: “¿no os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése?”. Pedro y los apóstoles replican con toda razón: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Así que, desde el inicio, en la Iglesia han tenido un puesto los disidentes. Todavía debieran tenerlo. No habría nada que esconder. No habría que jugar con las palabras, asegurando, para tranquilidad del personal, que él no disiente de la Iglesia, sino que disiente en la Iglesia. Sospecho que quien así habla quiere cubrirse las espaldas, pero es muy posible que no lo logre y, como el mosquito zumbón en la mano del molestado cazador, su historia terminará siendo la crónica de una muerte anunciada. Menos mal que uno cree en la resurrección de los muertos.

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