martes, 25 de junio de 2019

ESPIRITUALIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN

Damos en grandes líneas la espiritualidad del Sagrado Corazón:

 1.  Centralidad  del  misterio  de  Cristo  Salvador.  La  devoción  al  corazón  de  Jesús  es  una forma típica, una entre tantas, de la espiritualidad cristiana. También ella por tanto tiene su centro y fundamento  en  el  misterio  y  en  la  persona  de  Cristo,  Hijo  de  Dios  hecho hombre  y  salvador;  pero contemplado  sobre  todo  en  el  misterio  de  su  amor por  el  Padre  (“Para  que  el  mundo  sepa  que  yo amo al Padre, Jn 14, 31) y por nosotros (“Nos ha amado y ha dado a sí mismo por nosotros, Ef 5, 2.25; Gal 2,20). Los   datos   del   Nuevo   Testamento   más   abundantemente invocados   para   sostener   y fundamentar esta espiritualidad son tres: a.el himno de júbilo de Mt 11, en el cual Jesús se propone a sí mismo para la imitación de los discípulos  cualificándose  como  “manso  y  humilde  de corazón”.  Es  un  texto  en  el  cual prevalece la componente “discipulado/imitación”. b.el  pasaje  de  Jn  19,  que  describe  la  escena  del  Salvador  del  costado  traspasado,  del  cuyo flanco  brotan  sangre  y  agua;  escena  que  se  concluye  con  la  frase:  “Mirarán  a  Aquel  que traspasaron”. Múltiples son las reminiscencias bíblicas de este texto, releídas en prospectiva mesiánico  salvífica.  En  sustancia  proponen  una  lectura  del  entero  episodio  en  clave epifánica y pascual, por lo cual el donar la vida por amor se convierte en la plena realización del hombre y la más alta glorificación de Dios y, para todos, evento de salvación (“Cuando seré levantado sobre la tierra, atraerá a todos hacia mí”, Jn 12, 32). c.en  fin, todos  los  textos que  describen  el  misterio  de  la  salvación,  y  en  particular  la  obra redentora de Cristo como motivada y animada por el amor: amor de Dios, que ha mandado al  mundo  a  su  Unigénito  para  nuestra  salvación  (“Dios  ha  amado  tanto  al  mundo  que  ha dado  a  su  Hijo  Unigénito”,  Jn  3,  16);  pero  también amor  de  Cristo  por  el  Padre  y  por nosotros, como muchas veces viene repetido en el Nuevo Testamento (cf. Jn 14, 31; Gal 2, 20; Rm 5, 5s.; Ef 5, 2; 5, 25, etc.) 2.  Cristo  resucitado  y  glorioso.  En  el  curso  de  los  siglos  la  espiritualidad  cristiana,  y  por tanto  también  la  espiritualidad  del  Corazón  de  Jesús,  ha  conocido  acentuaciones,  y  por  tanto también formulaciones devocionales muy diversas. En particular la que en seguida será llamada la “devoción  al  Corazón  de  Jesús”,  y  hoy  la  “espiritualidad  del  Corazón  de  Jesús”,  se  nos  aparece como  el  punto  de  llegada  de  una  corriente  espiritual  que  encuentra  su  fundamento  y  su  continuo alimento  en  los  “datos  bíblicos”  apenas  indicados, pero  en  el  curso  de  su  historia  “ha  cambiado muchas  veces  de  vestido”.  Las  etapas  principales  de  este  camino  suyo  son  las  siguientes:  período 

2 patrístico,   mística   medieval,   devocionalismo   de   la Pasión,   devoción   al   Corazón   de   Jesús (parediana), interioridad y atención “al social”, renovación conciliar. Muchas   son   por   tanto   las   “variaciones”   o   “diversos   acentos”   en   la   historia   de   la espiritualidad  cristiana.  Es,  sin  embargo,    importante  subrayar  el  hecho  que  a  lo  largo  de  todo  el primer milenio la Iglesia ha contemplado el misterio de la cruz, y por tanto, también el Salvador del costado  traspasado,  sobre  todo a  la luz  de  la  resurrección.  Por  esto  la  espiritualidad  que  se  deriva era una espiritualidad alegre, gloriosa, ... que contempla y exalta la potencia y la grandeza del amorde Dios, hecho visible y manifestado en las palabras y en los gestos del Salvador, y que alcanza su culmen  en  el  misterio  de  su  “muerte  gloriosa”  (cf. post-communio  del  miércoles  santo).  En  este período, como en todo el Nuevo Testamento, el misterio de la cruz es visto como “martirio”, como la  demostración  más  alta  del  amor  (“Ninguno  tiene  amor  más  grande  de  esto,  Jn  15,  12);  y  por tanto, la muerte de Jesús es vista no como “evento salvífico” para compartir y para celebrar, ¡es tan grande y maravilloso!: obra maestra de la sabiduría y de la potencia de Dios, y suprema revelación de  su  amor  (cf.  la  “beata  pasión”  también  el  canon romano).  Esta  prospectiva  es  muy  explícita  en Juan, que identifica “muerte  y  exaltación”  como  un único misterio; pero también el  “kerygma”  en los  discursos  de  Pedro  es  anuncio  alegre  de  Cristo resucitado,  constituido  por  Dios  “Mesías  y Señor” (Hch 2, 36), mientras Pablo lo proclama “vivo y vivificante” (1 Cor 15, 45) y el Apocalipsis lo contempla “rex regum” (rey de reyes) y “dominus dominantium” (Ap 17, 14)

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