martes, 2 de septiembre de 2025

Martes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5,1-6.9-11):

En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.

Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo; él murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con él. Por eso, animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis.

Palabra de Dios


Salmo 26,R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida


Santo Evangelio según san Lucas (4,31-37):

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.

Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»

El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.

Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.

Palabra del Señor


Compartimos:

Da la impresión de que aquella gente de Cafarnaún no había visto a nadie hablar y actuar con autoridad. Pero seguro que no era así. Está claro que habían visto a mucha gente actuar con autoridad. Seguro que tenían un responsable de la sinagoga. Seguro que había alguien que, quizá con otro nombre, actuaba como alcalde de la ciudad. Seguro que a Cafarnaún habían llegado los recaudadores de impuestos. Seguro que por allí habrían pasado los legionarios romanos. Seguro que en sus familias habría algún mayor que ejercía la autoridad. Claro que sabían lo que era la autoridad y la gente que tenía autoridad.


Entonces, ¿qué es lo que ven diferente en Jesús? Aquí se nos puede venir a la memoria aquello que dice el mismo Jesús en otra parte: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28). Y así podemos entender mejor cómo ejercía la autoridad Jesús: no como el que domina y oprime, sino como el que sirve, atiende, cuida y libera. Eso fue lo que sorprendió a los oyentes de Jesús. Lo más seguro es que era la primera vez en su vida que veían a alguien que tenía autoridad pero que la utilizaba para servir, para liberar, para crear esperanza, para ayudar a las personas a crecer.


El primer ejemplo está en el hombre poseído por el demonio inmundo. Hasta éste reconoce esa diferente manera de ejercer la autoridad. Y no tiene más remedio que salir corriendo. Como no podía ser de otro modo, la noticia iba de boca en boca por toda la comarca: “Hay un hombre diferente. Habla de Dios pero no para oprimir sino para liberar.”


Con el ejemplo de Jesús ya tenemos suficiente los cristianos para saber cómo tenemos que ejercer nuestra autoridad: no como el que impone sino como el que sirve. Hasta dar la vida, como hizo Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.